Artículo 3 ( Los otros condimentos)

Artículo 3 ( Los otros condimentos)

LOS OTROS CONDIMENTOS

3- julio- 2023

Es un agradable domingo del mes de julio. Son poco más de las dos de la tarde y por primera vez en varias semanas los miembros del elenco familiar coincidimos en el espacio-tiempo y vamos a sentarnos juntos para el almuerzo.

Generalmente soy buena cocinera. Hoy he querido esmerarme preparando un menú más elaborado y apetitoso, con primero, segundo y postre. La cafetera (clásica) está sobre la encimera, esperando su protagonismo de la sobremesa cargada con un café oscuro y aromático que guardo para las ocasiones especiales.

Apenas comenzamos a dar cuenta del primer plato. La conversación es distendida, en un tono normal ligeramente eclipsado por el murmullo de fondo de la televisión. Ahora mismo un programa de malintencionados cotilleos intenta amenizarnos el almuerzo. La proporción es diez minutos de cotilleo y quince o veinte minutos de publicidad.

Y hete aquí que justo en el momento en que estamos llegando al climax de sabor del primer plato toca publicidad. Comienza con un spot de pastillas para bien dormir. Bueno, que considerados. Teniendo en cuenta que después de una copiosa comida, en el terruño hispano el cuerpo pide prolongada siesta entendemos que, por asociación de ideas, alguien nos quiera facilitar un mejor descanso aunque sea despatarrados en el sofá. Lo que ya nos resulta más chocante es que acto seguido se nos ofrezca una bebida energética que hace resucitar a un muerto.

Y lo mejor viene después: las pastillas antiácidos por si el cuñao de turno ha hecho de las suyas preparando su plato especial, unas píldoras para cortar los episodios diarreicos porque de todo hay en la viña del Señor, y, como no, cubriendo todas las eventualidades, unos comprimidos para ir bien al baño.

Mi tribu familiar y yo nos miramos incapaces de seguir comiendo. El panorama es desolador. Ahora sé que voy a necesitar cuando menos un comprimido de lo que sea para evitar un corte de digestión.

Ah, pero es que la cosa no acaba ahí. Enlazamos con un spot de una web de citas, asidua todos los fines de semana y de un lubricante femenino, ensamblado sin ningún pudor en horario infantil, con todos a la mesa.

¡Ay pillines!. Esto es una jugada maestra pensada para que antes, durante o después del intervalo sestil, los fijos y los ocasionales que aún pueden, procreen futuros contribuyentes que engrosen las paupérrimas listas de la seguridad social.

Aprieto los puños preparada para que acto seguido salga el limpiador antibacterias de turno vertido con premura en un inodoro con la tapa alzada, o la dentadura perfecta de un dentista joven y guapo que sonríe mostrando todos los dientes y nos habla de las bondades de una pasta dental recomendada por él al cien por cien. O el mayor de mis terrores: el primer plano del fregadero atascado o el fondo del lavavajillas cargado hasta las cartolas de platos sucios y resecos.

Con el mando en la mano aún conservo la pequeña esperanza de que nos pongan como en los viejos tiempos un anuncio de un buen vino de rioja, del penedés, un albariño, un fino o cualquier tinto de verano al lado de un queso curado manchego, redondo como rueda de molino, o una pata de jamón (negra a poder ser) del tamaño de una guitarra.

O, por el amor de Dios, al menos el de un vino empaquetado que tiene tratamiento de Don, el nombre de andar por casa de San Pedro y es el consuelo de los que tenemos morro fino pero no dinero, ni armario frigorífico para caldos de calidad.

Entonces aparece Georges, el dandy americano poniendo los ojos en blanco y arqueando las cejas. En un anuncio express nos cuenta las excelencias de su café… Y me pone un palo en las ruedas sin ni siquiera despeinarse.

Porque ahora todos creerán que mi café, el de la vieja cafetera, es una mierda.

Antes de volver al programa de cotilleos nos toca sufrir al papá enrollado cambiando los pañales usados de un bebé con cara de no haber roto un plato (aún).

Si es que encima habrá que dar gracias de no pasar por el trance de los tampones y compresas femeninas, con chicas sin dolores de barriga haciendo el spagat mientras se dejan caer como libélulas en esta franja de audiencia tan inapropiada.

¿Dónde están los que velan por una publicidad adecuada y no invasiva?. Seguramente comiendo un delicioso pescado a la brasa en el mejor chiringuito de playa de las islas Mauricio, desconectados hasta del móvil.

Apago con rabia la televisión. Y le sirvo otra ración de redondo en su salsa al tío Fermín, de ochenta años, que doblega el hambre comiendo con los dientes que le quedan, como si nada le afectara. Claro que él es afortunado. Hoy se ha dejado el audífono en casa y las gafas de ver de lejos en la mesilla de noche. Cuando levanta la vista del plato me dice que le ponga la tele, que ( hay que echarle valor ) quiere oír las noticias.

Con la complicidad del resto del elenco familiar y sin gota de arrepentimiento le contesto que la tele se acaba de averiar. Y después me levanto para ir en busca de algún juego de mesa que nos entretenga el rato del café.

Después pongo en el equipo de música un viejo CD de los éxitos del verano ( por respeto nadie pregunta cual verano).

Sale una versión de Paquito el Chocolatero que todos bailamos con afán. Mi sobrino Aitor de diecisiete años sonríe malicioso. Cree que el apodo de chocolatero de Paquito es una profesión punible pero practicable y que el chocolate es de esa clase que cambia de manos con misterio. El tío Fermín acompaña llevando el ritmo con la cachaba, como si fuese la profesora de Fama de los ochenta corrigiendo las meteduras de pata a sus entregados pupilos.

Las rodillas me están matando. Esta noche me tendré que aplicar la crema antiinflamatoria milagrosa que cincuentones saludables pegando brincos también anuncian a la hora del almuerzo. Y luego me aplicaré la crema antiarrugas, antimanchas, anti ojeras, anti estrés y anti nuclear que tan buen resultado le da a Jane, la de la Fonda. Creo que me lo merezco

Por lo demás la comida ha sido un éxito a pesar de ir sobrada de condimentos.

Claro, somos familia. A estas alturas ya estamos acostumbrados a lidiar con toda clase de situaciones impresentables.

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