El juego del Diablo

El juego del Diablo

Tito

03/09/2023

El juego del Diablo

Por Julio Aparicio 

En un bar solitario, cinco hombres juegan al póquer, sin saber que uno de ellos es el mismísimo Satanás, robándoles su dinero y sus vidas. ¿Puede un hombre burlar al Diablo y salvarlos a todos?

En la armonía de medianoche de un bar desolado, se jugaba una partida de póquer. En el bar reinaba un silencio inquietante, interrumpido por el barajar de cartas y el tintineo de los vasos de whisky. En un rincón, un viejo reloj de pie marcaba el paso del tiempo.

Los cinco hombres alrededor de la mesa no estaban allí por ocio. Sus ojos reflejaban desesperación, sus manos temblaban con nerviosa anticipación mientras repartían las cartas.

Entre ellos destacó un hombre llamado Jake; era el más joven y tenía una conducta tranquila, un marcado contraste con los demás. Parecía más intrigado que desesperado.

Aunque desconfiaban unos de otros, los unía la desconfianza hacia el crupier, que repartía las cartas con una precisión antinatural y una sonrisa fría y siniestra.

Mientras jugaban, lo que estaba en juego aumentaba. El crupier parecía invencible, siempre ganando, y con cada victoria parecía volverse más vibrante mientras los demás envejecían visiblemente.

Jake, sin embargo, se mantuvo firme, estudiando las reglas, reconociendo patrones y analizando las estrategias de sus oponentes. Observó el ritmo inmutable del crupier con intensa atención.

Los demás empezaron a dar signos de fatiga, sus rostros demacrados, sus movimientos lentos. Poco a poco fueron drenando su vitalidad, mientras el brillo del comerciante se volvía casi fluorescente.

Jake finalmente decidió confrontar el patrón que había notado. Audazmente llamó al crupier, acusándolo de hacer trampa y afirmando que el juego estaba amañado. Su voz resonó contra las paredes mudas del bar.

Ante la acusación de Jake, el Diablo simplemente se rió entre dientes. Su risa era fría, enviando escalofríos por la espalda de todos. Simplemente dijo: «La justicia es una construcción humana. Estamos jugando un juego más grande aquí, Jake».

Jake retrocedió ante las palabras del Demonio y sus ojos se abrieron al darse cuenta. El crupier no era un hombre, sino el mismo Diablo, jugando con la vida de los hombres. Los demás miraron aterrorizados, comprendiendo la verdad demasiado tarde.

A pesar de la revelación, Jake logró mantener su ingenio. En lugar de rendirse, desafió al Diablo en un último juego. Lo que estaba en juego eran sus vidas contra el Diablo que los abandonaría para siempre.

El Diablo, divertido por la audacia de Jake, aceptó el desafío. Repartió las cartas y los hombres se prepararon para lo que podría ser su última mano. El aire se volvió más frío y la tensión era tangible.

Jake amplió sus sentidos, buscó profundamente en su intelecto y jugó como un hombre poseído. Había descubierto el patrón del Diablo y tenía la intención de usarlo en su contra.

A medida que avanzaba el juego, la confianza de Jake se disparó mientras que la sonrisa del Diablo pareció desvanecerse un poco. Estaba desconcertado y, por primera vez, hubo un destello de incertidumbre en sus ojos.

Se repartió la última mano y la barra contuvo la respiración cuando Jake reveló sus cartas. Una escalera real; la mano más poderosa del poker. Jake miró al Diablo con una mirada firme y desafiante.

El Diablo, incrédulo, miró sus propias cartas. Por primera vez había sido superado. No salió victorioso. El silencio se rompió en vítores cuando los hombres se dieron cuenta de que estaban salvos.

Suspirando con resignación, el Diablo se levantó de su silla, su brillo se apagó y su sonrisa fue reemplazada por una mueca con los labios apretados. Desapareció, dejando atrás sólo el frío eco de su risa.

A pesar de su victoria, el bar permaneció en silencio. Los hombres se miraron y sus rostros reflejaban los horrores por los que habían pasado. Sus ojos se encontraron con los de Jake, llenos de gratitud y asombro.

Jake, sintiendo una sensación de profundo alivio, se dejó caer hacia atrás en su silla. Su apuesta había dado sus frutos, y no sólo había salvado su propia vida sino también la de los demás hombres.

La vida siguió su curso en el bar. Pero cada partida de póquer que siguió se jugó con un nuevo respeto por el juego, un reconocimiento silencioso a la noche en que jugaron con el mismo Diablo.

El mundo exterior seguía ajeno a la batalla que habían librado estos hombres. Su victoria fue silenciosa, no celebrada excepto entre ellos mismos, dentro de los confines del bar solitario.

A pesar de todo, Jake a menudo pensaba en el juego con un escalofrío. Recordó la risa fría del Diablo, su sonrisa siniestra, y Jake no pudo evitar preguntarse si alguna vez regresaría para reclamar sus almas.

La vida se convirtió en un bien preciado para los hombres, cada momento saboreado como nunca antes. Sus encuentros con la muerte los hicieron ferozmente protectores de sus vidas y eternamente agradecidos con Jake.

La historia de su victoria siguió siendo una leyenda tácita dentro del bar. El recuerdo de esa noche perduró, convirtiéndose en un recordatorio de los grandes riesgos que a veces la vida puede exigir.

Este es el legado de Jake y los hombres que se atrevieron a apostar con el Diablo: la lección de respetar cada momento de la vida, la importancia del coraje y el poder de una mente inteligente. Su historia persiste, un testimonio silencioso de su victoria contra sus miedos y el juego del Diablo.

Y así, en el rincón silencioso de un bar olvidado, con el telón de fondo de un viejo reloj de pie, los ecos de su juego continúan resonando. Puede que su historia se haya perdido, pero su legado sigue vivo y existe en los susurros del viento, en el barajado de cada mazo y en el espíritu de cada juego de póquer.

Un legado que nos recuerda que la vida, como el poker, es un juego de azar, habilidad y, en ocasiones, un poco de magia. Las reglas pueden parecer manipuladas a veces, pero recuerda, todos tienen una carta para jugar. Lo que importa es cómo lo juegas. Esa es la belleza del juego. Esa es la belleza de la vida.

Así que la próxima vez que te repartan una mano, recuerda a Jake y su partida victoriosa contra el Diablo. Cada carta que tienes es una oportunidad, una oportunidad. Juega sabiamente, juega con valentía y tal vez, sólo tal vez, puedas cambiar el curso de tu vida, tal como lo hizo Jake en ese bar solitario, en esa fatídica noche.

FIN

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