Tiró de la cisterna, se colocó frente al espejo y clavó sus ojos en el desconocido que le observaba. Lo miró de frente, lo miró de soslayo y también lo miró por detrás –¡Este tío no soy yo! –dijo enfadado, mientras miraba con desprecio al desconocido que no le quitaba la vista de encima. Estaba convencido de que ese hombre no era él, era demasiado viejo y delgado, tenía los ojos hundidos y la piel arrugada. Al abrir la puerta del baño descubrió a una mujer, de pelo blanco, asomada a la ventana. Asustado y muy confuso se acercó a ella y le gritó: –¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¡Oiga!. ¿Qué broma es esta?.

Desde la ventana observaba cómo la cálida luz del atardecer dibujaba las siluetas de unos niños que juegan en la calle. La puerta del baño se abrió dando paso a un olor fétido y nauseabundo, detrás, la figura de un hombre desnudo y desdibujado que gruñía entre dientes. Él comenzó a gritarle, ella , entró en el baño sin mediar palabra y cerró la puerta tras de sí, esa puerta marcada por golpes de ira y patadas de insultos. Giró dos veces la llave y se colocó frente al lavabo y, mientras él gritaba y golpeaba la puerta, ella, contemplaba impasible a la mujer del espejo. Aquella era una mujer de mirada esquiva, de rostro cansado y de labios secos y agrietados. Ambas se miraron y, juntas, viajaron a esos lugares donde se esconden el dolor, el miedo y la tristeza. Una lloró, la otra no. Los golpes cesaron, y los gritos se convirtieron en murmullos, los murmullos en sollozos y los sollozos en imperceptibles lamentos. Y después llegó el silencio, un silencio vacío y extenuante. Olvido, apartó su mirada de la mujer del espejo, abrió la puerta del baño y salió sin despedirse. Se acercó a Cristóbal y lo observó mientras dormía, luego, se quitó sus viejas y descoloridas zapatillas de paño, se acercó a la ventana y subió al alféizar, abrió los brazos y saltó al vacío. Hacía tan solo unos meses que había aprendido a volar y ,a veces, antes de volver a entrar en la habitación se quedaba suspendida en el aire , durante unos segundos, desafiando la ley de la gravedad.

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