No doy más de ansiedad, mi amor.

8 de mayo, 2017.

Ya no sé ni cómo hablarte, tonto. Ya agoté todos los malditos temas de conversación, te he hablado de estrellas, de amores y de reacciones químicas, he compartido cuanta imagen boba se me aparece por las redes sociales, te he mandado por inbox cuanta canción romántica se me cruza por los oídos, para que te encuentres en cada una de ellas, para que veas y comprendas con cada tonada y melodía, como yo te veo. Pero no te pasa nada, eres jodidamente inmune a mis señales, jodidamente indiferente a mi amor, a esa planta sofocante que me crece aquí dentro, muy muy profundo en el pecho, a esa maldita planta que tengo atravesada en el corazón, llena de florecitas, pajaritos y bichitos cantores, esa retorcida planta que me emborracha las ideas y la dignidad. Esa plantucha que los poetas y escritores se atreven a llamar amor ¿amor? ¡Já! Tú ni comprendes que estoy inundada de emociones, que la planta se me está ahogando desde hace un montón de tiempo, que este mar tan tempestuoso llamado vida me tiene de casera viajando cada cierto tiempo de puerto en puerto, que las olas de la indiferencia me duelen cada día más y está embarcación chiquita, tan poca cosa, se dio de lleno contra las rocas del desamor.

Estoy jodida, estoy infinitamente jodida, infinitamente y un poquito más, porque cuando cierro los ojos para olvidar, la planta me atraviesa los pensamientos y se me va la dignidad al quinto infierno, porque no te paro de pensar, de soñar, imaginar… porque por las noches te busco entre la oscuridad de mi cuarto, entre mis sábanas, entre mis párpados, y no te hallo, no te encuentro, no te tengo. La entrepierna no me da más de sed, el vientre no me da más de calor, las manos no soportan más la pasión, mis labios, culo, tetas, pelo y muñecas pronuncian tu nombre, susurran tu nombre, exigen tu cuerpo, ahora, aquí, pegado al mío.

No sabes, ni imaginas, si quiera por un instante chiquito, mis ganas, mis increíbles ganas de estar llena de ti, llena, llenita de amor. Pero en las noches son otras manos las que me tocan, otros labios me cuentan uno a uno los lunares de la espalda, otro pecho roza el cuero de mis tetas, otra lengua acaricia suavemente mi vagina, es otro cuerpo el que se ancla al mío y me penetra con fuerza hasta terminar en un gemido que me hace temblar por completo. Es otro hombre, pasajero temporal de mi vida quien me quita la sed, la profunda e insostenible sed de amor, de placer, de sentir… Otro me quita la sed de ti.

Y lo sabes… ¡Maldita sea, lo sabes y ni así me das bola!

Cada sonrisa, pestaña, mirada, mueca, cada palabra tuya exhala certeza, una seguridad avasalladora, esa seguridad que tanto me sofoca, me encanta, me encantas y luego ya no tanto. Luego te detesto, no sabes cuánto te detesto, te maldigo a ti, tu indiferencia y todos tus otros malos amores, a todas esas mujeres que si son dignas de tu amor, esas mujeres flacuchas, de culo y busto generoso, esas con la cara pintarrajeada con maquillaje de pésima calidad, que se la pasan de fiesta en fiesta, de hombre en hombre, mujeres libres, mujeres tontas, lindas, feas, desastrosas. Esas, tus mujeres que te besan, abrazan, sonríen, se desvisten y huelen rico, esas que no ofrecen resistencia alguna a tus estúpidas y frívolas peticiones, a todas esas y a ti, los odio. Los odio a ellos también, a todos mis pésimos pretendientes, esos que dicen quererme, pero que no buscan más que una noche de placer, una felación y agarrarme las tetas y el culo. Los odio a ellos por usarme, los odio por mentirme, los odio… los odio profundamente porque ellos no son y nunca, ni aunque pasen millones de amaneceres, millones de sábanas, besos, vinos y caricias, aunque pase el mundo y la vida entera, ellos jamás serán tú. Me dan asco, sépanlo.

¿Y yo? Yo también me detesto, yo también me desagrado profundamente, me detesto por quererte tanto, por sentir así, yo jamás quise, ni siquiera por un segundo, quererle de esta forma. De forma tan blanda, tan deforme, tan extraña, tan vacía y llena, llena de certezas e inseguridades. Yo jamás quise, jamás soñé, ni en la peor de mis pesadillas, ser ignorada de esta forma. Y es tan triste, Christopher, es tan triste que prefieras a esos otros amores, esos amores de cantina, amores fofos, amores sin sentido, sin sentir. Esos amores que son tan insignificantes que ni siquiera merecen llamarse amor.

Es tan triste Christopher, porque estoy tan sola, porque los hombres con los que me acuesto no logran quitarme la sed, no logran quitarme las ganas de amar, las ganas de ti.

Estoy tan sola Christopher, tan vacía.

¿Y tú? No te mientas, estás mucho más solo, mucho más desdichado, muerto y abandonado que yo.

Estas igual de vació, Christopher. O más vació, quizás

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS