Sucedió en un Barrio Popular

Sucedió en un Barrio Popular

Despertó sobresaltado por el sueño en el que caía de un acantilado. Le abracé para darle sosiego y encenderlo una vez más. Era bueno en la faena del cuadrilátero de lencería y satín, pero hacía poco tiempo yo había ganado la corona de lucha en el barro. Lo sometí a fuerza de labios, domé al mustango felino hasta hacerlo desfaceller entre estertores de pequeña muerte. Gocé cada instante en desquite, una vez más. Rendido, volvió a dormir.

El bucle no se ha roto desde hace siglos. Solamente él podría detener la rueda del samsara para salir de este baile de máscaras. Entretanto, jugamos a las escondidas americanas saltando entre líneas de tiempo, donde quien encuentra puede besar a quien ha sido descubierto. Y de ahí pasar al póker de prendas, siempre cuerpo de por medio, como ha sido el caso.

Música suya hecha para mi, la banda sonora de mis vidas. Tangos, boleros, sevillanas, cumbias, mambos, sones, rancheras, blues, fandangos, rumbas, sardanas… la lista es larga. Ahora va demodé por esta vida, de rockabilly y rocanrol, vociferando cual dragón encendedor de inciensos viciosos, cachondos, rijosos. Sabe qué hacer con su lengua rugosa y magnífica, de eso doy fe. Ni hablar del baile en el cuadrilátero, no hemos conseguido nunca que sea nupcial. ¡La maldita maldición!

En el escenario se desplazaba como felino. Atacaba una halcona Gretsch blanco marfil cuando me vio esta primera vez. Me gustaba su pavoneo altanero, su magnetismo animal. Derretía a las grupis de primera fila con sus cantos hipnóticos y conseguía un aguacero de bragas. Pero yo no soy la ingenua fanática para tirarse por noche, desechable y reemplazada en la próxima ciudad de tu gira, cariño… tampoco acostumbro llevar ropa interior.

Las volutas de un camello sin filtro saliendo de mis labios azul violeta eran lo único entre su mirada y mis párpados entrecerrados de pestañas postizas. Le envié un beso con disimulo, bailando lento y alzando mi copa rebosante de un royal fuck de fantasía. Salada y aguardientosa, la dulce percanta que te va a enamorar. Una vez más mordió el anzuelo, para decepción mia.

Bailaba frente a la cámara, esta vez fui una catrina sexy, en celebración por el día de los muertos. Una transmisión en directo para mis lonely fans selectos, categoría premium. Zonga, mi alter ego para estas lides, era un éxito rotundo desde hacía un par de años. Aunque pagaron una buena suma para entrar, el sonido acampanado de las propinas marcaba el compás al que contoneaba mis caderas sabrosas pero azarosas, enfundadas en un bikini azul violeta casi inexistente.

Allí estaba él, como siempre. Era un habitual, esperaba una respuesta. Bailé la canción que me había compuesto meses atrás. Era la señal, –si bailo tu canción, que es mia, indica que quiero verte, y conocerte… ya te buscaré– le había contestado por el chat hacía tiempo ya. Era el séptimo día, del séptimo mes, de un año siete.

Mallas, liguero, Dr Martens negro burgundi y un vestido ceñido sin tirantes fue el atuendo elegido para la ceremonia luego del concierto. En el restaurante, al quitarme la chaqueta de cuero, se llenó de orgullo cuando notó en mi hombro izquierdo el tatuaje circular de piel de jaguar, el logotipo de su banda. Tengo claro que el halago es la llave maestra de la manipulación de mentes blandas y egos férreos. Era como encender el control remoto del felino que hacía tiempo tenía a merced. Me hice llamar Silvia para la ocasión, como el nombre de mi canción… la de Zonga, quiero decir. De cualquier manera él no podría notar la diferencia, ella siempre lleva bellos antifaces y pelucas bombásticas de diferentes colores en sus sesiones webcam donde es él su grupi. Maldito infiel.

Nos besamos como adolescentes en el asiento de atrás del taxi que nos llevó a mi estancia. Reconocí por enésima vez el calor de sus manos, su aliento en mi boca, el roce de sus labios en los míos. Dejaría tatuada en su piel mis labios azules, allí, donde tiene las cicatrices.Ya sabía lo que pasaría, todo se repetiría una vez más. Qué más da, entretanto me deleito. Al fin y al cabo la vida es justa, y no se puede pretender salir sin morir.

Escucha el álbum conceptual con las canciones de «Sucedió en un Barrio Popular»

Visita mi lugar de trinos, ronroneos y rugidos.

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