Aquel olor a cigarrillo que tanto le repercutía en la cabeza solo se extendía más y más por la habitación.

Un sabor prohibido, una mirada pesada hacia la nada y al todo a la vez.
Las estrellas la cuestionan, sus aros le pesan, la noche la envuelve en un frío que la molesta.
Su metodología para la melancolía era mejor de lo que parecía.
Un silencio avasallante que irrumpe en su interior, tan así, que era el sonido más hermoso que podía producir.
Las copas algo llenas de vino, una cama distendida, una pila de resúmenes sin concluir pero nada le interesa.
Un encendedor olvidado que solo sirve de voyeurista para el cigarro y los labios.
No sueña, no vive, la duda le sonríe a la cara de manera presuntuosa.
Cansada de ser estrella, quizá ser una luna pero no ocurrió… fue más que eso, una estrella fugaz.
Una sensación en su rostro que jamas podría olvidar, unas manos tan suaves y cálidas que le estremecían el corazón.

Federico Exequiel Mascaro.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS