Olvido.
Hoy solo me queda una certeza, que el olvido no existe, y que si alguna vez te cruzo por la calle no voy a detenerme. Porque aunque el olvido no exista ya jamás podré recordar tu rostro, porque nunca supe en verdad quien fuiste, y por ese motivo, nunca más podré reconocerte. Cuando me hablaste por última vez tenías la mirada muerta, los ojos ahuecados como dos cavernas. Llorabas, pero tus lágrimas estaban secas; pero claro que lloraste, porque sabias que no ibas a volver. Nunca me lo dijiste, pero no hacía falta, si era algo que yo ya tenía asumido. No existía ninguna sorpresa en tu huida, siempre supe que te marcharías, que te escaparías, como siempre supe de tus mentiras, de tus engaños. Y no hablo del engaño con otro hombre, sino que me engañaste con tu vida, con tu pasado, y hasta con la predicción de tu futuro. Y hoy la piel se me eriza al recordarte, al sentir el aroma de tú piel en cada mujer que cruzo. Y lloro como un niño, mis lágrimas arden quemando mi piel y lo que queda de mi alma, esa que vos te llevaste el día que te marchaste. No como las tuyas, que ni siquiera sabían a sal. Porque bese tus ojos cuando lloraste, esas dos inmensas cavernas tratando de encontrar el sabor del dolor, pero tus lágrimas nunca me supieron al dolor. ¿Cómo se puede llorar sin sentirlo?, y yo ¿cómo pude aceptar todo aquel perverso juego? fingías una vida que no tenías, un mundo que no existía, y yo, fingía que de nada me daba cuenta. Cuantas veces habré pensado:» si te dejo hablar, si te dejo caminar por el filo del engaño, es porque no quiero ponerte en evidencia, tal vez mañana recapacites» creyendo que de aquella forma te ayudaba en algo. Pero lo peor de todo fue que vos siempre tuviste presente que yo sabía que mentías, y me dejaste caminar por esa cornisa del engaño tácitamente pactado. Pero un día te fuiste, y yo jamás salí a buscarte. ¿Qué sentido tendría hacerlo? lo que si no pude evitar, fue hablar de vos, no de manera despectiva, sino que necesitaba exorcizarte de mi vida de alguna forma. Hable de vos con todo el mundo. Extraña forma de querer olvidarte, de sacarte de mi vida. Pero era la única forma de apagar el dolor de aquello que se había destruido en nuestras vidas antes de empezar a ser construido.
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