Solo un perro callejero

Perros callejeros, tan libres como condenados viven, sobreviviendo del inconsistente altruismo, y de entre tantos canes, a ti con más fuerza te recuerdo. Un líder aterrador, el blanco y negro destacaba en la pálida calle, más aún con los ladridos territoriales que emitían tu hocico, la gente se asustaba al verte correr hacia ellos, sin saber que no podías evitar mostrar la panza.

Entre noches y noches te veía correr hacia mí, ansioso de ser acariciado una vez más; quizá la rutina o la costumbre me hizo olvidar, que aunque te quería tanto, eras un perro callejero. No olvido la noche que te vi venir a mí en la lejanía, tu cola de un lado a otro feliz de verme de nuevo, y yo cansado entré a casa sin siquiera esperarte, “mañana lo acaricio” pensé.

Quien diría que yo no era el único que te amaba, pues quien cada día te alimentaba lloraba con desespero el día siguiente, tan libre como siempre, te fuiste lejos y fuiste arrollado, tu cuerpo no fue recuperado, después de todo, solo eras un perro callejero.

He pasado muchas penas, fallecimientos, infidelidades, soledad y nunca lloré; pero no olvido tu felicidad de verme sin que ambos supiéramos que sería la última vez, solo eso me rompe. Sin hogar, sin familia, sin abrigo, sin ser recordado; sacrificaría tanto porque nunca hubieras sido solo un perro callejero.

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