Va por ti pescadito

Estoy sentada en mi sillón predilecto, mirando las líneas de mi libreta de apuntes, la tapa mordisqueada del bolígrafo denota mi falta de ideas esta tarde. Víctor ha entrado al salón, toma asiento mientras pregunta:

– ¿Has mirado las noticias?

-No, hoy no he visto los noticieros, quiero iniciar este artículo, pero tengo una fuga de pensamientos.

-Enciende la televisión, la noticia está en todos los canales.

Me giro lentamente para tomar el control remoto y oprimir el botón rojo, que me lleva a ver un rostro sonriente, dulce e inocente que ha ocupado parte de nuestras conversaciones estos días. El título resalta en letras blancas sobre un cintillo negro, se ha perdido otra infancia.

-Como pueden ocurrir estas cosas? –La tristeza se refleja en tus ojos pardos, mientras me haces esa interrogante.

-No lo sé, no soy capaz de imaginar tanta maldad en una persona, creo que me he quedado helada como un iceberg.

-Estoy anonadado aun, tenía la esperanza que volviera junto a su familia, es cierto que habían pasado muchos días, pero la fe nunca se pierde.

Seguimos mirando las noticias en silencio, escuchamos alguno que otro grito de tristeza y desconsuelo en las personas que unidas por un deseo de solidaridad y buena voluntad se habían reunido y conformado un gran equipo humano para buscar al “pescaíto”.

Oigo risas, no puedo evitar dirigirme a la ventana entreabierta y me asomo, junto a la librería de la esquina, dos pequeños niños comparten un plátano, mientras miran un conocido personaje de aventura en un comic, vuelvo a pensar en esa infancia tan cruelmente arrebatada y solo se me viene una palabra a la mente: Impotencia.

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