Bocanadas al pecho de Milena

Bocanadas al pecho de Milena

Siles Cobara

09/06/2023

En bocanadas de frío, traslúcidos cúmulos desde sus labios, Milena sostiene la imagen de una piedra, pinzada entre sus dedos, una mirilla cruzando el horizonte de ese pequeño globo frágil. Describiendo una postura correcta prepara sus piernas torneadas y le lanza al río en ruptura teórica, en curvas irreales, absorta en su trayecto. Textos leídos por los organismos suspendidos que observan esa gloriosa serpiente describen los misterios. Descendente en su corta gloria, su reflejo ígneo golpea materia en la otra orilla y revira al agua, nada altera esa tensión superficial, queda suspendida sin hundirse, estéril a las normas, trasciende planos, una polaridad opuesta observa otra obra.

A Milena la vida le enseñó silencio, que los tactos se resguardaban en paredes del hogar, piedras, basura y recuerdos se las traga el río, son desechos que zozobran hasta el fondo del manto amorfo en los subsuelos. 

El repicar dibuja la silueta fértil de Milena, las orillas macilentas donde jugaban los patos y gallinas se encargaron en dejar respuestas en la roca, mamotretos de historicismo, enfatizando en vidas pasadas, aprendizaje de tragedias. Imposible leerlas estando incrustadas en sandalias, los márgenes perdieron una parte insignificante, rogando al reguero de mierda animal que cesara su hálito confuso. Le penetraba a Milena ese olor húmedo de su cama fría, en sus muslos firmes, en su centro, nausea rota por los metales del agua y así fijó su alma nuevamente.

Ella se fundía con la vegetación de esa frontera, indistinguible, la maravilla de ver como regresa su piedra flotando sobre esa corriente, cargada con lectura intencionada. La coge sin mácula, siente su peso en metales preciosos, leyes rotas, su curiosidad la guarda en el bolsillo creado, junto con la piedrecilla y se pregunta si todo es magia, si los gobiernos de lo real son casuistas en sus manos. Ingenua mientras retorcía vidas invisibles que le querían hablar, perdiéndose la tierra de letras, porque esas piedras que flotan no pueden aparejarse a milagros, no tienen historias, son un fenómeno de ilusión, de esos que se leen en las gacetas, plantas que se enraízan en los órganos del río, en algún lugar remoto que prohíba a los cuerpos sumergirse en las aguas. Tal ves ese río o esa piedra sean las excepciones y no se las lleve el mundo, todas las bocas que alimentar de palabras y las retinas de Milena buscando entre sus pies las señales de regreso. 

Allí entre sus dedos de los pies hay diafragmas, lágrimas, semillas, vegetación abundante anclando sus pasos. Le divierte retar la realidad, nadie creería en ella, saca la piedra junto con medio bolsillo falso, expulsando la invasión. Intenta desmentir esa posibilidad, iterando su lanzamiento, rebotando en el fango y cargándose de glifos incomprensibles de todas las lenguas, la roca se pierde lejos. Siente el sudor del extravío, su curiosidad le abandona para enterrarse, sufriendo un entumecimiento de emociones remanentes al mojar sus pies en el agua, segura de nadar a la otra orilla. Desea sentirse desnuda, descocer el vestido de la piel, hacia otra orilla, en los arcos arbóreos asimétricos, despidiéndose de las aves que le huyen, el trino, el gorjeo, el croar. Sobrecogida por la bruma y los helechos sigue la ruta de la pérdida, allí en el término de todo hay un peón, con la piedra suspendida en su rostro plano e inexpresivo que la desnuda y la piedra cae en una poza de rocío y toca su fondo, el fenómeno cesa, el peón desaparece y Milena se ve en su reflejo mas niña y bermeja, su mano llega a fragmentos prístinos en descomposición, la piedra, su iris rojo. 

Regresó a casa con el mineral bañado y lo guardó en una cajilla de madera, la noche llevó el turno de descanso, el sueño imperturbable. Despertó con un espejo en vez de caja y con el río mirando a su ventana entre esos dos reflejos, los rayos eran naranja, gritándole la tierra con el ruido de las aguas negras, apuntalando la puerta que en ese momento golpeaban los efluvios de la carne, para prepararla, tal vez así verá mas fenómenos maravillosos. Mecánicamente rompió el espejo que sería solo suyo, ese pedacito de magia, cargarse sola con la destrucción, porque era su culpa, romper su espejo de la roca roja, llagar en su vestido traslúcido todas las mierdas que no llegaban a su piel morena, ese olor a humedad y aquel peso asfixiante del hombre en sus noches. 

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