10:13, mis manos en forma de casco, sentado vestido con la trusa que utilicé ayer… La dualidad de la culpa y el placer nacido de las cenizas de lo que alguna vez fue un amor inmaculado, al menos para mí lo fue.

No quiero explicar sobre ese rito secreto que realizan dos personas en un cuarto, que ese ballet a torso desnudo duró un par de horas, que los actos fueron más que simples capítulos y que esos segundos eternos de danza pasional fulminaron en decisiones que el futuro dirá en qué desembocarán… No puedo olvidar ese ondeo, esa voz que entre respiraciones alteradas, clamaba mi nombre entre gritos, ni puedo olvidar cómo no terminábamos de comprender cada orilla acariciada, cada movimiento mutuo, cada mirada buscando sentimientos… Mi alma no pudo olvidar, en todo este tiempo, lo que alguna vez sintió con esa alma que tenía conectada consigo, como si nunca hubiera desaparecido.

Tampoco quiero explicar más allá de lo que mi vista puede apreciar, ya que un ángel se coló en mi cama, posando su fragilidad sensual sobre un lienzo de telas blancas, en el cual no terminaba de exponer sus piernas tersas y pulidas enteramente ni su cabellera con matices de otoño alborotada. En ese estado de hibernación parcial, daba hasta algo de pena finalizar su reposo, puesto que se percibía en su postura y respiración que por fin recibió esa paz que escaseaba en su vida.

Mis manos solo fueron el casco, mis codos y antebrazos los pilares de ideas de arrepentimiento, de cómo volví al inicio de ese ciclo de malas decisiones, llevadas de la mano por sentimientos evaporados que solo dejaron sales de melancolías y tormentos en el suelo de aquellos días… ¿Por qué? ¿Por qué hice que aquel arroyo emergiera de esa presa emocional, siendo una presa emocional de un torrente que emergió de la nada? Si mi carne no era tan débil, ¿por qué dejé que esto pasara?

La perspectiva de mi reojo solo me daba más dudas… Le concedí otro enfoque a aquellas marcas púrpuras, que cartografiaban un lago de dolor, en el camino de tus venas, señal de que ese “hombre” al que amabas, era otro más del montón, era de esos tipos que desataban esa parte instintiva frente a cualquier estupidez y sus descargos eran relámpagos de furia en un blanco fácil, un objetivo que solo sabía contener, aunque por cómo la vida de por sí ya es cruel, debía serlo más conflictivo para ella, soportando no únicamente, esas sacudidas e impactos.

No sé si esto significó algo para ti… Si tú viniste a mí buscando algo más que un cariño del pasado, buscando refugio como una cría de venado que se esconde en una cueva, como aquel que escribe versos complejos tratando de comprender su mundo en una gama fuera de críticas o que solamente él pueda ocultarse a plena vista, sin ser identificado… ¿Quieres volver a ese pasado?  Y siendo honesto, hay una parte de mí que está profundamente perpleja, que anhelaría romper esas reglas entrópicas y darle una vuelta y retornar a aquellos días que eran bonitos, que eran lindos… Pero no es algo factible, ya mi corazón le pertenece a alguien más… Incluso si eso no fuera un problema, el romper esa promesa pulcra de la confianza, va más porque no puedo perdonar que te hayas desligado de mi lado, como si fuera un simple envoltorio, una simple hoja de servilleta que usaste para limpiar tus manos de algo que las engrasó.

Formando una letra a, con mis dedos pulgares unidos al hueso de mi nariz, solo me quedaba seguir procesando qué podría hacer contigo cuando despiertes… Porque, simplemente, no sé qué puedo hacer contigo…

¿Debería ordenar toda esa ropa que guarda espacio en mi armario en una bolsa de tela y pedirte que te retires? ¿Hablar contigo mientras desayunamos tu comida mañanera favorita? ¿Debería pedirte que te quedes otro día, dejando tu vida de lado por estos días, asegurándote que solo Dios y mi persona sabrán donde estás y que de ambos tendrás el velo de la protección de aquí hasta el resto de tus días? … ¿Debería gritarte y recriminarte por todo ese daño me hiciste pasar, así como desatar inseguridades que desconocía? ¿Propiciarte una peor paliza que la que ya el propio destino te está brindando? ¿Tomar un cuchillo de la cocina, afilarlo 150 veces por lado para que hasta el viento sienta terror, acariciarte con ese metal decenas de veces hasta teñir los tejidos que ahora recubren tu figura para que luego te despedace, agregue unos químicos y desaparezca cualquier rastro de tu humanidad? Digo, al final nadie sabe que estás aquí…

Sé que no me oyes, pero disculpa… No quise pensar eso último… Mi mente es una máquina que se sobrecalienta por impulsos de visiones, que suelen tener sentido según cómo recepcione la información que le brindan los sentidos, más aún los que se sienten resentidos.

Mientras, acaricio mi cara a la par que mi respiración hace juego con la coreografía de mis manos… Siendo algo tan simple para algunas personas, como que esto podría ser un revolcón que se utiliza como botón de reinicio de una mediocre rutina de alguien miserable, quisiera creer que ella me buscó para algo más que eso… Porque no quiero sentirme como aquel infame, que no solo resulta ser un deshonesto con aquella nueva integrante de su vida que conociendo su trayectoria en vías malignas, de penuria y desaciertos, sino que además es alguien incapaz de mantener sus votos de no volver a un pasado que le hizo daño, sino que también puede ser utilizado por esta misma.

¿Puede ser más complejo? ¿Será que luego de una epifanía, cuál gitana vidente, puso cartas en el asunto para lograr ver más allá y consideró que su retorno era su mejor opción? ¿Habrá recordado aquel contrato que fue firmado con sangre, sudor y placer, cuya promesa fue mi amor y devoción eterna hacia ella y nosotros?

No sé qué pensar… Lo hecho, ya está hecho, de ponerle el pecho, no hay más qué hacer, este amanecer sin Sol es infernal, tu respirar y tus latidos me avisan de tu despertar… Padre… Te pido perdón, otra vez… Una vez más… 

Etiquetas: amor duda pena

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS