¡Es otoño!, con su llegada ha venido el viento que lo mueve todo, las ramas de los arboles son seducidas continuamente por su fuerza, mientras sus hojas, son arrancadas sin piedad para no regresar nunca más al lugar que les vio nacer.

Las hojas bailan a merced del viento, para hacinarse unas con otras en un devenir constante; es domingo, día de barrer el patio frontal, mis pequeñas manos toman la escoba para juntar aquellas hojas; a mis escasos ocho años, mi única meta no es barrer el patio, sino lo que podré hacer después.

Las hojas pertenecen a un árbol de mango que sembrara mi abuelo 15 años atrás, (mucho antes de que yo existiera) para él, un árbol lo era todo en la vida; si lograbas llevar una semilla, para sembrarla de la forma correcta, darle todo tu amor, como lo haría un padre a su pequeño hijo, alimentándola y hablándole mientras observas como crece, como salen sus cotiledones, para después ser sustituidos por hojas verdaderas; hasta pasar los años y recibir el primer fruto, para así, centímetro a centímetro 15 años después, verle inmenso en tu patio. Ese día sería un día de gloria y podrías presumir de haber logrado algo grandioso.

El árbol de mango, tiene una rama a escasos 2 metros, donde me puedo subir a disfrutar de la vista, lo interesante es que las hojas que se llegan a juntar bajo esa rama, sirven de amortiguador para la serie de clavados que tengo previstos después de barrer.

La idea de juntar las miles de hojas bajo esa rama, ha sido producto de la imaginación de mi abuelo, que si pudiera volver a ser niño lo haría, aunque solo se lo impiden los años irreversibles de su cuerpo.

Aun le restan algunos años, seis más para ser exactos; ¿Que como lo sé? mi abuelo murió de un infarto masivo cuando la misma niña que jugaba a los clavados cumplió 14 años y aunque, su cuerpo ya no esté presente, la niña de ocho años lo recuerda fielmente.

Al igual que las hojas de mango que caían ese otoño, cayo su cuerpo cansado; más nunca caerá su esencia, conservo todas sus enseñanzas como las hojas que se resisten a caer, hoy cultivo mis propios árboles y espero verles crecer.

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