«La conciencia de Dios y el problema del mal: Una reflexión sobre la relación entre la divinidad y el sufrimiento humano»

«La conciencia de Dios y el problema del mal: Una reflexión sobre la relación entre la divinidad y el sufrimiento humano»

«La conciencia de Dios y el problema del mal: Una reflexión sobre la relación entre la divinidad y el sufrimiento humano»

Yeison Hemel Guerrero Plata

Licenciado en filosofía y teología 

Egresado de la Fundación Universitaria San Alfonso

12/04/2023

La relación entre la conciencia de Dios y el problema del mal ha sido objeto de debate filosófico y teológico desde hace siglos. El mal, entendido como el sufrimiento humano y la existencia del mal moral en el mundo, ha sido un desafío para la idea de una divinidad benevolente y todopoderosa. En este ensayo, se examinará la relación entre la conciencia de Dios y el problema del mal, y se presentarán algunas reflexiones sobre esta cuestión.

Para muchos creyentes, la idea de Dios es inseparable de la idea del bien, la justicia y la compasión. Según esta visión, Dios es el origen y la fuente de todo lo que es bueno, y el mal es la ausencia o la negación de la bondad divina. Desde esta perspectiva, el sufrimiento humano y el mal moral son resultado de la libertad humana y de la acción del mal en el mundo, pero no implican que Dios sea responsable directo de estos males.

Sin embargo, esta explicación ha sido criticada por muchos filósofos y teólogos, quienes argumentan que la existencia del mal contradice la idea de una divinidad omnipotente, omnisciente y benevolente. Si Dios es todopoderoso, ¿por qué permite que exista el mal? Si Dios es omnisciente, ¿por qué no previene el sufrimiento humano y el mal moral? Si Dios es benevolente, ¿cómo puede permitir que sus criaturas sufran y sean víctimas del mal?

Una posible respuesta a estas preguntas es la idea de que el mal es necesario para el desarrollo humano y la libertad moral. Según esta perspectiva, el sufrimiento y el mal moral son una parte inevitable del proceso de crecimiento humano y de la búsqueda de la verdad y la justicia. El sufrimiento puede llevar a las personas a una mayor compasión y empatía, y el mal moral puede ser un incentivo para la acción ética y el cambio social.

Otra posible respuesta es la idea de que Dios trabaja a través del mal para lograr un bien mayor. Según esta visión, Dios permite que el mal ocurra como parte de un plan divino más amplio, que incluye la redención y la salvación del mundo. El sufrimiento humano y el mal moral son un medio para lograr un fin superior, que es la realización del propósito divino.

En cualquier caso, la relación entre la conciencia de Dios y el problema del mal sigue siendo un tema complejo y polémico, que plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la realidad y la existencia humana. Para muchos creyentes, la conciencia de Dios es una fuente de esperanza y consuelo en medio del sufrimiento y el mal. Para otros, la idea de una divinidad benevolente y todopoderosa sigue siendo un misterio incomprensible, que desafía la razón y la comprensión humana

La «conciencia divina» es un concepto que puede tener diferentes interpretaciones y significados dependiendo de la perspectiva religiosa o filosófica desde la cual se aborde. Desde una perspectiva cristiana, la «conciencia divina» podría referirse a la creencia en la presencia y guía de Dios en la vida de las personas, así como en la capacidad del ser humano de reconocer y responder a esa presencia y guía.

En el cristianismo, se cree que Dios se comunica con sus seguidores a través de su Palabra (la Biblia), de la oración y de la presencia del Espíritu Santo. La conciencia divina podría entenderse, entonces, como la capacidad del creyente de discernir la voluntad de Dios a través de estas vías de comunicación.

El apóstol Pablo habla de la conciencia en varias de sus cartas, y hace referencia a la importancia de seguir la guía de la conciencia, que según él es una especie de voz interior que nos indica lo que es correcto y lo que es incorrecto a la luz de los mandamientos de Dios. En la carta a los Romanos, por ejemplo, Pablo dice que «la conciencia da testimonio con nosotros» (Romanos 2:15), y en su carta a los Corintios señala que «mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo» (1 Corintios 1:12).

En resumen, desde una perspectiva cristiana, la «conciencia divina» podría entenderse como la capacidad que tienen los creyentes de reconocer la voluntad de Dios a través de la comunicación divina, y de seguir esa guía a través de su conciencia, que está iluminada por el Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento, el concepto de Dios se presenta de diversas maneras, y aunque no se usa explícitamente el término «conciencia divina», se puede inferir que Dios tiene conocimiento y toma decisiones basadas en su juicio y conocimiento. Por ejemplo, se presenta a Dios como un ser que juzga y castiga a los que hacen el mal y recompensa a los que hacen el bien (Salmos 7:11-13; 96:13).

Además, se describe a Dios como un ser que se comunica con los seres humanos, por ejemplo, hablando a través de profetas o revelando su voluntad a líderes religiosos como Moisés. En estas ocasiones, se puede entender que Dios actúa guiado por su conocimiento y sabiduría, lo que podría considerarse una forma de conciencia.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que el concepto de «conciencia» tal como lo entendemos hoy en día es una construcción cultural y filosófica que ha ido evolucionando con el tiempo. En el contexto histórico y cultural en el que se escribió el Antiguo Testamento, la noción de conciencia podría haber sido diferente o incluso inexistente, por lo que es posible que no se haya utilizado este término para referirse a Dios.

En resumen, aunque no se mencione explícitamente el término «conciencia divina» en el Antiguo Testamento, se puede inferir que Dios actúa guiado por su conocimiento y juicio, y que se comunica con los seres humanos para revelar su voluntad.

En la teología y la filosofía religiosa, se han dado diversas interpretaciones sobre la «conciencia de Dios». A continuación, te presento algunos autores que han abordado este tema desde diferentes perspectivas:

San Agustín de Hipona:

Uno de los padres de la iglesia cristiana, San Agustín, habló sobre la «conciencia divina» en su obra «Confesiones». Él planteaba que Dios tiene una conciencia perfecta e infinita, que conoce todas las cosas y se comunica con los seres humanos a través de su Palabra y de la creación

Tomás de Aquino:

Tomás de Aquino: Este filósofo y teólogo medieval, uno de los más influyentes de la Iglesia Católica, también habló de la conciencia de Dios en su obra «Summa Theologiae». Según él, Dios tiene una conciencia que es inseparable de su esencia, y que incluye la inteligencia y la voluntad. Dios conoce todas las cosas, incluso las cosas ocultas, y actúa de acuerdo con su sabiduría y su amor.

Baruch Spinoza:

Baruch Spinoza: Este filósofo holandés del siglo XVII propuso una visión panteísta de la realidad, en la que Dios y la naturaleza son lo mismo. Según Spinoza, Dios tiene una conciencia que es idéntica a la conciencia del universo, y que incluye todo lo que existe en él. La conciencia de Dios se manifiesta en la armonía y el orden del mundo

Paul Tillich:

Este teólogo protestante del siglo XX habló de la «conciencia última» como una dimensión de Dios. Según él, Dios es la fuente y el fundamento de toda la realidad, y su conciencia es la que sostiene todo lo que existe. La conciencia de Dios es el principio que da sentido y valor a la vida humana.

El Magisterio de la Iglesia Católica

Enseña sobre la conciencia de Dios desde una perspectiva teológica y doctrinal. La doctrina católica sobre la conciencia de Dios se basa en la revelación divina contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia.

En el Islam

la conciencia de Dios es una parte fundamental de la fe y de la vida de los musulmanes. Según el Corán, Dios se manifiesta en la creación y en la vida de las personas, y su presencia se siente en la conciencia y en el corazón de los creyentes.

Estos son solo algunos ejemplos de autores que han hablado sobre la conciencia de Dios desde diferentes perspectivas religiosas y filosóficas. La idea de la conciencia divina es compleja y ha sido abordada de diversas maneras por diferentes pensadores a lo largo de la historia. Haré un abortamiento con estas referencias.

San Agustín de Hipona es uno de los más importantes teólogos y filósofos cristianos de la antigüedad tardía. En su obra «Confesiones» y «La Trinidad», San Agustín habla sobre la conciencia de Dios y su relación con el mundo y los seres humanos.

En primer lugar, San Agustín plantea que Dios tiene una conciencia perfecta e infinita que conoce todas las cosas. La conciencia de Dios es una parte fundamental de su esencia divina y es inseparable de su poder y su amor. Para San Agustín, la conciencia de Dios es la fuente de toda la realidad, y es el principio que da sentido y valor a la vida humana.

En su obra «La Trinidad», San Agustín habla de la conciencia de Dios como una unidad de tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La conciencia de Dios, según San Agustín, es la fuente de toda la verdad y el amor, y es el principio que guía la vida humana hacia la salvación y la felicidad eterna.

Además, San Agustín defiende la idea de que Dios se comunica con los seres humanos a través de su Palabra y de la creación. En su obra «Confesiones», San Agustín cuenta su propia experiencia personal de búsqueda de Dios, y cómo encontró a Dios a través de la Palabra de Dios y de la belleza de la creación. Para San Agustín, la conciencia de Dios es accesible a todos los seres humanos que buscan sinceramente una relación con él.

Por otro lado, San Agustín también habla sobre la conciencia humana y su relación con la conciencia de Dios. Para él, la conciencia humana es una participación limitada en la conciencia de Dios. La conciencia humana es capaz de conocer la verdad y el bien gracias a su participación en la conciencia divina. Sin embargo, la conciencia humana también es limitada y está sujeta al error y al pecado, lo que requiere una continua búsqueda de la verdad y la purificación del corazón.

En conclusión, San Agustín de Hipona habla sobre la conciencia de Dios como una parte esencial de su ser divino, que se manifiesta en la creación, la Palabra y la Trinidad. Para él, la conciencia de Dios es la fuente de toda la verdad y el amor, y es el principio que guía la vida humana hacia la salvación y la felicidad eterna. La conciencia humana, por su parte, es una participación limitada en la conciencia divina y requiere una continua búsqueda de la verdad y la purificación del corazón. La obra de San Agustín sigue siendo relevante hoy en día como una fuente de sabiduría espiritual y filosófica para los cristianos y para cualquier persona en busca de la verdad y la trascendencia.

Santo Tomás de Aquino, uno de los más importantes filósofos y teólogos de la Edad Media, habla extensamente sobre la conciencia de Dios en su obra «Summa Theologica». En esta obra, Santo Tomás defiende la existencia de Dios como un ser supremo y absoluto, y explora la naturaleza de la conciencia divina y su relación con el mundo y los seres humanos.

En primer lugar, Santo Tomás defiende la idea de que Dios tiene una conciencia perfecta e infinita, que conoce todas las cosas por sí mismo. La conciencia de Dios es una parte esencial de su esencia divina, y es la fuente de toda la realidad y la verdad. Para Santo Tomás, la conciencia de Dios es una «inteligencia infinita» que lo sabe todo y que es capaz de comprender todo lo que existe.

Además, Santo Tomás habla sobre la relación entre la conciencia de Dios y la creación. Según él, Dios es la causa primera y última de todo lo que existe en el universo, y la conciencia de Dios es lo que sostiene y da sentido a toda la creación. La conciencia de Dios es la fuente de toda la verdad y la bondad que hay en el mundo, y es lo que guía a los seres humanos en su búsqueda de la verdad y la felicidad.

Santo Tomás también habla sobre la relación entre la conciencia de Dios y los seres humanos. Para él, los seres humanos son criaturas creadas por Dios y tienen una relación íntima con él. La conciencia humana es una participación limitada en la conciencia divina, y es gracias a ella que los seres humanos pueden conocer la verdad y el bien. Santo Tomás defiende la idea de que la conciencia humana está hecha a imagen de la conciencia divina, y que los seres humanos tienen una responsabilidad moral de vivir de acuerdo con los principios divinos de la verdad y la bondad.

Por último, Santo Tomás habla sobre la relación entre la conciencia de Dios y la revelación divina. Para él, Dios se comunica con los seres humanos a través de la revelación divina, que se manifiesta en la Biblia y en la Iglesia. La conciencia de Dios es accesible a los seres humanos que buscan sinceramente una relación con él, y es a través de la revelación divina que los seres humanos pueden conocer la verdad y la voluntad de Dios.

En conclusión, Santo Tomás de Aquino habla sobre la conciencia de Dios como una parte esencial de su esencia divina, que conoce todo y es la fuente de toda la realidad y la verdad. La conciencia de Dios es la que sostiene y da sentido a toda la creación, y es lo que guía a los seres humanos en su búsqueda de la verdad y la felicidad. La conciencia humana es una participación limitada en la conciencia divina, y es gracias a ella que los seres humanos pueden conocer la verdad y el bien. La obra de Santo Tomás sigue siendo relevante hoy en día como una fuente de sabiduría filosófica y teológica para los cristianos y para cualquier persona en busca de la verdad y la trascendencia.

Baruch Spinoza, uno de los filósofos más influyentes de la Edad Moderna, tiene una visión radicalmente diferente de la conciencia de Dios en comparación con los filósofos cristianos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino. En su obra «Ética demostrada según el orden geométrico», Spinoza defiende una visión panteísta de Dios, en la que Dios y la naturaleza son idénticos y forman un todo indivisible.

Para Spinoza, la conciencia de Dios es la misma que la naturaleza y el universo, y no es una entidad separada y distinta de la realidad. En su visión panteísta, Dios no es un ser personal y antropomórfico que interviene en el mundo y se preocupa por los seres humanos, sino que es la totalidad de la realidad, incluyendo el mundo físico, las leyes de la naturaleza, la mente humana y todo lo que existe.

Spinoza defiende la idea de que Dios es la única sustancia que existe y que todo lo que existe es una parte de Dios. En su obra, él escribe: «Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita». Según Spinoza, la conciencia de Dios es la conciencia que tiene la totalidad de la realidad de sí misma, y no una conciencia separada y consciente de sí misma.

Para Spinoza, la conciencia humana es una parte de la conciencia de Dios, y es a través de la razón y la comprensión de la naturaleza que los seres humanos pueden llegar a conocer a Dios. Spinoza defiende la idea de que la razón es la herramienta fundamental para entender la realidad y conocer a Dios, y que la emoción y la fe son insuficientes para lograrlo.

En conclusión, Baruch Spinoza tiene una visión radicalmente diferente de la conciencia de Dios en comparación con los filósofos cristianos. Para Spinoza, la conciencia de Dios es la misma que la naturaleza y el universo, y no es una entidad separada y distinta de la realidad. Dios no es un ser personal y antropomórfico que interviene en el mundo y se preocupa por los seres humanos, sino que es la totalidad de la realidad, incluyendo el mundo físico, las leyes de la naturaleza, la mente humana y todo lo que existe. La conciencia humana es una parte de la conciencia de Dios, y es a través de la razón y la comprensión de la naturaleza que los seres humanos pueden llegar a conocer a Dios.

Según Tillich, la conciencia de Dios no se refiere a la capacidad de Dios para conocer todas las cosas, sino a la capacidad del ser humano para tener conciencia de Dios. En otras palabras, la conciencia de Dios se refiere a la capacidad humana para experimentar la presencia de Dios en el mundo y en la propia vida. Tillich considera que esta experiencia de la presencia divina es fundamental para la existencia humana, ya que le da sentido y propósito.

Para Tillich, la conciencia de Dios es una respuesta a la «preocupación última» de la humanidad. La preocupación última es aquello que nos preocupa de manera fundamental, aquello que nos quita el sueño y nos hace cuestionarnos el sentido de la vida y de la existencia. Según Tillich, la preocupación última es la necesidad humana de encontrar un sentido último y profundo que trascienda lo inmediato y lo cotidiano.

La conciencia de Dios, para Tillich, es la respuesta a la preocupación última. Es la experiencia de la presencia divina que da sentido y propósito a la existencia humana. La conciencia de Dios, por tanto, no es una creencia en una entidad sobrenatural, sino una experiencia existencial que nos permite conectar con lo que es más profundo y significativo en nosotros mismos y en el mundo.

Tillich también habla de la «dimensión religiosa» de la conciencia de Dios. Según él, la dimensión religiosa es aquella que nos permite conectar con lo que es más allá de nosotros mismos, con aquello que nos trasciende y nos da un sentido de unidad con el mundo y con los demás seres humanos. La conciencia de Dios, por tanto, es una dimensión religiosa que nos permite experimentar la presencia divina en la propia vida y en la vida de los demás.

En resumen, Paul Tillich considera que la conciencia de Dios es una experiencia existencial que nos permite conectar con lo más profundo y significativo en nosotros mismos y en el mundo. Es la respuesta a la preocupación última de la humanidad y nos permite encontrar un sentido y propósito en la vida. La conciencia de Dios es una dimensión religiosa que nos permite conectar con lo que nos trasciende y nos da un sentido de unidad con el mundo y con los demás seres humanos. Otro tema a destacar sobre conciencia divina es lo que el Magisterio aporta:

Según el Magisterio de la Iglesia, la conciencia de Dios es una realidad universal y evidente para todos los seres humanos. La presencia de Dios en el mundo y en la propia vida se manifiesta de diversas maneras, tanto a través de la creación y la naturaleza, como a través de la conciencia moral y la búsqueda de la verdad.

La Iglesia enseña que la conciencia de Dios es una realidad que trasciende la razón y la experiencia humana, y que solo se puede conocer a través de la fe y la gracia divina. Dios se revela a sí mismo en la historia de la salvación, a través de su Palabra en la Sagrada Escritura y en la persona de Jesucristo.

La conciencia de Dios, por tanto, no se limita a una experiencia subjetiva o individual, sino que se basa en una realidad objetiva y trascendente. Dios es el fundamento de toda la realidad y el origen de toda la vida, y su presencia en el mundo y en la propia vida es una realidad que debe ser reconocida y aceptada por todos los seres humanos.

En cuanto a la relación del ser humano con Dios, el Magisterio de la Iglesia enseña que la conciencia de Dios lleva a una respuesta de fe y amor. La fe es la respuesta humana a la revelación divina y consiste en aceptar la verdad sobre Dios y su obra de salvación. El amor, por su parte, es la respuesta a la presencia divina en el mundo y en la propia vida, y se manifiesta en la caridad hacia los demás y en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

En resumen, el Magisterio de la Iglesia Católica enseña que la conciencia de Dios es una realidad universal y evidente para todos los seres humanos, que se manifiesta en la creación, la naturaleza, la conciencia moral y la búsqueda de la verdad. La conciencia de Dios se basa en la revelación divina contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, y lleva a una respuesta de fe y amor hacia Dios y los demás seres humanos

En el Islam, la conciencia de Dios es una parte fundamental de la fe y de la vida de los musulmanes. Según el Corán, Dios se manifiesta en la creación y en la vida de las personas, y su presencia se siente en la conciencia y en el corazón de los creyentes. La creencia en la unidad de Dios, o tawhid, es uno de los pilares fundamentales del Islam, y se basa en la conciencia de Dios como una realidad trascendental y omnipresente. Para los musulmanes, la conciencia de Dios implica una entrega total a su voluntad y una obediencia a sus mandatos, lo que se conoce como Islam.

En el Islam, la conciencia de Dios se expresa a través de la oración, el ayuno, la limosna y la peregrinación a La Meca, conocida como Hajj. Estas prácticas religiosas son una forma de conexión con Dios y de expresión de la conciencia de su presencia y de su poder en la vida de los creyentes. Además, el Islam enfatiza la importancia de la conciencia moral y de la responsabilidad individual ante Dios. Los musulmanes creen que cada persona es responsable de sus acciones y que será juzgada por Dios en el Día del Juicio. Esta conciencia de la responsabilidad moral y de la rendición de cuentas ante Dios guía la vida de los creyentes y les ayuda a tomar decisiones éticas y justas.

En resumen, la conciencia de Dios es una parte fundamental de la fe y de la vida de los musulmanes. Se basa en la creencia en la unidad de Dios y en su presencia en la vida de las personas y en la creación. Esta conciencia se expresa a través de prácticas religiosas como la oración y el ayuno, y se manifiesta en la responsabilidad moral y en la obediencia a los mandatos divinos.

¿Qué dicen los ateos filósofos y agnósticos sobre la conciencia de Dios?

Los ateos filósofos generalmente niegan la existencia de Dios y, por lo tanto, no reconocen la idea de una conciencia de Dios. Algunos ateos filósofos argumentan que la idea de Dios es una invención humana y que no hay pruebas suficientes para sostener su existencia.

Por ejemplo, el filósofo y científico británico, Richard Dawkins, en su libro «El espejismo de Dios», argumenta que la idea de Dios es un delirio y que no hay evidencia empírica que demuestre su existencia. Según Dawkins, la creencia en Dios es un error y la ciencia es la única fuente confiable de conocimiento sobre el mundo.

Por otro lado, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, en su obra «Así habló Zaratustra», criticó la idea de Dios y la religión como una forma de escapismo y de negación de la vida. Según Nietzsche, la creencia en Dios y en la vida después de la muerte es una forma de evitar enfrentar los problemas y las dificultades de la vida terrenal.

En general, los ateos no reconocen la idea de la conciencia de Dios como una realidad objetiva, y argumentan que la religión y la creencia en Dios son productos de la cultura y de la imaginación humana. Sin embargo, es importante señalar que existen diferentes corrientes de pensamiento dentro del ateísmo y que algunos filósofos ateos pueden tener enfoques y argumentos diferentes sobre este tema.

La comunidad agnóstica no tiene una opinión uniforme sobre la conciencia de Dios, ya que se trata de una posición filosófica que se caracteriza por la falta de certeza sobre la existencia o no existencia de Dios.

En general, los agnósticos no afirman ni niegan la existencia de Dios, y se consideran escépticos respecto a la posibilidad de conocer la verdad absoluta sobre este tema. Por lo tanto, algunos agnósticos pueden estar abiertos a la idea de una conciencia divina, mientras que otros pueden considerarla una especulación sin base empírica.

En cualquier caso, los agnósticos suelen enfatizar la importancia de la duda y la reflexión crítica sobre todas las creencias y afirmaciones, incluyendo las relacionadas con la religión y la conciencia de Dios. Para ellos, la razón y la evidencia empírica son los principales instrumentos para llegar a conclusiones racionales y fundamentadas sobre la realidad, y la fe o la especulación no tienen un lugar preponderante en su visión del mundo

En conclusión, la relación entre la conciencia de Dios y el problema del mal es uno de los debates más complejos y debatidos en la filosofía y la teología. A lo largo de la historia, diferentes pensadores han abordado este tema desde diversas perspectivas, tratando de responder a preguntas fundamentales sobre la naturaleza de Dios y la existencia del mal en el mundo.

Aunque ninguna de estas perspectivas puede ofrecer una respuesta definitiva al problema del mal, todas ellas nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza de Dios, la existencia del sufrimiento humano y nuestro papel en el mundo. En última instancia, la conciencia de Dios puede ser una fuente de consuelo y esperanza para aquellos que enfrentan el sufrimiento y la injusticia, y una llamada a la acción para aquellos que buscan construir un mundo mejor y más justo para todos.

Nuestro desafío, como seres humanos que buscamos comprender la relación entre la conciencia de Dios y el problema del mal, es seguir explorando y reflexionando sobre este tema, en un diálogo continuo entre la filosofía, la teología y las experiencias humanas. Debemos mantener nuestra mente abierta a nuevas ideas y perspectivas, y estar dispuestos a desafiar nuestras creencias y suposiciones.

Además, debemos trabajar activamente para combatir el mal y el sufrimiento en el mundo, utilizando nuestros dones y habilidades para hacer una diferencia positiva en la vida de los demás. Podemos hacer esto a través de acciones concretas, como la caridad y la justicia social, y también a través de la oración y la meditación, buscando la guía y la fuerza de la conciencia de Dios para enfrentar los desafíos de la vida.

En última instancia, nuestro desafío es encontrar significado y propósito en medio del sufrimiento y la injusticia, confiando en que la conciencia de Dios está presente en el mundo, guiándonos hacia un futuro mejor y más esperanzador.

Finalmente presento algunas referencias de autores que han escrito sobre la conciencia de Dios y el problema del mal:

  • San Agustín de Hipona: «Confesiones» y «De Civitate Dei»
  • Santo Tomás de Aquino: «Summa Theologiae»
  • Baruch Spinoza: «Ética»
  • Paul Tillich: «Dinámica de la fe»
  • Richard Swinburne: «La existencia de Dios»
  • John Hick: «La teología del mal»
  • Alvin Plantinga: «Dios, libertad y el problema del mal»
  • David Lewis: «El mal y la omnipotencia divina»
  • Eleonore Stump: «El problema del mal y la compasión de Dios»
  • Marilyn McCord Adams: «Horrendous Evils and the Goodness of God»

Estos autores presentan diversas perspectivas y argumentos sobre el tema, lo que puede ayudarnos a profundizar nuestra comprensión de la conciencia de Dios y el problema del mal.

A continuación, la siguiente pregunta

¿Cómo puede coexistir la creencia en una divinidad omnipotente, omnisciente y benevolente con la existencia del mal y el sufrimiento humano?

Referencias

  • ü San Agustín de Hipona: Confesiones. (397-400). De Civitate Dei. (413-426).
  • Aquino, T. (1981). Summa Theologiae. Compañía General Fabril Editora.
  • Spinoza, B. (2008). Ética. Alianza Editorial.
  • Tillich, P. (1957). Dinámica de la fe. Editorial Trotta.
  • Swinburne, R. (2004). La existencia de Dios. Herder.
  • Hick, J. (1999). La teología del mal. Trotta.
  • Plantinga, A. (1974). Dios, libertad y el problema del mal. Eerdmans.
  • Lewis, D. (1989). El mal y la omnipotencia divina. En R. P. Phillips (Ed.), Ética y filosofía de la religión (pp. 97-114). Alianza Editorial.
  • Stump, E. (2003). El problema del mal y la compasión de Dios. Anuario Filosófico, 36(2), 371-388.
  • ü Adams, M. M. (1999). Horrendous Evils and the Goodness of God. Cornell University Press.

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