Minerva esperaba desdibujada sobre la fría banca de aluminio en la terminal número dos del Aeropuerto internacional de Orlando, bañada en su propio sudor, fastidiada del bullicio y sobre todo de sus indómitos hijos que corrían salvajemente por toda la sala. Su marido, Miguel Rodrigo Escalona de la Borbolla, un exitoso empresario en la capital del país, corría detrás de los pequeños Juan Esteban y Luis Eustaquio de dos y seis años respectivamente. Parecía una suerte de juego de quemados ya que cada que Rodrigo daba alcance a uno de sus hijos, el otro desaparecía entre la poblada sala de espera. Su vuelo, con el infortunado aunque atinado número ALV 8636 tenía más de siete horas de retraso, tiempo que la joven pareja había pasado en la sala de espera de la terminal lidiando con la hiperactividad de sus pequeños. Otros viajeros habrían condenado las limitadas habilidades y la actitud de la joven pareja respecto del cuidado de sus hijos, que se limitaban a perseguirlos, sentarlos en contra de su voluntad y darles un teléfono móvil con la esperanza de sosegarlos por un tiempo con juegos o vídeos, un estratagema que funcionaba por algunos instantes. < cada año es peor Rodrigo, más tiempo de espera, los niños más salvajes. Estas no son vacaciones, son una carga y estoy harta > Expresó en voz alta y con evidente frustración. Eventualmente el vuelo llegó aunque ello no puso fin a la frustración de Minerva, quien tuvo que abrirse pasos a empujones ya que la aerolínea “muera el autobús” operaba en aquel momento bajo un esquema de boletaje sin numeración que se traducía en un juego de las sillas donde cada pasajero era libre de asumir el lugar que le diera en gana. El vuelo de poco más de tres horas probaría ser tortuoso, primero porque por algún motivo el aire acondicionado no funcionaba y después, Juan Esteban que aún usaba pañales había tenido un catastrófico accidente de escatológicas proporciones cuyo aroma inundó la aeronave para aunar a lo miserable de la situación. Rodrigo se apeó con el niño en brazos con dirección al lavatorio de la aeronave, en el trayecto los pies del pequeño Juan Esteban golpearían a un sujeto de desdichada estampa que se apeó con violencia y dirigió una breve batería de injurias a Rodrigo mientras una mujer que lo acompañaba se enfrascaba en una diatriba sin sentido colmada de moralidad y religiosidad que a Rodrigo se le resbaló mientras desaparecía con el pequeño al interior del lavatorio. Al mismo tiempo el pequeño Luis Eustaquio, quien en el nombre llevaba la cruz, había lanzado un figurín de Spiderman en dirección a los asientos de la parte trasera de la aeronave que hizo blanco en el vulnerable y calvo craneo de un sujeto de mediana edad que afirmaba ser abogado y amagaba con devolver el golpe al niño al mismo tiempo que dos pasajeros le sujetaban de los brazos procurando calmar su rabia. La situación fue menguando después de que el capitán de la nave hiciera una advertencia por el altoparlante. Por fortuna la aerolínea no buscaría fincar culpas ni responsabilidades a los pasajeros rijosos ya que tenía cinco horas de retraso para el siguiente vuelo de la aeronave.

Ya en el aeropuerto de la capital, la pareja y los niños tuvieron que esperar poco mas de una hora para que su equipaje hiciera su aparición. La actitud de Minerva para entonces era de lo más tóxica que Rodrigo le hubiera conocido. Él por su parte cargaba a Juan Esteban con el brazo derecho mientras Luis Eustaquio colgaba de su brazo izquierdo a modo de no hacer contacto con el piso, que en la mente del niño era lava. Después de recoger el equipaje la pareja y los niños se dirigieron al estacionamiento del aeropuerto de la capital, Rodrigo le pidió a Minerva el ticket del estacionamiento que ella tenía guardado en su bolsa de mano, esperando de forma ilusa que en él se encontrara plasmado el número de espacio de estacionamiento donde habían aparcado la camioneta. Rodrigo buscó por casi una hora la camioneta blanca de Minerva en cada uno de los seis niveles del estacionamiento hasta que asistido por un chalán que encontró en la caseta de cobro dió con el vehículo que estaba arrinconado en una esquina en el cuarto nivel. El camino del aeropuerto a la casa de los Escalona habría sido igualmente ingrato para Rodrigo quien tuvo que soportar la colérica diatriba de su mujer sobre todo lo que estuvo mal en el viaje que ella misma había programado, sin embargo, Rodrigo que ya contaba más de diez años de casado y conocía el infierno de contradecir a su mujer, guardó silencio, ocasionalmente asintiendo con la cabeza a los más virulentos comentarios de su mujer. < el lugar más feliz del mundo, ¡ni madre!, dos horas para subirse a un pinche juego, pésimo servicio, todo carísimo > decía Minerva encolerizada. Para la mala fortuna de la familia, el tráfico en la ciudad era inclemente debido a la manifestación de un grupo de profesores disidentes que habían bloqueado dos de las principales arterias de circulación de la ciudad. Pasadas las doce de la noche la familia finalmente llegó a su casa, Rodrigo se permitió inhalar profundamente y exhalar con violencia al mismo tiempo que sujetaba el volante firmemente con ambas manos.

Minerva había conocido a Rodrigo en una fiesta familiar a la que originalmente no tenía ninguna intención de acudir, de una tía que no conocía, prima segunda de su mamá de la que nunca había escuchado absolutamente nada hasta aquel día. Rodrigo por su parte, venía de estudiar dos años en Inglaterra tras haber ganado la prestigiosa beca Rhoades y habría sido arrastrado a la reunión mediante los cuidadosamente envelados chantajes de su señora madre. Los presentó la tía Remedios, hermana de la mamá de Minerva, quien tuvo el tino de dejarlos solos instantes después, Rodrigo y Minerva se cayeron bien inmediatamente, aunque no se encontraron atraídos con la misma celeridad empezaron a salir juntos poco tiempo después de aquella fiesta familiar. Rodrigo empezó a salir con una chica boba e insulsa de buena familia llamada Silvia, que ostentaba epicúreas líneas y un elegante estilo de vestir, lamentablemente para ella Rodrigo rápidamente entendió que el asunto estaba condenado al fracaso, lo que no lo disuadió de seguir saliendo con la chica; al mismo tiempo Minerva tenía una relación de más de ocho años con un sujeto ampliamente desdeñable llamado Fernando de corta estatura, amplio vientre y potente bigote que decía ser hijo de un diputado. Ni a Minerva le agradaba Silvia ni a Rodrigo le simpatizaba el tal Fernando pero a menudo convivían en pareja juntos. Iban al cine o al teatro y después a cenar, Minerva que había estudiado ciencia política y era la más extrovertida dominaba la conversación, mientras que Fernando desprovisto de argumentos intervenía con pasión y estulticia hasta que Minerva lo ubicaba en su lugar. A Rodrigo la dinámica le resultaba divertida, Minerva le parecía más atractiva cada que defendía apasionadamente su punto ante la reticencia de su pareja, se podría decir que la admiraba, una situación que no pasaba del todo desapercibida para Silvia quien durante aquellas tertulias permanecía absorta en su móvil procurando que el tiempo transcurriese a prisa. Al cabo de unos meses Minerva mando a Fernando llorando con su padre cuando rechazó su propuesta de matrimonio y terminó la relación, en su mente se merecía más. Días antes Silvia quien no se hallaba ni con Rodrigo ni con sus amigos también habría terminado su relación con él en favor de otro sujeto ignoto. Rodrigo y Minerva pasarían otro par de meses saliendo como amigos, cada uno de ellos estaba absorto en su profesión y no precisaban de una relación sentimental hasta que llegó Febrero y se encontraron en una clicheesca situación al más puro estilo de “Cuando Harry conoció a Sally”.

Salieron de novios por sólo cuatro meses hasta que optaron por mudarse a vivir juntos, una situación que Doña Minerva Olguín condenó hasta el hartazgo en la manera más enfática posible, era la única sin embargo, ya que a las familias de ambos la relación les parecía de lo más linda. Comenzaron a viajar en auto cada fin de semana por todo el país, Rodrigo conducía con sobrada eficiencia y tenía gusto para hacerlo, Minerva por su parte era el perfecto copiloto, verificaba la ruta, disponía refrigerios, le cambiaba las gafas a Rodrigo y no le paraba la boca ni en defensa propia, estaba llena de datos y factoídes que Rodrigo encontraba sumamente interesantes, también le gustaba cantar las canciones que sonaban en la radio, las conocía todas de memoria y las acompañaba de una coreografía específica para cada una. Rodrigo, que era un tipo muy culto, era más bien reservado y apacible de fácil sonrisa y gentil disposición, veía en Minerva el propósito que le faltaba en la vida y eso lo hacía feliz. Minerva por su parte veía en Rodrigo al principe azul que le habían prometido todas aquellas películas de princesas de caricatura que había visto de niña, era atento, considerado y consistentemente detallista, no tenía el hábito de decir mentiras ni apetitos subrepticios y aunque conocía perfectamente cada injuria en cuatro idiomas no se permitía decirlas en su presencia, lo que lo hacía ante sus ojos el hombre perfecto.

Contrajeron matrimonio en un bella exhacienda al sur de la capital que Minerva decoró ayudada de sus más cercanas amigas y su hermana, Rodrigo se habría encargado de todos los gastos dado que el padre de Minerva no tenía un duro en que caerse muerto, un hecho que no lo inhibió de recibir con descaro toda suerte de halagos como sí hubiera sido él quien hubiera pagado por la fiesta. A Rodrigo aquel detalle no se le escapaba, aunque tampoco no le causaba molestia, lo que le causaba cierto enfado eran las miradas que le echaba su nueva suegra, quien sospechaba que Minerva estaba embarazada, y quien seguía rezumando veneno a quien tuviera la disposición de escucharla, para ella el hecho de que su hija mayor se hubiera ido a vivir con un hombre antes del matrimonio seguía siendo lapidario para el prestigio de a familia, claro que era la única con esa perspectiva. La familia extendida de Minerva veía a Rodrigo como un buen hombre, algo mandilón incluso, que en palabras del primo Miguel se resumía en la frase < es buen animal >. Salieron de luna de miel al día siguiente, después de desayunar con los maltrechos invitados a la fiesta, con rumbo a la India vía Amsterdam donde pasarían dos días y volverían al país vía Francia donde pasarían también un par de días, todo aquel asunto tomaría 12 días. Minerva era sumamente hábil para elegir vuelos que cualquier otra persona descartaría, ella hacía de cada escala una aventura < por qué hacer un solo viaje si podemos hacer tres > era su argumento al respecto, y tenía razón, así cada año, antes de su cumpleaños y días antes de la semana mayor de pascuas ella y su marido se embarcaban en una aventura a un país distinto y aprovechaban las escalas para conocer otro par de países. Recorrieron toda Europa, América y el Caribe en aquellas épocas, sin mencionar alguno que otro país asiático.

Minerva se había colocado un dispositivo intrauterino muy joven, cuando andaba de novia del tal Fernando y dado el buen funcionamiento que le había dado, se olvidó del asunto, hasta que cinco años después de casada se metió en la cabeza que era buen momento de tener hijos. Rodrigo también estaba entusiasmado del proyecto, no por los mismos motivos que su esposa, aunque tomó de buen agrado la noticia. Lamentablemente el hecho de haber dejado el artilugio sin atención durante tanto tiempo complicó un tanto las cosas, lo que les obligó a someterse a un tratamiento de fertilización que tomaría casi un año. Cuando Luis Eustaquio nació, la dinámica viajera de la pareja cambió. Los viajes internacionales dejarían de ser una opción, así que fueron sustituidos por viajes más frugales a más cortas distancias por regla general a la playa, a uno de esos hoteles donde uno paga una fortuna y se olvida de pagar comidas y bebidas. Al tercer año Minerva estaba fastidiada de aquellos viajes también, coincidentemente aquel año resultó embarazada por segunda ocasión, un descuido producto de un engañoso elixir que el bar tender llamaba beso de amor. Juan Esteban nació poco antes de navidad, dando al traste con el poco control que le quedaba a Minerva en el departamento de las vacaciones familiares, al mismo tiempo Rodrigo se apuntó el éxito más grande de su carrera al coordinar la fusión de dos gigantescas empresas. Dejarían de viajar internacionalmente después de aquello ya que cuidar dos niños no es cosa menor.

A unas semanas de la tradicional salida de vacaciones de la familia, Minerva que aún guardaba un mal sabor de boca por los eventos del año anterior no tenía ninguna ilusión de salir a ninguna parte < mejor nos quedamos a ver películas, les contratamos a una niñera y descansamos > esbozó con resignación. Rodrigo conmiserando con su esposa respondió < de ninguna manera corazón, he tomado cartas en el asunto y tengo una gran idea >. La compañía de Rodrigo acababa de adquirir la propiedad de una enorme finca enclavada en un frondoso bosque a la orilla de un bellísimo lago, el inmueble estaría destinado para los retiros de trabajo y las actividades de integración que las grandes empresas realizan para sus empleados en aras de abonar a la unidad y moral del equipo. La propuesta de Rodrigo era salir en grupo con dos parejas más que se encontrasen en la misma situación en la que ellos se encontraban, refiriéndose por supuesto a sus hijos. Acto seguido Rodrigo le propuso a su mujer hacer audiciones a seis parejas a las que ya les había echado el ojo. Minerva que no estaba convencida del proyecto aceptó de mala gana, asumiendo de antemano que el proceso de audiciones que su marido tenía en mente recaería sobre sus hombros pero estaba equivocada. Rodrigo contrató un salón privado en el famoso y francamente sobrevalorado restaurante Piko, apto como para unas veinte personas y convocó a seis parejas jóvenes que fueron llegando al lugar con sobrada puntualidad. Habían los elegantes, los casuales y los, francamente, desgarbados; En esta última categoría caían Miranda y Rafael, ella era muy simpática y atenta, era mesurada en el comer y en el beber y podía sobrellevar con eficacia la plática con Minerva. Él por su parte parecía un mimo, gesticulaba con exageración y conversaba poco, incluso parecía que enmudecía su risa. Otra pareja que le agradó a Minerva eran Sebastian y Enedina, ella era diseñadora de ropa, tenía buen gusto y claramente era la persona dominante en su pareja; Él tenía una buena presencia, era buen conversador y sobre todo, no se aferraba a su opinión, incluso parecía deleitado de dejar que Minerva se saliera con la suya, lo que le ganó a la pareja puntos. Rodrigo había dispuesto una serie de tarjetitas rotuladas con los ítems que previamente había acordado con Minerva para evaluar a los candidatos. Al terminar la reunión, un falso aniversario que Rodrigo usaría como excusa para justificar el evento, había tres parejas de candidatos para el viaje de vacaciones. < nos falta la segunda ronda > dijo Rodrigo en tono burlón. < A este país también pero henos aquí > contestó Minerva aún sin pleno convencimiento en el plan de su marido. Rodrigo organizó una salida al parque aquel de las banderas al sur de la ciudad con todo y niños. Las parejas llegarían con puntualidad a la cita, Miranda y Rafael acompañados de Natalia y Beto de cinco y ocho años de edad respectivamente; Sebastián y Enedina de José y Javier de seis y nueve años; y Germán y Luisa acompañados de Germancito y Luisita de dos y siete años. Se subieron a todas las atracciones con sobrada eficiencia, gracias a la buena disposición de Rafael quien tenía una habilidad tremenda para entregar dádivas a los dependientes en las más discretas formas, que le ganó el mote de “tranza-man” en el grupo, en defensa de Sebastian a quien se le ocurrió el apodo, estaban de moda los súper héroes en el cine. Miranda por su parte, se destacó a los ojos de Minerva por su facilidad para entretener a los niños con toda suerte de actividades y objetivos pueriles que invariablemente terminaban en la entrega de algún dulce o regalito que sacaba de su bolsa que parecía no tener fondo. < ellos si Rodrigo, definitivamente sí > le dijo Minerva a su marido en voz muy baja. Sebastián y Enedina iban de segundos en la segunda ronda de audiciones para el viaje hasta que el pequeño Javier le propinó un tremendo puñetazo al pobre Beto en el ojo derecho, < ellos fuera, el niño es violento > dijo Minerva en voz muy baja, Rodrigo asintió con la cabeza en silencio. La discusión que resultó en la golpiza, que Luis Eustaquio relató a su madre después de salir del parque, se había desatado porque Beto se había referido a Javier como un farandulero, un término que habría confundido al menor y que buscaba claridad en la pregunta que había esgrimido a su madre, quien la desechó al encontrarse tan emocionada como lo estaba por el viaje con sus nuevas amigas, con quienes venía intercambiando mensajes de texto frenéticamente para deleite de Rodrigo. < Amor, no te parece que el hijo de Enedina, el que le pegó al hijo de Miriam se parece al niño que sale en el comercial de los cereales esos, ya sabes cuales > Dijo Minerva, Rodrigo se encogió de los hombros. < ¿sabías que existen feromonas, totalmente inofensivas, que reducen la hiperactividad y limitan la violencia? > Expresó Rodrigo. < y ¿eso qué tiene que ver? > preguntó Minerva. < nada supongo, pero me acordé >. Pasarían varias semanas hasta el día en que debían emprender el camino a la casa de retiro en el bosque, durante ese tiempo Minerva habría sostenido varias reuniones con sus nuevas amigas, una por una y en bola, siempre con magnificos resultados. Luisa era encantadora, prudente y exhibía una paciencia interminable con Miranda y Minerva aun a pesar de que de vez en cuando fueran pesadas con ella, no se tomaba nada personal, se reía como ratoncito, cubriendo su boca, que a Minerva le resultaba de lo más cómico. Miranda, que era mucho más extrovertida y burlona, dirigía todas sus bromas a la pobre Luisa no así a Miranda con quien buscaba mantener complicidad.

Rodrigo dispuso que un camion privado de transporte ejecutivo pasara a recoger a todos los viajantes en su casa en punto de las cinco de la madrugada, para sorpresa de Minerva ambas parejas hicieron acto de presencia a la hora en punto, con sus respectivos hijos inertes. El bus estaba provisto de dos literas en la parte trasera donde cada varón depositó a sus hijos, salvo por la pequeña Luisita que al parecer había bebido una jarra de café o se había tomado una de esas bebidas que dan alas, para sorpresa de todos la niña era muy avispada, escuchaba con prudencia y lanzaba atinados comentarios que no interrumpían la dinámica de la conversación. Era un trayecto de cuatro horas que se pasaron volando entre buena conversación, café recién hecho y pastries que Luisa había preparado en la cocina del bus utilizando su receta secreta.

Llegaron a la casa de retiro en punto de las diez de la mañana entre risa y risa. Los niños despertarían instantes antes descansados y con buena actitud. Instantes antes de que llegaran a la casona hizo su arribo un mozo de unos veintitantos años a bordo de un cochecito de nombre Heberto, morenito, bajito y pintoresco con la más grata disposición, quien se encargaría de funciones de bar tender, mesero, lavaplatos y mandadero, él se encargaría de bajar cuidadosamente el equipaje de las entrañas del bus y conducirlas a cada habitación. Las parejas recorrieron la propiedad liderados por Rodrigo quién conocía bien el lugar. Se trataba de un edificio de cuatro niveles al estilo de un chateau suizo con techo a dos aguas construido en su mayoría en madera y piedra caliza, con vigas de madera descubiertas finamente talladas en estilo minimalista y al mismo tiempo campirano, habían magnificas pieles de animales regadas por el enorme hall y varias salas de estar, una el particular llamaba la atención por su enorme chimenea terminada en piedra con apliques de herrería, al fondo había una enorme cocina industrial separada del hall por un par de puertas corredizas automáticas que se accionaban con un botón a cada costado de unos doce o catorce centímetros de diámetro. Al sur había un gran ventanal con vista a una terraza desde donde se podía apreciar una alberca techada con vista al magnifico lago. Sobra decir que Minerva estaba impresionada con el lugar, sus amenidades y el paisaje, casi se va de espaldas cuando entró a su cuarto, que estaba espléndidamente decorado y parecía sacado de las páginas de una revista dirigida a revelar el estilo de vida de los oligarcas. Había una hermosa tina de cerámica en el baño, dos regaderas, dos lavabos, dos excusados con bidet, cortinas de seda y la cama con columnas de intrincado diseño, claramente talladas a mano en cedro rojo. < te bolaste la barda amor > le diría a su marido al mismo tiempo que le daba una tierna nalgada y seguía absorbiendo todo el lujo que disfrutaría durante el viaje.

De la liturgia de cocinar se haría cargo Luisa sin que nadie se lo pidiese, con sobrada eficiencia, parecía pulpo, tenía múltiples ollas y sartenes en la lumbre a distintos niveles de cocción al mismo tiempo que picaba verdura, amasaba harina y marinaba carne y pescado que resultaban en magnificos platillos dignos de un emblemático restaurante. Rafael y German dispusieron la mesa mientras Miriam se ocupaba de los niños. < la comida estará lista en una hora > sentenció Luisa al mismo tiempo que desaparecía por las puertas de la cocina. Heberto, que había terminado de llevar el equipaje a cada habitación, ahora en funciones de bar tender, entregó a Minerva un vaso de cristal bellamente ornamentado con un elixir misterioso que provocó en Minerva una enorme sonrisa < está muy rico, ¿qué es? > preguntó a Heberto con entusiasmo, < es una mezcalina de naranja madame > contestó el joven. A Rodrigo le sirvió un Daiquiri de fresa que él agradeció y se dispuso a beber con su esposa en la terraza desde donde podían ver a sus hijos jugando con los demás bajo la mirada vigilante de Miriam. < me siento inútil, deberíamos ayudar en algo, ¿no crees? > Comentó Minerva, Rodrigo le propuso caminar hasta el muelle donde encontraron una banca y se abrazaron unos minutos a ver el bellísimo paisaje.

German, el esposo de Luisa, era ducho con los artefactos tecnológicos, cuidaba bien a los niños, propios y ajenos y tenía una amable sonrisa que obsequiaba en todo momento, con Rodrigo jugaba al ajedrez y en la noche dispuso la fogata sin que nadie se lo pidiese, y cuando todos se reunieron al abrigo de la fogata los deleitó con canciones populares tocando su guitarra. Cada que Minerva terminaba su bebida Heberto estaba ahí con otra bebida exótica, cuando Minerva parecía afectada por el alcohol Heberto le llevaba un té Chai o un café latte en una charola con todas las amenidades. < parece que me lee la mente este muchacho > Le decía a su marido en voz muy baja. La habitación de los niños había sido dispuesta de tal modo que cada niño tuviera su propia cama, las de los más pequeños tenían barandales para evitar que cayeran al piso, había una enorme pantalla con una consola de vídeo juegos para los más grande, un área de lectura, una de cocina, un área de juegos para trepar, en fin, era un Gymboree en todo menos en nombre. Miriam, haciendo gala de sus habilidades para domar a los niños, les asignó tareas a los pequeños y les instruyó en el uso de cada una de las áreas de juego.

Miriam ahora convertida en la BFF de Minerva, resultó ser una prolija ama de casa, al más puro estilo de Martha Stewart, era un estuche de monerías, se encargaba de lavar la ropa de todos, misma que aparecía al día siguiente oliendo a nueva, planchada y doblada, perfectamente categorizada y organizada en las cómodas y closets de cada cuarto. Pasaba tiempo con los niños, a quienes tenía realizando toda clase de actividades didácticas. Les asignaba tareas, les otorgaba premios y tenía la increíble habilidad de mantener una conversación al mismo tiempo que reprendía, premiaba o asignaba tareas a los demás niños. Es justo afirmar que durante la semana que pasaron en la casona Minerva se olvidó de sus hijos quienes lejos de buscar su atención estaban permanentemente ocupados en algo. La primera noche, los niños estaban tan cansados de jugar todo el día que para las ocho treinta de la noche todos estaban dormidos en la habitación dispuesta para ellos, la cena y la tertulia que le siguió había sido de lo más entretenida y por aquello de las diez de la noche cada pareja se encontraba en su habitación. Había un monitor en el cajón de la cómoda con vídeo en vivo de la recamara de los niños, que Minerva auditaba con frecuencia durante la primera noche. Se dio un baño de tina mientras su marido encontraba una película, al salir de la tina renovada y enamorada, se desdibujó en un abrazo con su marido, sobra decir que no terminarían de ver la película por el cansancio.

Rafael, el esposo de Miriam era un hombre muy agradable que parecía haber leído cada libro y visto cada película, conocía el nombre y filmografía de cada actor y actriz del país, sabía anécdotas picantes, rumores que ni en programas de chismes habían circulado y contaba historias con tal gracia y simpatía que tenía a todos embobados en cada sobremesa. También jugaba al mimo con los niños en el patio. Minerva se la pasaba en la cocina con Luisa y Miriam entre carcajada y carcajada, mientras Heberto que parecía una mezcla de speedy Gonzalez y robotina limpiaba, lavaba, barría y trapeaba toda la casa; y dado que sus nuevas amigas se encargaban de los aspectos más pesados del viaje no sólo descansó sino que se divirtió muchísimo, pudo darse más largos baños de tina a la luz de las velas, alentada por Miriam que asumía mientras tanto el cuidado de los niños, podía dormir en los brazos de su marido después de hacer el amor como recién casados. Rodrigo por su parte sólo precisaba de enunciar sus deseos para que sus acompañantes se movilizaran rápidamente a cumplirlos, tenía tiempo de leer el periódico y jugar al ajedrez en el pórtico con Rafael y Germán. Los más pequeñitos, Juan Esteban de tres años y Germancito de dos y medio se llevaban de maravilla, jugando en el arenero climatizado portátil que alguien había dispuesto para ellos. Beto, y Luis Eustaquio se habían convertido en buenos amigos, jugaban en la alberca prácticamente todo el día, hasta el punto en el que por las noches se movían entre las sábanas como sí siguieran en el agua. La pequeña Luisa, dividía su tiempo entre cuidar a los niños, pasar tiempo con las señoras en la cocina y leyendo en voz alta lejos de todos al mismo tiempo que gesticulaba como si estuviera ensayando un discurso. Minerva que se había percatado de la situación le preguntó a Miriam < qué hace tu hija recitando en voz alta > a lo que Miriam respondió nerviosa < ah, es que está ensayando para una obra de teatro de la escuela >.

Nunca hubo en los siete días que duró el viaje una situación de frustración, ningún mal entendido, objeto perdido ni cuenta por saldar, podría decirse que todo el asunto había sido utópico y aunque el tiempo había transcurrido muy rápidamente para Minerva ella se sentía renovada. < las mejores vacaciones de nuestras vidas > le dijo a Rodrigo al oído al mismo tiempo que se aferraba a él y le daba un tierno beso en la mejilla. Rodrigo complacido durmió buena parte del camino de regreso a casa al igual que sus hijos, mientras Minerva disfrutaba de la compañía de sus amigos. Al llegar a casa, las parejas se despidieron con cariño unos de otros y abordaron cada quien su respectivo vehículo.

Al día siguiente Rodrigo llegó a su oficina donde su asistente personal, un tal Roger, lo recibía afuera del ascensor con una sonrisa entusiasta que Rodrigo correspondió, <¿qué novedad?> Preguntó a Roger en tono serio. Roger le indicó de sus mensajes pendientes, las reuniones del día y los asuntos que requerían de su atención, después le entregó un sobre manila cerrado y rotulado con su nombre, que Rodrigo abrió hasta llegar a su escritorio con un abre cartas, retiró una hoja tamaño carta membreteada que analizó por unos instantes antes de esbozar una sonrisa diciendo en voz muy baja < caro, pero valió la pena >.

……………………………………………………………………………………………………………

                                                   Operadora de Viajes Dream Holiday

Banderas #1027, Centro Histórico, SAT 203121-OV, Tel. (01) 555-439-6791

……………………………………………………………………………………………………………

Servicio: Rent-a-friend premium

Ítems: Transporte ejecutivo …………………………………………………………….………..… $18,509.92

Add-on: paquete de ferómonas disuasorias …….. saturación 7%….…………………………………………. $9,034.45

Paquete de servicio Ejecutivo Personal

con preparación de bebidas ……………………………….……………………………………………………. $15,487.31

paquete experiencias únicas ……………………………..………………………………………………………. $16,789.29

paquete audciones …………………………………………..……………………………………………….…. $19,898.55

Cuenta cuentos/actor (m) (AA) ………….………………………………………………………….…. $23,789.04

Cocinera/actriz (f) (AAA) ……………………………………………………….………………….… $32,948.82

Actor (m) (A) ………………………………………………………………………………….…….. $19,892.45

Educadora/actriz (f) (AAA) …………………………………………………….…………………….. $32,948.82

Actor infantil (f) (AAA) ……………………………………………………………………………… $17,023.45

Actor infantil (m) (AA) ……………………………………………………………………………… $12,023.32

Actor infantil (m) (AA) ……………………………………………………………………………… $12,023.32

Actor infantil (f) (B) ………………………………………………….……………………………….   $8,239.31

Add-on: paquete de feromonas disuasorias ….. saturación 5% ….… $7,481.34

Servicios opcionales ………………………………………………………………………………… $25,209.40

Actividades didácticas (varias) ……………………………………….……………………………….. $8,231.34

Limpieza de cuartos ………………………………………………………..…………………………  $6,783.02

Lavado y planchado de ropa ……………………………………………..…………………………….  $6,783.02

Entretenimiento y acompañamiento …………………………………..………………………………..  $3,412.02

Add-on: Paquete BFF ………………………………………………………………………………….. $10,234.56

Seguro de satisfacción total …………………………………………………..………….………….. $15,923.45

Devolución por incidente ………………………………………………………..………………..… $13,981.89

Sub total …………………………………………………………………………………………………. $308,254.32

Total ………………………………………………………………………………………………. $355,219.34

(AAA) Actor (actriz) con contrato de exclusividad y experiencia teatral. (A) Actor (actriz) de Método (f) género femenino

(AA) Actor (actriz) con contrato de exclusividad. (B) Actor (actriz) Utilería. (m) género masculino

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS