Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente parece que le haya mirado
un tuerto. Desde que llegó hace unos meses al edificio no paran de
sucederle cosas: se le estropearon los bafles, la ruidosa motocicleta
ya no le arranca, su escandaloso perro falleció de una extraña
enfermedad. Ahora tiene una nueva novia. Su voz me resulta estridente.
Atraviesa las paredes. Escuché como el otro día comentaba que le
encantan los caldos caseros. Le he preparado uno especial. Ahora
mismo se lo llevo.

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