El mundo es algo maravilloso, tal vez por esa misma característica es muy incomprensible para mi, su gente es amigablemente perversa, su cielo algo hermoso e inalcanzable.
Caminando bajo esqueletos se siente en paz, cuando los pies tocan la tierra húmeda se enraízan, el viento no sabe golpear.
No emanó esa penumbra de melancolía y profunda tristeza, emanó un hedor a desesperación, esa que un conejo siente cuando escucha el disparo, la del pájaro al cual se le engarzó su ala, esa de los humanos al no tener dinero.
Leo y me sumo en aquel mundo de letras que retratan mis pesares, devuelvo el favor redactando, intentando rescatar la sanidad que hay en mi conciencia; la emoción que comparto es poco entendida, el dolor que manifiesto es evitado, el silencio que guardo causa zozobra pero es por eso mismo que jamás será preguntado.
Lo comprendo, comprendo su sentimiento de sentirse indigno de ser humano y hasta cierto punto, me relato en el, pero más allá, me siento indignado de ser humano.
Siento que huyo, ¿realmente lo estaré haciendo? Ya no se que hacer ¿por qué te comportas de una manera tan extraña? No logro entender ni en lo más mínimo el trato que me diriges, es como el dijo: entre más me muestras amabilidad, más te temo.
Tengo unas ganas impresionantes de vomitar, no se que específicamente, tal vez palabras o comida, también quisiera llorar, sin temor, sin canciones y con motivos, pero creo que eso no se puede, solo se puede intentar.
Quiero escribir, escribirme en los huesos y rayar las paredes, graficar las ventanas y de paso las puertas, ilustrar mi vista, solitaria, tranquila y sin ser mía, quiero hacer del arte, mundo y del mundo quiero hacer cenizas.
¿Qué es lo que me falta?
¿Dios?
¿Motivación?
Creo que lo me falta soy yo.
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