Por una hendidura en una de las paredes emerge un haz de luz. Como la tarde está declinando la forma es la de un arma blanca y rutilante incrustada diagonalmente en la mesa. Curiosamente sobre ella hay unos papeles, así que la disposición sugiere que se los atraviesa. 

A pesar de ser un ambiente cerrado, una leve corriente de aire sigue su curso invisible, se da cuenta de esto por el polvo evidenciado en el fulgor y por cómo aquellas partículas son arremolinadas cerca al papel. Tan pronto empiezan a asentarse, tan pronto son elevadas nuevamente tomando una forma tendenciosa. Visto desde el umbral, cuando se acaba de ingresar al cobertizo, y se cierra la puerta tras de sí, diera la impresión de que un ente incorpóreo intentase adoptar forma, pero que, inmediatamente, en una especie de lucha superflua, fuese otra vez deshecho por la luz.

Ciertamente es un ser impaciente, si hubiese esperado un poco más, seguramente como ha hecho ya por lustros en otras circunstancias, hubiese sido liberado al inicio del ocaso. Tal lanza entonces habría perdido intensidad y sus hebras doradas acabarían deshilachadas en chispas como fuegos artificiales. ¿No habrá sido aprisionado el día de hoy acaso, hará unas horas? Después de todo el arma es de un artificio caprichoso, aunque solamente armas de ese ámbito son capaces de proezas como esa. Entonces la prisión ha debido haber sido un tormento para aquella entidad cuya intangibilidad lo ha malacostumbrado al tránsito irrestricto, cada momento, por pequeño que fuese, ha debido de herirlo singularmente.

Pero aquella impaciencia suya ha sido su perdición, puesto que se ha descubierto ante mí. Ya me he sentado frente a la mesa. He acercado la silla hasta su tope y las partículas de polvo han cobrado fuerza delante mío, ahora se alzan un poco más, casi pareciera que se aprestan a envolver el arma que los aprisiona con el fin de trepar por ella hasta el cielo, pero es inutil. Alzo el brazo con el lapicero, es demasiado fácil. Me preparo. La forma que adopto hace coincidir la trayectoria del haz de luz con la posición de mi brazo en diagonal hasta las hojas y el polvo. Es así como empiezo. Nadie me mueve hasta que termine de escribir. 

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