Tinta de lágrimas

Tinta de lágrimas

Nano Heredia

26/01/2023

El tiempo pasa y el dolor no se mueve, no retrocede. Está expectante de cada movimiento que hago, para abatir con crueldad impune, cualquier espacio sin cubrir que encuentre de mi cuerpo.

Anoche, caí en las manos negras de un tormento insoportable, su ausencia se vuelve mar embravecido que brama bajo mis pies, dejando sin punto de apoyo lo frágil de mi existencia cotidiana.

Las profundidades susurran mi nombre con voz encantadora de sirena, me muestran su imagen y yo, aún prematuro en el nacer de mi dolor, me dejo arrastrar por la corriente, dejando que el peso de mi propio cuerpo me lleve hasta ese espejismo de su abrazo, que más se aleja, cuanto más me acerco.

Lloré, mucho lloré. Mis lágrimas se confunden con al agua de mi propio mar, salado y oscuro. Pedí a Dios con todas mis fuerzas el perdón que ponga fin a mis lamentos. Soy el hombre sin rostro, parado frente al espejo.

Soltarla es sentir como se arranca una parte de ser, sensación de vacío y de sentirme incompleto. Aun no comprendo en qué punto se metió tan dentro mío, pero es veneno que recorre mis venas, toxina macabra con beso de muerte que sesga dolor en su recorrido. El final está cerca, se acaba el camino.

Miedo, parálisis del sueño, falta de apetito y desgano de existencia, son los nuevos signos vitales de mi cuerpo. Ella vive un universo paralelo, a un cosmos completo de distancio del mío, sucediendo al mismo tiempo. La barrera espacio tiempo nos separa de manera infinita, y como infinito es el espacio, estamos tan distantes, y tan cerca al mismo tiempo.

Yo soy porque debo ser, no porque quiera. Preferiría ser en Ella lo que fui desde el comienzo, pero el final que marcó su ida, fue mi fecha de nacimiento.

Eh muerto, ya no estoy aquí. La muerte no alcanza solo a lo frágil de un cuerpo, sino también al alma de cada ser. Hace tres meses, una semana y tres días, mi vida terminó por manos propias. Cometí el suicidio más atroz que pueda imaginarse, romper un corazón que, de tan puro, latía como mío. Hoy soy alma vagando en pena, suplicando compasión a las fuerzas divinas, que terminen mi penuria de tinieblas.

Y resulta que la luz que hoy busco fuera, siempre estuvo dentro mío. Y brilla distante, a lo lejos, pues se fue con ella. Aun si Ella regresara, esa luz me seguiría siendo ajena, ya no forma parte de mi ser, porque el brillo que tuve un día, el más radiante de todos los brillos, me lo dieron sus caricias.

Y de ese modo tan esplendoroso, solo se brilla una sola vez en la vida. 

Me apago, como el fulgor de la vela que ve llegar la madrugada sobre sus últimos restos de cera. Solo espero haber servido de alivio en la oscuridad de alguien, mientras mi llama vivía.

Se me va la vida entre su nombre y sus recuerdos. De todos modos, abrazo con amor desolado la fría espalda de la muerte, mi única compañera de vida.

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