Cómo convences a un triste Jilguero que es bello, pero no lo ve pues sus ojos están cubiertos por un velo despiadado que no le deja contemplar su belleza o escuchar su canto y hace que piense que solo es un Cuervo fastidiando en las noches con un triste gorjeo, y no vea que alumbra las mañanas con su canto y deslumbra con su vuelo.

Quisiera pues, que siempre volaras y cantaras para iluminar las mañanas.

Prestarte mis ojos para que vieras como yo te veo, porque sé bien que con los tuyos no puedes verlo.

Pero como le puede creer el Jilguero al Cisne que también tiene en ellos un velo, pues cuando abre sus alas y le llaman armonioso, puro o bello, temeroso las cierra escondiéndose pensando que no es verdadero y que, en vez de elevarse, solo está cayendo.

Somos aves en trance, condenadas a solo contemplar oscuridad en nuestro reflejo y en nuestro canto.

Ojalá algún día de nuestros ojos pueda quitarse esa terrible niebla que los ciega y nos permita sonreír, al contemplar al fin en nuestro reflejo, arte, algo bello.

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