Trabajó el mundo en mi contra
sobre la sagaz línea de duraznos del patio de ayer
en presencia de las golondrinas descabezadas.
Y como animal bullicioso
traté de esconderme del mundo
de la rueda, del polvo sentencioso y acusador
de las buganvillas y de las gradas,
pero el horror de saberse humano
me martillaba el pensamiento
y me inclinaba cada vez más al eje de lo deseable.

¿Quién desearía tener una criatura
con un solo muslo que se queja prematuramente?

Todo se hundía debajo de la cresta
el aliento se pudría:
la mirada de adioses y de aspas:
has vuelto a paspar el cambio y la ola:
la larga herradura de la eterna línea,
de cascabel a la sílaba, desciendo en sacralidad.

Durante millones de años traté de descubrir el azúcar
y he llegado al inicio del útero.
Te he espiado astrológicamente –como quien busca
su comida-
pero ya te he abandonado.

Ahora eres ya mi creación perdida.

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