Murió Adelaida

Murió Adelaida

Ema UB

19/01/2023

La lluvia dejó de caer, así como dejaron de caer las blasfemias en contra de las personas que caminan por este asfalto gris. Esas calles por las que día a día desfilan los sueños, ilusiones, aspiraciones, pesadillas, infortunios y desilusiones de cientos de miles de personas. Algunos a pie, otros en auto, algunos con reloj, otros sin y siempre preguntando la hora, sin embargo, los que tienen reloj siempre llegan tarde y los que no, están dotados por instinto para siempre llegar a tiempo. Los que tienen auto casi siempre llegan al lugar equivocado y tarde de tiempo, los que van a pie casi siempre llegan a tiempo, al lugar correcto, pero con gente incorrecta. Así es esto de los caminos, los tiempos y los desvíos, algunos con las herramientas, otros sin ellas, pero siempre montados en los lomos del camino, aquellos, los que no tienen camino, en ellos no se posan los ojos en vistas humanas, se posan los ojos en vistas de despojos. Así es esto.

Pero dejemos de lado la deducción. Como decía, cesaron las blasfemias, la crítica destructiva, los chismes y todo se debe a la muerte de la vieja Adelaida, una mujer singular, de 60 y un poco más quizá, pero que yo no sé con seguridad, esto de calcular los años de las féminas del barrio no es un pasatiempo en el que quiera o deba incursionar. Yo solo sé que murió porque ayer se rompió mi reloj, tomé el autobús sin conocer la hora precisa y llegué en el momento adecuado, justo cuando las vecinas se amontonaban en la calle, se signaban la cruz y con manos temblorosas sostenían el rosario. El momento preciso en el que el paramédico recién graduado, por miedo o fuerza escasa terminó soltando la camilla, el cuerpo de la vieja Adelaida rebotó en el piso y sus dientes postizos saltaron como acto de maleficio de la boca hasta los pies de las féminas impactadas que gritando corrieron espantadas. El tiempo ideal para que mis ojos vieran con impresión particular los ojos abiertos de Adelaida, esas pupilas apagadas, esa capa blanquecina cubriendo la cuenca ocular, gritando que el estado cadavérico puede las 8 horas y más, pero eso ya lo deducirá la policía o alguien más.

Fue ayer, ayer murió Adelaida, la vieja bruja dueña de la casa de la esquina, esa que decía que en la noche solo salen a pasear los delincuentes y las putillas o polillas– he visto a cientos de polillas divagar cerca del calor de las bombillas, sea por un acto de admiración o por taxismo, salen por la noche por un mero instinto natural, así las hizo Dios y no hay más– Volviendo al tema, así pensaba Adelaida y por ello tantas buenas samaritanas fueron tildadas de zorrillas o putillas, se ganaron la fama sin ejecutar cargo y de tanta infamia algunas convirtieron la ficción en realidad; ustedes saben que una mentira dicha mil veces con el tiempo se vuelve cierta. 

Pero, ¿por qué vieja bruja? Acaso adivinaba el futuro, acaso tenía la nariz aguileña, tenía manos huesudas y le faltaban dientes; No, más bien los justificaría con ese acto insaciable de observación. Uno se sentía asediado desde lejos, porque los ojos de Adelaida lo analizaban, esa tenebrosa escopaestesia no es adecuada para nadie y la fama creada después peor. Yo la bauticé como vieja bruja por el daño moral en el que incurría, los otros por lo mismo, eso de inventarle cuentos a la gente no estaba bien, pero siendo vieja, desocupada, envidiosa y mala, podía incurrir en la imaginación y en la mentira; por toda esa imaginación y observación yo la hubiera convertido en escritora. 

Murió Adelaida, no sé sabe de qué, pero es seguro que alguien más tomará su lugar, así es el mundo, algunos se van, otros vienen para mejorar o empeorar. 

Etiquetas: relato

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