BRIGGITTE , Primera entrega

¡Mamá, mamá tengo hambre, cuándo vamos a llegar, tengo hambre!  ¡Tengo hambre, cuándo vamos a llegar! La mujer camina lenta, pausada, pero segura; arrastrando un rabo de cuatro infantes. Los niños se han venido quejando durante todo el recorrido. Desde que desembarcaron del destartalado bus de la flota amarilla, la única que tiene ruta a la vieja ciudad costera que ella  eligió como destino final, los muchachitos no han cesado de quejarse. Sin embargo, ella no desmaya en su avance, continúa la marcha aferrada a sus vástagos, calle a calle, mirando hacia a un lado y a otro. Los vecinos la observan como algo extraño sin serlo, solo es una mujer con cuatro niños, cansada y hambrienta, pero nada más. El hambre se les refleja al rompe,pero la lucen de forma natural. La mujer sigue su marcha y mira de reojo a quienes desde sus ventanas la ven transitar. Pareciera buscar a alguien, pero lo extraño es que no pegunta, muy a pesar de que no conoce a persona alguna en aquella ciudad. Su marcha es ininterrumpida y lenta, pero sostenida. Los niños siguen con su retahila de …¡Mamá tengo hambre, cuándo vamos a llegar, tengo hambre! La mujer se detiene un poco para sobar la cabeza de sus hijos. Más que una caricia, en medio del sol lacerante – ella peina a sus niños con la mano, los que por la brizna que llega de la bahía de aquella pequeña ciudad – han terminado  con los cabellos desordenados, las caras secas por la alta salinidad, y los pies empolvados. Briggitte, que así se llama la mujer, continúa delirando en su cama de moribunda y a su cabeza siguen llegando las imágenes como burbujas – de cuando pisó por primera vez tierra marina. Tirada en la vieja cama doble, inmóvil, sola en aquel caserón, puede ver, una ves más,  la casa donde por fin le dieran posada. Divisa la puerta de doble hoja que se abre, y a Dominga, su anciana paisana – dándole la bienvenida. También recuerda las palabras de aquélla el día que la corrió de su casa porque no soportaba a sus cuatro diablillos.

– Mire Briggitte, usted y sus niños tienen que irse de aquí, no los aguanto más. Y la respuesta de ella: sí, señora, me voy así sea para debajo de un árbol, cualquier cosa es mejor que vivir en este infierno. 

CONTINÚA…

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