INCONSCIENTE JUVENTUD

El hombre vestido de negro se tambalea, sus ojos desorbitados lo dicen todo. Sirenas, destellos azules iluminan la noche. Lo buscan. No tiene escapatoria, no puede huir, el callejón del convento no tiene salida. Pega el cuerpo a la pared. Una mano ensangrentada se aferra a sus pantalones.

«¡Sigue viva, la muy puta! Con esa ropa blanca, provocadora. ¡Se puede ser más irreverente…!», mientras la golpea, ella menciona a Dios en vano.

Una linterna le ilumina la cara.

—¡Aquí, está aquí! Lo he encontrado —grita un policía.

Otros se acercan corriendo; el callejón se llena con el rumor de sus pisadas y de vibrantes luces.

—¿Dónde está Sor Teresa? —pregunta uno de los policías.

Ella emite un quejido.

—¡Quietos, hijos del demonio! No me podéis engañar. De vuestras manos salen las llamas del infierno. Sois esbirros del maligno, de Asmodeo. ¡Atrás, hijos de Satanás! —Mientras lo dice, alza la mano; el gran crucifijo ensangrentado brilla. Suenan disparos. El cura cae abatido.

La droga de moda, la “flakka” que unos monaguillos habían vertido en el vino de misa para ver qué pasaba, había hecho el efecto que no esperaban.

Etiquetas: microrrelato

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