Después de gritarle y darle un golpe sordo en la mejilla derecha,recapacita y piensa en las razones de su brutalidad, al parecer la agresión física no era estrictamente necesaria, pero la ira viajó a gran velocidad desde el cerebro hasta las manos, la sangre no pudo detener el movimiento. Siendo él un hombre de ciencia podría explicar el proceso de la ira como un desencadenante en la amígdala cerebral, un estimulo en el hipotálamo, la interacción con el hipocampo derecho, la corteza prefrontal y otras partes del cerebro, todo aquello operando a velocidades más allá del pensamiento reflexivo, pues es sabido que nunca se puede reflexionar con la cabeza caliente, en ese estado solo se puede actuar con salvajismo, después de cometido el acto es difícil remediarlo.
¿Por qué la brutalidad no se puede detener con pensamiento reflexivo?
Somos humanos, un resumen de evolución contenido en un pequeño pedazo de carne pensante con capacidad de reacción acelerada, mención especial en supervivencia y para dicho proceso someras veces es necesaria la violencia. Existen ciertos elementos que determinan nuestro grado de humanidad: la disposición a la animalidad, la disposición y entendimiento a la humanidad desde una posición de racionalidad, finalmente, la disposición a personalidad.
Entonces cabe preguntarnos, ¿cuál es la proporción de cada elemento que radica en nuestro interior, acaso mientras más animalidad mayor brutalidad en nuestras acciones, a mayor entendimiento a lo que somos desde la racionalidad mayor acciones pensantes o es que la animalidad y la racionalidad pueden ser domadas por la personalidad?
Animalidad: hace referencia al egoísmo físico, el yo, su supervivencia, propagación de la especie a través del impulso sexual. A simple vista, la animalidad determinaría cuanta brutalidad ejercemos en el diario vivir.
Disposición a la humanidad desde la racionalidad: ser o no ser al compás del entorno, distinguir el amor propio respecto a los afectos con los externos, los motivos y momentos de felicidad o desdicha.
Personalidad: la ley moral de respecto a la normativa ética que rige la sociedad en la que vivimos.
La combinación de los tres elementos dan como resultado el yo social, familiar, laboral y amoril, pero en Medrano parece ser que no hay un equilibrio combinatorio. La animalidad está a flor de piel, la racionalidad existe siempre que los beneficios para él superen cualquier expectativa, la personalidad, digamos que la maneja de acuerdo a la conveniencia de sus instintos animales, cuando se trata de conquistar a una fémina su instinto protector, sensible y tierno sale a flote, pero si la fémina es ruda, intelectual y poco sentimental, tratará de ser el espécimen que ella desea. En el aspecto laboral, siendo un hombre versado en la ley, titulado en la abogacía, digamos que sabe sacarle partido a sus conocimientos. Medrano no conoce bien de principios, siempre que la paga sea buena es capaz de hacer pasar por inocente a un asesino serial, violador, ladrón o cualquier otro, esto quedó probado en aquella ocasión que defendió a un ex legislador, acusado de violación y de robo a las arcas estatales, Medrano lo defendió con pasión, sus palabras conmoverían a cualquier foráneo y puedo decir que estuvo a punto de sacarle lágrimas al Juez.
¡Medrano! Ese día su hermano le reclamaba por esas acciones poco éticas en la ejecución de la profesión, esas actitudes arribistas en cuanto a la vida, esa forma depredadora de acercarse al corazón de las féminas y esa horrenda personalidad egoísta. No fue un reclamo insultante, se usaron palabras elegantes, un tono de voz leve, pero Medrano no lo soportó, saltó sobre el hermano y le asestó un puñetazo en el rostro, le calificó de mojigato, tonto y badulaque, acto seguido culpo al padre por la debilidad de su hermano, acusó a la familia entera de no conocer la vida y aseguró que jamás ayudaría a ninguno de ellos cuando caigan en la pobreza, porque esa forma de abordar la vida solo puede desembocar en el fracaso. Cuando su amigo Melgar le instó abandonar esa actitud, lo tomó por el cuello y le asestó un puñetazo en la mejilla derecha, un acto totalmente innecesario que detonó en la devolución del golpe.
Melgar y Medrano pelearon hasta el cansancio sin un solo motivo, eran amigos, socios de empresa y decían ser hermanos, pero cuando Medrano tomó el tenedor y se lo clavó en el brazo, podríamos decir que la amistad acabó y la brutalidad, la animalidad, no fue una hipótesis a comprobar.
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