La mujer de Valerio

La mujer de Valerio

César Trejo

29/11/2022

Siempre dicen que para ser una persona realizada ante la sociedad, debes haber terminado una carrera, conseguido un buen empleo, haberte comprado un auto nuevo o la casa de tus sueños, pero lo principal e indispensable que no puede faltar, es haberte casado y tenido hijos, porque si no qué van a decir tus padres, tu familia, tus amigos o hasta los vecinos que te conocen de ahí tu colonia. Tan es así que seguí el patrón, no me casé, pero sí me junté con un tipo de ahí de la terminal donde trabajo. Él es chofer de autobuses, y yo brindo atención al cliente en mostrador. Aún no queremos hijos, pero no descartamos la posibilidad de más adelante tener por lo menos uno o dos, también ya comenzamos a comprar nuestros muebles, pues conseguimos rentar un departamento cerca de donde trabajamos, no es la gran cosa es algo modesto, pero todo sea por comenzar desde cero junto al amor de mi vida, Valerio.

Casi nunca estábamos en casa, la mayoría del tiempo nos la pasábamos trabajando en la terminal, y es que eso de estar rolando turnos no era nada agradable. Yo terminaba enfadada de estar mirando caras, cobrando o lidiando con la gente que sale de viaje, a veces hasta sin nalgas me quedaba, por estar todos los días sentada frente al mostrador. Mi pareja, pues se la pasaba siempre de viaje, entre sus idas y vueltas casi no nos veíamos ahí en el trabajo. Eran raras las veces que él podía cuando se escapaba para ir rápido al baño o a comer algo y de paso me visitaba en mi área, ya sea para saludarnos o darme por lo menos un beso.

Al principio fue todo color de rosa, pero después de unos meses todo cambió.

– ¿Cuándo regresas temprano? Me gustaría que comiéramos en el departamento, ya tiene como siete meses que no pasamos juntos un fin de semana.

–No lo sé, Carmen –me dijo–, sabes que por los viajes es difícil.

–Haz un esfuerzo, cielo, tiene mucho que no estamos a solas, ni hemos pasado tiempo juntos, no manches ya hasta otra vez soy virgen… Dile a tu jefe que te dé un fin de semana aunque sea. ¡Tienes que convencerlo, Vale!

–No creo, flaca, ahorita no están autorizados los permisos, menos los fines de semana que es cuando más a la gente se le ocurre salir fuera. Déjame ver qué puedo hacer mi amor, no te prometo nada, mientras si quieres podemos ir a comer juntos hoy en la tarde, pero en cuanto regrese de un viaje a Cuernavaca, ¿qué te parece?

–Está bien –contesté algo enfadada.

–No te enojes, Carmen. Sabes que así es mi trabajo, yo no estoy por gusto sentado más de doce horas sobre un volante. ¡Lo sabes!

–Ya lo sé, ya no te dije nada.

–Llego a las tres, ¿te parece? –me dijo.

– ¡Pero a las tres!, ¿sí? ––le contesté mientras le daba un beso–. Te voy a estar esperando, ni un minuto más ni uno menos, buen camino y que Dios te acompañe.

Nos “despedimos” como de costumbre, yo me quedé en mi área de trabajo y él se fue hacia un Oxxo que está dentro de la terminal. Luego vi que se compró un café y unos cigarros, pagó y después se dirigió hacia la salida de autobuses, de repente se perdió entre la concurrencia.

Más tarde cuando terminé de trabajar, me fui lo antes posible para el departamento, nada más preparé una pasta y para acompañar, se me ocurrió pedir una pizza a domicilio. Mientras Valerio llegaba, decidí tomar una ducha caliente y relajarme un poco. Ya en el comedor lo esperaba al igual que al de las pizzas, pero al parecer se habían puesto de acuerdo porque ninguno de los dos llegaba, decidí llamarle:

– ¿En dónde vienes? –le dije–, ya tengo hambre, dijiste a las tres.

–Ya voy en camino, flaca, sólo tengo que ir por mis cosas y a checar mi hora de salida en la terminal, no tardo… ¡Ya voy, ya voy!

– ¿¡Vienes de rodillas o qué!?

– ¡No empieces, Carmen, por favor! ¡No empieces!

– ¡No empieces tú! –respondí molesta–. No es la primera vez que me la haces, ¡habíamos quedado que hoy comeríamos juntos!, fíjate…compré unas cervecitas para entrar en calor después de comer, me maquille con los tonos que te encantan, pinté mis labios de rojo fresa y me puse el minivestido que tanto te gusta cómo se me ve, y hasta el calzón negro de encaje que te excita ¡No mames, Valerio! ¡Otra vez!

– ¡No me hables así, Carmen! –me dijo–. Tú no acabas de entender que esto es trabajo, así me conociste, trabajando en esto.

– ¿Y ahora a dónde te largas? –pregunté.

–Ahora me tocó ir a Ca… –interrumpí.

– ¡Sabes qué olvídalo! –le dije, y luego colgué la llamada.

A la mañana siguiente llegó cansado del viaje, tomó una ducha y se metió a la cama sin decirme una sola palabra. Yo por supuesto fingía estar dormida, me sentía enfadada de lo mismo, de no poder mantener estable la relación que habíamos construido hace tiempo, y de ver que la armonía que teníamos, con los días cada vez se iba perdiendo. A veces en mis ratos de soledad, mi intuición de mujer me decía que algo andaba mal, sin embargo, trataba de ignorar esos malos pensamientos, borrar de mi cabeza la idea tonta de que probablemente Valerio estaba viviendo una doble vida.

Luego de varios días continuaba sintiéndome rara y pensativa, porque las cosas ya no estaban como antes. Él por su parte seguía yéndose a los viajes de ruta que en la terminal le daban. A veces como siempre solo pasaba a darme un beso de buenos días o cuando regresaba de algún viaje, pero la verdad es que cada vez lo veía menos.

Los miedos de mi cabeza me estaban atormentando, sabía que tenía que hacer algo, pero no sabía ¿qué? Entonces me miré al espejo, llegué a la conclusión de que la actitud que él estaba tomando no era porque tuviera mucho trabajo, o porque tuviera otra, sino porque le estaba comenzando a desagradar mi aspecto físico, y tal vez era cierto ya que cuando llegaba del trabajo lo único que se me ocurría era ponerme la pijama, pues todos los días vestía un horrible uniforme y tacones que usaría una oficinista de tiempo completo, y solo para estar detrás de un mostrador. Así que tomé la determinación de volver a las dietas rigurosas y al ejercicio después del trabajo. Todo lo que estaba pasando me hizo ver que la culpable era yo, fue entonces que decidí volver a reconquistarlo llamando su atención con mi nueva faceta Fitness.

El día de nuestro aniversario ya lo esperaba con una suculenta cena que le había preparado. Me arreglé para darle gusto usando un minivestido que compré, lo combiné con ropa interior de lencería, medias y tacones, además me peiné y maquillé como a él siempre le gustaba. Y es que cabe mencionar que Valerio, tenía una gran predilección por el maquillaje fino de mujer, que siempre me compraba el mejor para que yo me viera como a él le gustaba, porque según él decía haberse enamorado también de mi tono de piel y de mis rasgos faciales… Cuando llegó quedó fascinado con mi atuendo, decía querer arrancarme el vestido desde que entró, pero yo estaba feliz porque esa noche había cumplido su pablara de llegar para estar conmigo como desde hace tiempo no lo hacía. También charlamos, cenamos, reímos juntos por unas horas, luego vimos series en Netflix hasta muy tarde y terminamos haciéndolo en la sala. Pues no pudo resistirse a la forma en como estaba vestida tan provocativa para él, que comenzó a acariciar mis muslos mientras me besaba con tanta pasión desenfrenada, luego poco a poco con sus manos me subió el vestido hasta la cintura, dejándome al descubierto las bragas sin entrepierna que me había puesto para la ocasión. Entre besos y caricias me monté sobre él, con apremio intentaba desabrochar su pantalón, con la intención de pudiera entrar en mí, pero mis movimientos de cadera que eran cada vez más rápidos y bruscos, llevaron a Valerio al orgasmo mucho antes que yo… “No te importa”, le dije…volvimos a besarnos y nos acorrucamos para dormir en el sofá hasta el amanecer.

Pensé que habían regresado los días felices desde aquella noche de aniversario, pues ni el buen sexo ni las atenciones que tuve con Valerio, me devolvieron la estabilidad emocional. Otra vez los demonios de mi cabeza me estaban atormentando, me estaba llenando de inseguridades junto a la persona que más quería. Pues recibí un email, una notificación del banco en la que me decía haber realizado un pago, luego llamé para verificar en dónde y cuándo, pensando que tal vez había sido un error… Enseguida el operador corroboró la notificación, y en efecto, el cargo a mi tarjeta se había hecho desde un hotel de Cancún. En ese momento corté la llamada, enloquecí, entré en ira, grité de rabia al saber que en realidad mis malos pensamientos no estaban equivocados, luego comencé a hilar cabos, a recordar todas las veces que “se fue de viaje”, ya sea porque la ruta lo pedía o porque siempre fue el pretexto para no llegar a comer y dormir conmigo.

Ya sabía lo que tenía que hacer, así que decidí tomar al toro por los cuernos, descubrir la verdad a como diera lugar. Comencé con en el tonto juego de stalkear su perfil de Facebook, para ver qué hacía y con quién me engañaba. Luego de revisar, no encontré nada anormal en sus estados ni en sus fotografías con frases motivacionales, y lo único que hallé, fue una imagen de él junto a su jefe de ruta y nada más… Posteriormente abrí su closet, como una enferma, comencé a oler toda su ropa. Esculqué en lo más recóndito del mueble hasta llegar a sus cajones. Ahí encontré la verdadera prueba de infidelidad, al ver que él guardaba ropa interior femenina, que por supuesto no me correspondía… Cada vez todo era más confuso que trataba de justificar lo que veía. Entonces recordé que en las mañanas yo no estaba en el departamento, quise suponer que en mi ausencia, él aprovechaba y se revolcaba con la güila de su amante en mi propia cama o quizá por error, esas prendas ella las había olvidado, qué sé yo… Seguí buscando entre sus demás cosas, hasta que descubrí un sobre manila con fotografías impresas, el cual decía “Cuernavaca”. Di un respiro antes de ver el contenido…sólo aparecía Valerio, pero en las demás, había más personas que yo nunca en mi vida había visto. Un club nocturno, mujeres y más mujeres, una tras otra, todas las imágenes estaban llenas de mujeres aseñoradas que se divertían en un antro de mala muerte en Cuernavaca. No conformé volví a verlas con detenimiento de principio a fin…ahí estaba Valerio, o más bien dicho, Valeria la rubia, que traía puesto el minivestido, las medias y tacones que yo había usado en la noche de nuestro aniversario…

– ¡Puta madre! –exclamé.

Todo tenía sentido, era obvio que las prendas femeninas que encontré, no eran de ninguna supuesta amante, y que los labiales que creí haber perdido, siempre estuvieron en ese cajón.

Mis días en la terminal se acabaron luego de que renunciara. A Valerio jamás lo he vuelto a ver, supe que se fue de viaje con su jefe, yo ni adiós le dije, simplemente empaqué y comencé una nueva etapa. Nunca en mi vida me sentí tan frustrada y decepcionada de los hombres como hasta ahora.

Fin

Etiquetas: liliana blum

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