Había optado por caminar un poco llevando de las riendas a su caballo, le dolía demasiado el trasero de tanto cabalgar y tan solo llevaba un par de días de viaje. Lo que le quedaba aún por recorrer iba a ser todo un reto. Colgó su escudo de hierro y madera en uno de los lados de la montura, acomodó su fiel espada de acero y apresuró el paso.

Si el clima la acompañaba estaría en la próxima villa antes de caer la noche. Necesitaba encontrar una posada, no le hacía gracia la idea de volver a dormir a la intemperie y no podía arriesgarse nuevamente; pasar la noche en el caso de que lloviera le supondría una experiencia más que dura.

El bosque a cada lado del camino no la invitaba demasiado a buscar alguna cueva donde guarecerse.

Volvió a recordar a sus hermanos, rogándole que no iniciara ese viaje pero ella no compartía la idea de quedarse a vivir en ese aburrido lugar; casarse, criar niños y fregar todo el día no era para ella. Ya se lo había echo saber a sus padres de muy pequeña cuando demostró grandes aptitudes para el combate al moler a golpes a sus amigos con las falsas espadas de madera. Luego de insistir por mucho tiempo vinieron los entrenamientos formales. Era vista de reojo por las demas jovencitas que no entendían como una jóven tan bella ignoraba totalmente a los muchachos más guapos de la villa y prefería andar sucia y llena de moretones y raspones en todo el cuerpo, tampoco era algo que parecía importarle.

Luego de trabajar por mucho tiempo como camarera en la taberna que regenteaba su tío pudo ahorrar suficientes gofres y así comprarse su armadura y escudo; la espada fué un regalo de su instructor y el caballo, un regalo de todos sus hermanos. Su madre antes de morir le había dejado el hermoso collar de plata que colgaba en su cuello y su padre le había obsequiado una costosa y antigua daga con pequeñas joyas incrustadas en la empuñadura y con la filosa hoja teñida por un color azulino; que colgaba en su cadera del lado derecho enfundada en una vaina de cuero curtido. Ésta reliquia había permanecido por generaciones a la familia de su padre y debido al escaso interes por la lucha por parte de sus hermanos y por sus habilidades le había sido entregada a modo de herencia.

Cuando corrió la noticia sobre la organización del torneo en la capital para designar un nuevo protector real no se lo pensó dos veces y juntando los pocos bártulos que poseía decidió emprender el árduo viaje hacia la gran ciudadela.

Ahora, varios días después comenzaba a extrañar un poco el ruido del poblado, los únicos sonidos eran sus propios pasos y los de su caballo y los cantos de las distintas aves que la acompañaban; pinzones, herrerillos, verderones y demás pajaritos eran los encargados de que el gran bosque que la rodeaba no fuera tan silencioso como una tumba. 

La tranquilidad del bosque de repente se vió interrumpida cuando aparecieron desde los lados del camino saliendo de entre los espesos arbustos, los hombres de aspecto sucio que se plantaron ante ella. Dos se quedaron adelante y los otros dos comenzaron a rodearla situandose finalmente detrás. 

—A donde va una dama tan sola en éstos caminos tan peligrosos?— el tuerto picado de viruelas le sonrió mostrando una gran deserción de piezas dentales. 

—Son páramos muy inhóspitos para que una damisela los transite sin ningún tipo de compañía, no crees?—el segundo hombre de pañuelo a la cabeza y barba abundante le sonreía desagradablemente. 

—No soy una damisela, y no necesito compañía, puedo apañármelas—Alexia no se iba a dejar intimidar por esas ratas.

Giró levemente la vista para calcular la distancia de los que tenía detrás, aún no habían hablado y no se habían movido de su sitio. 

—Muy bien, parece que tendremos que cobrarte el peaje por pasar por nuestro territorio, son…digamos…unos cincuenta gofres…si..cincuenta estarían bien—el tuerto escupió por entre los huecos de su dentadura. 

—No pienso pagar nada, éstos son caminos reales y estan prohibidos los sobornos, y me da que ustedes no son dueños de nada, nada más verlos con esas pintas que traen—Alexia llevó su mano a la empuñadura de su espada.

— Hohoho, pero mira que brava había sido la pequeña!—el barbudo soltó una carcajada mientras desenfundaba un sable oxidado—parece que la gatita tiene garras y muy afiladas, veamos si las sabe usar, quien sabe…quizás podamos cobrarnos el peaje de otra forma que no sea con dinero.

Los dos que la enfrentaban avanzaron hacia ella sables en mano y los que tenía detrás hicieron lo mismo, intentarían cercarla lo más que pudieran. 

En un segundo Alexia desenvainó su espada y le dió una fuerte palmada en las nalgas a su potro quién arremetió contra los que venían por delante, se giró aprovechando la distracción de éstos y avanzó rápidamente a los que tenía a sus espaldas, maldiciendo no haber podido quitar su escudo de la montura pero ya no había tiempo para lamentaciones. 

No parecían muy profesionales, atacaron casi al mismo tiempo los dos pero Alexia era mucho más ágil y esquivó los tajos lanzados hacia ella. Tras haber evadido dos ataques más fué su turno de replicar, disponía de un par de segundo puesto que ya sentía a los otros dos acercarse.

Luego de un velóz esquive de una estocada, lanzó un rapido espadazo que rajó limpiamente la garganta del delgado bandolero de capucha de tela, éste cayó al suelo tomándose el cuello y escupiendo sangre mientras temblaba con los últimos espasmos vitales. El segundo se distrajo por una fracción de segundo al ver a su compañero morir; le costó caro y se encontró con el filo enterrándose en su rostro, fué a hacerle compañía al primero en el suelo.

Alexia se giró velozmente para enfrentar a los otros dos y cuando se disponía a enfrentar al tuerto sintió el golpe en la sien que la aturdió, la empuñadura del sable en la mano del barbudo había sido efectiva al reforzar la dureza del puñetazo. Se tambaleó y vió como la silueta del bandido perdía nitidez.

De pronto tuvo las manos en el cuello. La presionaban con una fuerza brutal impidiéndole respirar, se estaba ahogando y no podía liberarse, ella era más ágil pero el inmundo criminal era mucho más fuerte.

—A esta gatita le vamos a quitar las ganas de rasguñar—dijo el tuerto mientras se acercaba sin quitar el ojo útil del relieve de la armadura que cubría sus pechos.

Alexia sintió terror, iban a hacer lo que quisieran con ella, debía hacer algo urgente pero las fuerzas la abandonaban junto con el oxígeno. 

No supo en que momento fué exactamente pero de pronto las manos que le oprimían el cuello cedieron mientras su captor daba un alarido y se desplomaba en el suelo, había sido atravezado en la espalda por un virote de ballesta que le perforó las costillas y los pulmones.

El ladrón que tenía frente a sus ojos cayó al suelo un segundo más tarde, el virote ésta vez eligió su ojo sano como lugar dónde alojarse. Grito un poco antes de quedar inmóvil.

Ella comenzó a toser, intentando tomar aire a grandes bocanadas, le temblaban las piernas y se arrodilló para no caerse. Su caballo volvía caminando despacio a su lado.

Se sobresaltó cuando las manos del desconocido la ayudaron a ponerse de pie nuevamente y le tendía un odre con agua. Luego de beber un poco y de haber recuperado el aliento pudo reparar en quien le había salvado el pellejo. 

—Tuviste suerte, llevaba días persiguiendo a ese grupo de bandidos, pensé que no los alcanzaría jamás—el muchacho vestido enteramente en cuero gris la observaba con una sonrisa, se quitó la capucha, tenía los ojos azules y el pelo revuelto y de un color gris muy claro y su rostro estaba adornado a un lado por una larga cicatriz que iba desde la frente hasta casi llegarle al mentón, era un milagro que su ojo izquierdo se hubiese salvado al haber sido dibujada allí. En la espalda llevaba colgada una ballesta y en la caña de la bota un puñal. 

—Gracias, no se que hubieran hecho conmigo esos mierdas. Te debo una…me llamo Alexia y tú?

—Yo? Depende, del lugar, por ejemplo, aquí me llamo Vik, en las ciudades del este de la capital puedo ser Volth, o Dashh—el jóven sonreía mientras tomaba un sorbo de agua—al sur me conocen como Vincent, mientras que en los poblados del norte…te estoy dando demasiada información…             

—  Tampoco es que me importe demasiado…

—Vaya, que poco educada es Lady Alexia, le he salvado la vida y usted se muestra tan despectiva… 

—Mis disculpas, y gracias nuevamente, pero no soy ninguna lady—Alexia seguía sin comprender por que seguía sonriendo como un tonto. 

—Y que es lo que Lad…lo que Alexia está haciendo en éstos lugares, la próxima villa está aún a kilómetros de aquí. 

—Me dirijo a la capital, quiero participar en el torneo real, quiero convertirme en la próxima protectora del rey. 

—Hehe, bueno, en tal caso espero que al rey nunca lo ataquen más de cuatro personas a la vez—la sonrisa del muchacho había pasado casi a ser una carcajada. 

—Muy gracioso, y tú que haces por éstos bosques? 

—Yo…me dedico a hacer cosas…digamos, cumplo contratos, puedo ser caza recompensas, buscador de tesoros, recuperador de objetos… 

—Ladrón querrás decir. 

—Puede ser…pero ese es un título que quita prestigio, yo lo llamaría un buscador. Espero que no piense en juzgarme. 

—No es mi intención, tampoco algo que me corresponda, tan solo puedo agradecerte. 

—Acepto tu gratitud entonces. Te recomiendo que no te demores mucho más, si no, no llegarás al poblado antes del anochecer. 

—  Quisiera agradecerte de alguna manera pero no cuento casi con monedas, tengo lo justo para llegar hasta la ciudadela, me siento avergonzada por… 

—No te preocupes, nos volveremos a encontrar y quizás puedas devolverme el favor, mi profesión podría llevarme a alguna situación como la tuya. 

Se despidieron. Alexia tomó a su caballo y volvió a retomar el viaje mientras su salvador de múltiples nombres desaparecía entre la espesura del bosque. 

—»Para ser un ladrón es bastante buena gente»—pensó para sus adentros. 

Nunca creyó que unos minutos después estaría maldiciéndolo al notar que la funda de la daga que había heredado se encontraba vacía.

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