Blaze! Capítulo 105

Capítulo 105 – Sobre ruedas.

Blaze tiraba de una carreta confeccionada por ella misma, en la cual tenía acostado al inconsciente Albert, quien respiraba casi inaudiblemente, vestido con una camisa de mangas cortas de color blanco y unos pantalones color caqui, tapado por una sábana del mismo color desde los pies hasta el comienzo de su cuello.

Llegué –dijo Blaze al observar el río frente a ella, secándose el sudor de su frente, soltando la carreta, la que contaba con solo dos ruedas, dos improvisadas pértigas unidas por una irregular rama de árbol y una pata en la parte posterior que permitía que el lecho del vehículo no terminara en diagonal, lo que haría que Albert cayera—. El Caudal de los Tiempos.

La hechicera se había recuperado casi completamente del enfrentamiento que tuvo contra Chained God, recuperando su cabello, uñas y color de piel, pero desde esa batalla tenía recurrentes toses acompañadas de unos pequeños sangrados, pero ya que estos no le causaban mayores problemas, la muchacha no estaba preocupada, pensando en que pasarían con el tiempo.

Descansó un momento y retomó el carro, dirigiendo sus pasos a la casa de Ariadne, estacionándose afuera de esta, encontrándose al kelpie camuflado de humano en la puerta de entrada del hogar.

¿Sí? –preguntó Oidhche, sin reconocer a la mujer, encontrándose con un inmenso ser en comparación con la niñita que había conocido tiempo atrás.

¡Kelpie! –exclamó Blaze ante un desorientado Oidhche, que sabía que todos en ese pueblo estaban enterados de su verdadera identidad, pero desconociendo como esta se había expandido a viajeros extranjeros.

¿Sí? –volvió a preguntar Oidhche con entonación aún más titubeante, esta vez creyendo recordar algo, pero no llegaba a convencerse del todo—. ¿Nos conocemos?

¡Claro, soy Blaze! Bueno, cuando nos conocimos era una cosita como de este tamaño –dijo la maga, jugueteando con sus manos para indicar la altura que la acompañó por un tiempo—, pero ya recuperé mi forma original. Estoy buscando a Ariadne, necesito pedirle un favor.

¿Blaze…? –se preguntó el kelpie, sabiendo que había escuchado ese nombre antes, pero sin poder asociarlo a un recuerdo en particular, agarrándose la barbilla con la punta de sus dedos, soltando repentinamente un agudo relincho al mismo tiempo que se le desorbitaban los ojos—. ¡BLAZE!

Había pasado tanto tiempo y su vida iba tan bien junto a Ariadne que Oidhche no se había acordado de lo que pasó entre Blaze y su padre, pero justamente en ese periodo de tiempo tenía la cabeza en otro lado, preocupándose de temas presentes más importantes para él que el pasado que ya no se podía arreglar.

Blaze… –dijo el kelpie, guardando la compostura luego de su repentino exabrupto animalesco, agachando la cabeza, abriendo la puerta tras él, invitándola a entrar—. Pasa.

Blaze entró a la casa, topándose con los padres de Ariadne, quienes la reconocieron de inmediato, intercambiando un par de palabras con ella, guiándola a la habitación de la chica, encontrándose con esta acostada en su cama, escribiendo en unas hojas de papel apoyadas sobre lo que parecía ser una tabla para cortar carne, iluminándosele el rostro al ver nuevamente a la alta maga.

¡Blaze, tanto tiempo sin verte! –exclamó la joven, dejando los papeles y el trozo de delgado y afilado carbón con el que escribía sobre la pequeña cómoda de dos cajones puesta al lado de su cama, apoyándose de lado sobre su brazo derecho para incorporarse, sentándose en el lecho para quedar más a la altura de la maga, quien se sentó en una silla que encontró en la habitación.

Tus padres me contaron lo que pasó, ¿estás bien? –preguntó Blaze, apoyando sus manos sobre las inutilizadas piernas de Ariadne, toque que tampoco pudo sentir la muchacha, estando paralizada desde la cintura para abajo.

Sí, estoy bien, acostumbrándome a mi nueva vida, me gustaría poder salir más, pero no tengo la estabilidad suficiente para mantenerme sentada sobre Oidhche, así que él me saca en brazos a pasear algunas veces, pero como está ayudando a mis padres con el trabajo en casa, no tiene tanto tiempo como para hacerlo –comentó Ariadne, resignada, mirando la luz del sol que se colaba por su ventana con melancolía, sacudiendo la cabeza con fuerza, como si intentara sacarse de encima algo, posando su mirada sobre la de Blaze—. Y tú, ¿qué cuentas? Con solo verte puedo decir que has pasado por muchas cosas…

Bueeeeno… Sí, han pasado cosas. La verdad es que venía a pedirte un favor, no se me ocurrió a quien más acudir, mi otra amiga que tengo no creo que me ayude –dijo Blaze, desviando su mirada, observando la habitación de Ariadne, para intentar evitar mencionar que por su estado actual ahora no encontraba tan buena idea pedirle lo que quería que hiciera por ella.

¡¿Me consideras tu amiga?! –exclamó Ariadne con estruendosa duda y ojos llenos de esperanza y vida, como si le brotaran estrellas desde la mirada, cambiando su expresión a una de leve desgano—. Tu otra amiga no suena como una buena persona…

No, no es que sea “mala”, pero es como yo, le gusta andar viajando de allá para acá, así que no tiene un lugar fijo donde pueda hacer lo que necesito. Además, no sé de su actual paradero… –explicó Blaze, recordando el inexpresivo rostro de Hänä cuando se concentraba, soltando unas pequeñas carcajadas—. Aunque de verdad hay veces que no se ve muy amigable, jajajaja.

Jajajaja –rio Ariadne, tocando la mano de Blaze con la suya—. Pero si lo que necesitas es un espacio fijo, te puedo ayudar, que no te detenga mi actual condición, ¿acaso necesitas guardar algo?

Algo así como algo, no, alguien, la verdad –dijo Blaze dejando atónita a Ariadne, que comenzó a elucubrar de qué se trataba el favor que le estaba pidiendo, pensando en que quizá había secuestrado a alguien o que quería ocultar a alguien que huía de la justicia, temblándole el cuerpo ante tales atroces posibilidades.

¿A… alguien? –preguntó Ariadne con temor, soltando la mano de la maga para llevársela al rostro junto a la otra, tapándose la nariz y la boca con estas, dejando entrever el temor en sus descubiertos ojos.

Sí, alguien –dijo Blaze con tono suave, desviando su mirada hacia la ventana con una expresión que cambió por completo los pensamientos de Ariadne.

¡Es un hombre, te gusta, te sonrojaste! –exclamó con rapidez Ariadne, apuntando al rostro de Blaze, quien no se había sonrojado, pero ahora tenía inflamadas y enrojecidas las orejas, alterándose por la acusación.

¡No me he sonrojado! ¡¿De qué estás hablando?! ¡¿Cómo sabes que es un hombre?! –preguntó gritando Blaze, apuntando de vuelta a la joven, sonrojada efectivamente esta vez.

Se te nota en la mirada –dijo picaronamente Ariadne, cohibiendo a la maga, quien se cruzó de brazos y desvió con vehemencia su mirada.

Es mi escudero, estuvo muerto y volvió, o algo así, no sé cómo explicarlo realmente… –dijo Blaze, haciendo que Ariadne cambiara nuevamente su expresión, temblando nuevamente y palideciendo al mismo tiempo, haciendo sonreír a la maga—. Esa mente está demasiado activa, no te voy a preguntar lo que está pasando por ella, pero creo que tienes que salir un rato a distraerte.

Sí, no me digas nada más –dijo Ariadne, dejándose caer hacia el frente, quedando con la cabeza entre sus piernas, habiéndose imaginado un cadáver putrefacto medianamente animado llamando a la maga con voz de ultratumba.

Bueno, el tema es que está nuevamente acá y necesito dejarlo en algún lado mientras espero que se reponga, sólo necesita estar acostado, las veces que intenté alimentarlo o hidratarlo fueron infructuosas, al parecer no lo necesita, solo respira calmadamente sobre la carreta donde lo llevo, aunque al principio pensé en ponerlo dentro de una caja y cargarlo en mi espalda, pero luego pensé que era una estupidez, no aguantaría mucho tiempo cargando a alguien de mí mismo tamaño en la espalda, además de que lo dejaría tullido con tal tipo de encierro… Me estoy desviando, sólo necesito dejarlo en un lugar donde puedan ver que esté bien, para no estar paseándolo por todo el reino mientras busco la forma de hacerlo volver en sí, pero tomando en consideración lo que pasó acá, no sé si sea conveniente –explicó Blaze, apoyando sus codos sobre sus muslos, cruzando las manos para poder apoyar su barbilla sobre estas.

¿Lo dices por mi discapacidad o por lo qué pasó con el gigante? –preguntó Ariadne—. Porque si sólo necesita una cama y nada de comer ni beber, lo podemos poner en mi habitación y yo lo puedo vigilar.

No te voy a mentir ni quiero ser mala contigo, pero es una mezcla de los dos. El lugar parece apropiado y él no necesita mayores cuidados, pero no sabemos si puede volver a ocurrir lo del ente ese, sería peligroso para ustedes y para él, serían dos personas que no podrían huir por sus propios medios –dijo Blaze, parándose de la silla y mirando al exterior al río que no estaba muy lejos de la casa.

Claro, entiendo tu preocupación, pero no creo que vuelva a ocurrir nada parecido por acá. El sello que estaba sobre El Caudal de los Tiempos se rompió el día en que esa criatura apareció de la nada, caminando entre el pueblo, destrozando algunas casas y pisándome en su trayecto que lo alejó de este lugar, lo que me rompió la espalda y me dejó postrada en cama –rememoró Ariadne, contándole a Blaze desde su perspectiva la razón de su reciente discapacidad, mirando nuevamente con melancolía al exterior por su ventana—. Y no fue lo único que cambió, nunca más pude transformarme en rusalka, tampoco han ocurrido otras cosas extrañas como las que ocurrían antes, ahora es solo un río común y corriente.

Lo lamento tanto, chica… pero, aunque hubiera estado acá en el momento que ocurrió tu accidente, tampoco te podría haber curado con mi hechizo Regeneration, ya no puedo hacer magia oscura –se lamentó Blaze, girándose para ver a Ariadne, confirmando las palabras de la joven—. Y creo que tienes completamente razón, el río no tiene ninguna traza de poder mágico, nada.

Entonces, ¿vas a dejar a tu escudero acá solo conmigo? –dijo Ariadne, subiendo y bajando ambas cejas con picardía, moviendo sus dedos medio e índice como si fueran un par de piernas caminantes sobre su cama, desconcertando un poco a la maga.

Parece que entre la última vez que nos vimos y hoy pasaron muchas cosas entre tú y el caballito de río –murmuró Blaze, palabras que Ariadne no logró escuchar ni entender, preguntando que qué había dicho—. Que deberías salir de paseo, eso dije, vamos a salir un momento para mostrarte a Albert.

Blaze tomó en sus brazos a Ariadne, sacándola del hogar para presentarle a Albert, topándose nuevamente con Oidhche, explicándole la situación del escudero durmiente y el favor que le quería pedir a su novia.

Yo diría que su alma no está acá, por eso no ha despertado –planteó Oidhche después de una superficial auscultación mágica, destapando a Albert para observar todo su cuerpo, escuchando su tenue respiración, levantando un poco el pantalón del muchacho para observar el interior, relinchando y abriendo al máximo sus ojos, golpeando el piso con sus pies como si cabalgara—. Y no, esa cosa no se va a quedar sola contigo en tu habitación, lo prohíbo, Ari.

¿Cómo te prohibieron quedarte a dormir en mi habitación mis padres? –preguntó Ariadne, con ojos burlones para con su novio, sacándole una sonrisa a Blaze, desanimando al Kelpie—. Entonces, si no quieres eso, llévatelo contigo, pero ese favor se lo vamos a hacer sí o sí a Blaze.

Si no queda de otra… –rezongó Oidhche, bajando la cabeza, pasando lo mismo con sus orejas humanizadas, deformándose un poco su apariencia humana, riéndose descaradamente las dos chicas de él.

Ya, pero en agradecimiento por el favor que me van a hacer, te daré algo a cambio, Ariadne –dijo Blaze, soltando a la chica sin previo aviso, tirándosela a Oidhche que apenas la atajó con sus brazos, metiéndose a la casa nuevamente, gritando desde el interior—. ¡Pero necesitaré la silla que está en tu pieza, un árbol y algunas herramientas!

¡Claro! –exclamó Ariadne, intrigada por lo que la maga iba a hacer con las cosas que dijo necesitar, esperando quizá qué clase de artefacto extraño—. Sácalas no más…

Blaze sacó la silla de la habitación y la dejó en el exterior de la casa, pidiéndole al padre la muchacha un par de clavos, un martillo y algo que sirviera para alisar un trozo de madera con tal de dejarlo plano, recibiendo también un serrucho, el que terminó dejando en el lugar, ya que no lo precisaba. Se fue al bosque, buscando algún árbol de tronco grueso, encontrando uno muy viejo y grande, cortándolo con un hechizo de viento que venía practicando desde que fabricó la carreta para Albert, sacándole unas tajadas de unos diez centímetros de espesor, las que posó verticalmente sobre el costado de una roca para darles estabilidad.

Ahora sí, las ruedas –dijo Blaze, utilizando el hechizo con el cual cortó las ruedas de la carreta de su escudero—. ¡Shining Circle!

Un pequeño círculo candente se formó frente a ambas manos de la maga, quien con sus brazos extendidos hacia el frente y sus dedos trataba de realizar la forma perfecta de una circunferencia, moldeando de esta forma al hechizo. Una vez logró la figura deseada, lanzó el hechizo contra las lonjas de madera, atravesándolas de un lado al otro, liberándose unos delgados hilos de humo blanco que se disiparon en el aire, quedando perfectamente cortadas por el incandescente aro de fuego.

Luego cortó lo mejor que pudo unos apoyabrazos y dos largas varas, afinando los cortes con las herramientas que tenía disponibles, uniendo todo en una sola cosa: una silla con ruedas y dos pértigas, además de dos apoyabrazos, lo que serviría para que Oidhche sacara a pasear a Ariadne utilizando su forma de caballo espiritual, entregándole el producto final a los dos enamorados.

¿Y, qué les parece? –preguntó Blaze, sacando pecho por su trabajo, viendo como el rostro de Ariadne se iluminaba, habiendo entendido de inmediato el propósito del trabajo de la maga—. Sé que lo hice en poco tiempo, pero es que con la construcción de la carreta de Albert terminé aprendiendo un par de cosas que no sabía, después de que se me cayera varias veces de la carreta… o las veces que se me soltaron las ruedas… De todos modos, está certificada para durar, tengo práctica en esto.

¡Está preciosa, Blaze, gracias! –dijo la joven con emoción, pellizcando a Oidhche para que la sentara en el artilugio—. Vamos, déjame allá, transfórmate, llévame de paseo.

No es necesario que me transforme para llevarte en esto, puedo agarrarlo con mis… –alcanzó a decir el Kelpie después de depositar a Ariadne sobre la silla, siendo interrumpido por un grito de su hiperventilada amada.

¡Qué te transformes te dije! –exclamó Ariadne, agarrándose a los apoyabrazos con sus manos con evidente ansiedad, esperando a que iniciara el paseo, deseosa de sentir el aire fresco del lugar.

Pero necesitaré que alguien me amarre cada vez que me transforme… –reclamó Oidhche, haciendo que la muchacha se diera cuenta de que tenía razón, calmando su impetuoso deseo de recorrer el lugar.

Claro, tienes razón, perdón –dijo Ariadne, siendo acarreada en el invento de Blaze, recibiendo la fresca brisa de la tarde, caminando los tres por el bosque cercano al pueblo, volviendo a casa al momento en que el sol estaba a punto de ocultarse completamente.

Blaze dejó a Albert con Ariadne, sus padres y Oidhche para que lo cuidaran mientras ella recorría todo el reino en búsqueda de algo que le pudiera ayudar a despertar, sin saber que era buscada por Hänä y Claire para informarle de un gigante que avistaron en el mar, un gigante completamente distinto al que salió de El Caudal de los Tiempos, los dos provenientes de tiempos pasados y lejanos, los dos en búsqueda de un ser igual a ellos, uno que ya había muerto hace muchos años, siendo utilizado su cuerpo por los humanos para elevar su poder mágico, el mismo cuerpo que utilizó Echleón para arrebatarle el poder a su discípula, el mismo que la alejó de Albert.

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