Destino, casualidad, realmente la razón dejó de importar. Era un sitio que no suelo frecuentar, ella por su parte iba muy seguido, yo nunca iba a esa hora y además no éramos los únicos ahí. Entre tantas miradas ajenas, buscando incluso lo mismo que yo, no coincidí ni por accidente con ninguna y ella ¡Ah ella! No cabe duda de que yo la encontré, pero la verdadera pregunta es ¿Por qué? Ella no es un misterio más bien todo lo contrario, pero tiene tanto que contar que a pesar de ser un libro abierto no la terminaría nunca, podría ser una trilogía, una saga infinita y de las mejores.

Las mujeres rubias jamás han llamado mi atención, esa cascada dorada cayendo por su espalda, enmarcando su cintura que por sí sola monopolizaba la atención, hacía que las miradas recorrieran de la a a la z sus mejores vistas y en el orden correcto; cabello, espalda, cintura, trasero, piernas y como si fuera a propósito, justo al terminar se daba la vuelta y los remataba con esa sonrisa que, a pesar de mi falta de datos, podría jurar es de las más bellas de este lado del meridiano.

Como todo caballero que dice saber cortejar a una dama, puse en marcha mi plan para comenzar una banal pero introductoria conversación entre nosotros y, como todo caballero poseedor de la verdad sobre el cortejo, fallé. Debo admitir que su respuesta a mi comentario efímero no la vi venir. Fue tan certera que no pude contener mi carcajada ya que no esperaba tanta atención de su parte, incluso perdí de vista sus rubias lianas, hipnotizado en su humor y excelente manejo de la situación. Sé que dije haber fallado -y lo hice- sin embargo, ella había decidido que fallar era solo otra forma de comenzar una conversación.

—Dos amantes que se reencuentran después de mucho tiempo —susurraba la gente al intentar describir nuestra situación y no los culpo. En cuanto comenzamos a charlar la plática pudo haber durado días sin notar el paso del tiempo, era ese tipo de conversación que tienes con un buen amigo o amiga de años, la química estaba presente y con mutuo acuerdo decidimos que la física también debía estarlo.

Al llegar a su departamento dijo que quería confesarme algo

—Este no es mi cabello, estoy usando una peluca —quedé perplejo y aliviado, yo sabía que no podía haberme enamorado de una mujer rubia. Luego de mi pensamiento innecesario y algunos segundos en silencio, me di cuenta de que hoy ella quería verse diferente, como quién huye de un amor pasado y para no ser alcanzada intenta cambiar, tenía esa mirada

—No somos tan diferentes —mi pensamiento se escapó

—Oh está bien, a la cuenta de tres nos la quitamos los dos —dijo en tono burlón, de alguna forma había entendido que mi comentario era parte de otra conversación.

A pesar de su confianza no me dejo mirar cuando se quitó la peluca, sino hasta que ésta ya no formaba parte de su atuendo. Sí logró captar mi atención siendo una chica dorada, imaginen mi rostro al ver la vía láctea que caía sobre sus hombros empezando en negro y cambiando de forma tenue al mejor azul que jamás había visto

—Disculpa, aún no he podido quitar mi anterior tinte del todo —dijo, lanzando sus palabras al aire porque yo no estaba en condiciones de recibirlas

—Te ves muy bien así —respondí tras unos segundos de admirarla. Pensé en decirle lo de la galaxia, pero me parecería un poco extraño viniendo de un desconocido

Tras algunos tragos, una excelente conversación y los peores chistes de este lado del meridiano, llegamos al punto sin retorno para los amantes. Su forma de quitar la ropa que se interponía en nuestro camino era asombrosa, su silueta, contrario a lo que cualquiera creería era aún mejor desnuda. Me había contado que era bailarina y dominaba muchos estilos, pero sus movimientos me lo confirmaron para jamás volver a ponerlo en duda y ahí, a un paso del Nirvana, en medio de donde cualquier hombre cuerdo no podría dejar de disfrutar, me di cuenta ¡Era ella! ¡¿Cómo no lo noté?! …

Etiquetas: historia romance

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS