Me presento ante esta sociedad de escritura simplemente como un hombre, de unos 50 años. Fumo puros habanos que encargo periódicamente en mi estanco de barrio. Siempre me tratan bien, con cierta deferencia que, en mi foro interno, pienso que merezco. 

Trabajo para ese mismo hombre que fuma cuando crea, preferiblemente por las noches. A pesar de ello, me levanto temprano para llevar a mi hija al colegio. Soy padre tardío; orgulloso, llevo su fotografía en el fondo de pantalla de mi móvil. Gasto más de lo que debería en este vicio absurdo que me ayuda a concentrarme en mis producciones. 

Escojo las madrugadas, en cuanto la casa se siente en paz, sin embargo, no renuncio a compartir mi café de mañana con el resto de la familia. A veces hasta hago yo el desayuno, así mi pareja va con más margen a la oficina. Aunque visto algo parecido a un chándal y calzo deportivas, no soy quien de gimnasio, a sabiendas de que me sentaría bien desentumecer los músculos después de la noche pegado a una silla respirando aire enrarecido. 

Me gusta mi trabajo, pero hubo épocas mejores. Al menos me permite sobrevivir y ser libre al mismo tiempo. En este mundillo nos conocemos todos, aun los hay que tragan más que yo. Tener una reputación me libera de tener que asistir a rodajes, fiestas con productores engreídos y festivales de poca monta. En el pasado me dediqué exclusivamente al largometraje, últimamente, una carrera de altos y bajos me ha emplazado a series de televisión de calidad poco más que mediocre. Que me dan de comer. No me quejo. 

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