Capítulo 2:
Chica personaje.
Me llamo Martina Esmeralda Ferreyra. Nunca me gustó mi segundo nombre, así que no suelo utilizarlo. Siempre me pareció un nombre ridículo que posiblemente funcionaría mejor para el personaje de una serie que para una persona real.
Soy buena para las matemáticas, aunque no mucho. Solo no soy fanática de las materias centradas en las ciencias sociales o la literatura, y no porque me aburran, si no porque sencillamente no termino de entender cuál es su razón de ser en la educación secundaria.
Como sea, tampoco es que la secundaria me haya gustado demasiado, incluso si siempre me saqué buenas notas en la escuela. Y es que siendo la hija menor de mis padres, es como si ellos hubieran intentado poner sobre mis hombros toda la presión que no habían puesto sobre mis hermanos, algo que había derivado en que fueran bastante problemáticos.
Supongo que es injusto, sí. Pero también tengo que admitir que nunca intenté romper con ese círculo, así que no creo tener derecho a quejarme.
¿Qué más podría contar acerca de mí? Si acaso mis gustos importan en algo, creo que puedo contar que siempre he tenido predilección por las series de animación japonesas (anime), los comics y la cultura pop en general, posiblemente debido a haberme criado con hermanos mayores con esos mismos gustos… y ya. No hay nada más que contar al respecto.
Y creo que no tengo mucho más para decir, quizá porque no es mi intención hablar mucho de mí.
Esta historia, comenzó realmente en mi tercer año de educación secundaria, cuando a mis quince años, escuché de labios de mi hermano mayor que habría un evento de temática anime en mi ciudad, el primero que se llevaría a cabo para variar.
Ahí fue que la conocí… Lucía. Mi mejor amiga.
Posiblemente nos habíamos muchas veces, pues íbamos a la misma escuela (ella iba dos años por encima de mí). No obstante no fue hasta ese día en que pude conocerla.
Era rara. Bastante excéntrica, y no necesariamente en un buen sentido, y sí de algo sirve la comparación, diría que más que poseer un tipo de excentricidad llamativo como el Willy Wonka o algún personaje carismático de ese estilo, parecía más bien el cliché de una persona que intenta traspasar actitudes y modismos de la ficción a la vida real, dando como resultado que en muchas ocasiones se comportara de forma errática y para muchos… molesta.
¿Y sin embargo? Algo en ella me gustó desde el inicio. Sí, por momentos parecía más un personaje que una persona, ¿Pero qué importaba? Lo que en realidad me cautivaba de su persona, es que era TODO lo opuesto a mí.
Si acaso yo siempre fui una persona conformista y responsable respecto a sus labores escolares, ella parecía ir por la vida diciendo abiertamente que era una especie de cachivache que pasaba sus horas de clase durmiendo y tenía una devoción excesiva hacía su tiempo libre, mismo que dedicaba a consumir ficción de todo tipo, y más importante que nada: Se dedicaba a escribir.
No pasaba más de dos minutos sin que ella soltara alguna frase relacionada a “su próxima obra”, demostrando además que a diferencia de mí, ella tenía un interés casi académico en la ficción.
Si a mí me gustaba el anime como algo que me entretenía, ella podía elaborar complejos análisis respecto a cada obra que consumía, enlazándola con obras literarias que había leído antes y haciendo parecer que incluso una serie genérica con toques eróticos, pareciera ser la obra perdida de Jorge Luis Borges.
… Y no, definitivamente no. Lucía no era ningún genio, y es más, pecaré de ser una pésima amiga pero debo decir que muy posiblemente, era más pretenciosa que inteligente, e incluso me atrevo a decir que ella misma se creía más interesante y sabia de lo que era en realidad, algo que a los ojos de muchos hacía que ella fuera ridícula. ¿Pero a mí? A mí… a mí sí me gustaba esa personalidad.
Nos hicimos amigas y comenzamos a vernos muy a menudo. Al principio en los recreos de la escuela, y cuando ya tuvimos un poco más de confianza, comenzamos a reunirnos por afuera de la misma.
Ella quería graduarse para ir a la universidad a estudiar literatura. ¿Sus motivos? Alguna vez cuando le pregunté, me contestó algo así como…
“Hay una brecha en la literatura. Entre los estudiosos que solo consideran algunas cosas como literatura, y entre el arte del comic, los guiones de videojuegos y demás. A menudo siento que a los ojos de muchos imbéciles que juegan a ser eruditos, todas las formas de escritura que nombre antes no tienen valor.
¡Quiero reivindicar eso! Quiero lograr unificar todos los discursos de la literatura. Pero no a través de la teoría, si no a través de la mejor obra de ficción hecha antes…”
¿Y yo? Pues… yo no quería estudiar. Es decir, no es que activamente no quisiera, solamente me daba absolutamente igual que carrera debería elegir. No quería elegir ninguna, en general, pero como sabía que mis padres querían que fuera, había decidido que quería estudiar una carrera aburrida relacionada a las matemáticas. Ya sabe, una de esas carreras que a la mayoría de personas les parece importante. Con muchos números y mucha dificultad, ya sabes… la clase de carrera que hace que la gente diga “Si cursas eso, vas a tener que sacrificar muchas de tus horas de estudio”, “Es una carrera muy difícil, va a tomarte mucho tiempo”, y que por ende parece tener una nota de aceptación general mucho mayor entre las personas.
No digo que yo haya elegido mal y que Lucía lo haya hecho bien, tampoco lo contrario. Solo quiero decir que éramos muy distintas, demasiado distintas.
Yo era poco menos que una persona sin voluntad, y ella más que una persona era un personaje que vivía su propia historia.
Pero mientras más la conocía, mientras más amigas éramos… más veía la verdad.
Tanto ella como yo, estábamos simplemente rotas.
Y por patético que suene, ese sería uno de los pilares de nuestra amistad.
Me di cuenta de eso una noche en que la invité a casa a ver alguna película aprovechando que mi padres no estarían en casa, pero respondió a mi mensaje diciendo que aquella noche tenía una fiesta, algo que obviamente no me molestó. Después de todo, ella siempre había tenido una vida social más activa que la mía.
Sin embargo, esa misma noche, acabó llegando a mi casa… ebria, tambaleante y muy seguramente bajo el efecto de alguna otra sustancia…
Esa noche, mientras sostenía su cabello, viéndole vomitar de rodillas frente al inodoro, me di cuenta de que ella estaba absolutamente rota.
“No te preocupes, suelo vomitar a menudo. Estoy acostumbrada… no me molesta. Siempre vomito, vomito muy a menudo.
Pero no importa, estoy acostumbrada……….”
Tras decir aquello, con los ojos llorosos volteó a mirarme… “¿Te conté que estoy trabajando en un nuevo guión? Es… para un videojuego, creo que va a ser excelente”.
Yo no entendía nada de arte.
Pero nunca volvía a ver ojos tan hermosos, tan hermosos, tristes y a la vez repugnante como aquellos. Supe entonces que ya nunca me alejaría. Supe que genuinamente, quería leer ese guión.
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