Deja que cale bien

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La sobresaturación hace mella, la exposición continua, el tratar que a cada acción quede de ella lo más bonito y positivo para ser enseñado o más bien restregado, ¿no? En época de desilusión tras desilusión, la verdad y su realidad más cruenta parece que deba ser olvidada, arrinconada para que no nos impida seguir siendo medianamente felices en la interpretación de nuestro entorno.

Difícil tratar de sentir la tristeza más terrible en la lejanía, fuera de nuestro perímetro, de nuestra seguridad pretenciosamente impenetrable y engañosa. Complicada empresa aquella la de señalarse a uno mismo, de aceptar que si seguimos así, con nuestro estilo de vida derrochador e injusto, comprometemos durante décadas a esos otros, a un buen puñado de millones de personas que se les ha impuesto un calificativo distintivo de menor jerarquía en la escala trófica social.

Son la carnaza, las sobras, las vísceras que se desechan continuamente, despreciando su dignidad, confiriéndoles un estatus parecido a los animales.

Muy compleja es nuestra estima personal, nuestra soberbia, cuando interiormente la mente nos va filtrando ese chorro potente de conciencia más colectiva, de justicia. Pero una parte del instinto de supervivencia, tanto físico como mental, nos facilita apartar velozmente esa moralidad biológica que Schopenhauer calificaba como mitlied: compasión.

Este término deteriorado en nuestros tiempos a base de una argucia comercial desprovista de todo límite, de todo freno, nos avoca a la busca persistente de una dosis de malsana felicidad a costa de lo que haga falta.

No importa que un sin fin de productos que adquirimos sean producidos en esos países que todos sabemos que tratan de maravilla a sus trabajadores con unos derechos humanos impecables, ¿verdad? Bueno, por supuesto que yo también colaboro en este despilfarro, pero me cercioro que esa sensación, incluso de culpa dependiendo del día, es muy difícil de encontrar.

Sentirse así es una incomodidad que no todo el mundo está dispuesto a soportar y lo entiendo perfectamente.

Pero llega un punto en el cual es crucial tomar consideración de lo que nuestra sociedad y su forma de vivir conlleva.

Es una mierda, no lo dudo, pero esa mierda, que comienza a salpicarte por todas partes y tú como buen ciudadano europeo la vas esquivando, es el único medio de ir tomando conciencia de la problemática en la cual estamos actualmente. Es imperiosamente importante dejarnos ensuciar de vez en cuando y dejar que cale.

Dar la espalda y seguir como si nada estuviera ocurriendo es de un infantilismo patético y en esas estamos.

Acordaos del lema de la pandemia: Saldremos mejores… Pues parece que era todo lo contrario, el cortoplacismo está más de moda que nunca. Que nos quiten lo bailado ¿verdad?

La desacralización del universo será más racional, más intelectual, más progresista. Pero Francisco de Goya acertó con la frase: «El sueño de la razón produce monstruos» Sí, perdonen el tufillo moralizador, no volverá a ocurrir.

Buen viaje.

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