¡Hombre!, no le grites al mundo cuanto la amas, lo preciosa que es, que es tu reina, tu vida entera y que siempre estaréis juntos; que no se entere nadie, sólo acércate a su oído y susúrraselo sólo a ella, haz que lo vea en tu mirada y que lo sienta en tus caricias, porque a nadie más le importa.

No intentes exhibirla, cual modelo de pasarela, cual diamante que brilla, porque algún día ese reflejo puede volverse en vuestra contra y deslumbraros a vosotros mismos, y hallareis una relación llena de destellos de mentiras, falsedad, hipocresía y superficialidad; una relación unida por lo exterior, por lo material; porque dentro del cajón del amor no tiene cabida lo externo, ni lo material.

No hay necesidad de agraciarla con grandes regalos que cuesten mucho dinero, pero tampoco ofenderla con regalos mediocres, porque ella se merece regalos con valor, no con precio; se merece el regalo de tu respeto, de tu confianza, de tu lealtad, de tu afecto, de tu aprecio, de tu honestidad, de tu apoyo y de tu cariño; se merece todos los regalos que vengan de un AMOR REAL.

No hagas de ella una mujer florero, pues ella es una obra de arte.

A algunos hombres.

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