Nosotros, todos nosotros, sombras que hemos huido del mundo por temor, por asco, por desconcierto o por lo que fuera,

nosotros,

en algún lugar de una hoja en blanco, un punto, y en ambos extremos, un abismo,

nosotros

no hemos hecho más que estar sentados frente a una pared blanca, inmaculada, hablándole

(y la pared blanca, inmaculada, sorda, muda)

.

Pensamos que íbamos a morir así, hablándole a una pared.

No podrá ser. Se nos adelantaron, vinieron a quitarnos nuestra propia muerte. Han venido a matarnos.

.

Desertar es contra la ley, nos dicen. Es una falta grave, gravísima. Su castigo es morir.

(Como si no lo supiéramos. Como si no lo hubiésemos sabido siempre)

.

Sea, entonces.

Si no van a bajar las armas, que no haya perdón ni piedad. Cumpla cada uno de acuerdo a lo mandado. El que ha venido a matar, que mate. Yo, y los que van a morir, que mueran.

Miremos a la cara a los verdugos.

O no. Bajemos la mirada, elevémosla hacia el cielo, dirijámosla hacia aquel pino, a la izquierda. O cerremos los ojos (quizás así podamos desviar algún proyectil)

.

Disparen de una vez.

Vénganos al menos un acto en la vida que no sea trivial, falso, inconducente. Uno, que sea definitivo. No habrá forma más bella de morir para nosotros.

(Demos gracias por esto)

.

A cada cual su verdugo, y usted, con cara de vendedor de seguros, el mío.

Ya que seremos íntimos, permítame, matador, una confesión. O dos.

Justo ayer tuve un sueño.

Yo estaba en una terminal de pasajeros. Pensaba, qué hago en esta terminal, cómo llegué hasta aquí, adónde debo partir, cuándo, para qué.

El lugar era espacioso, bien iluminado. Con amplios corredores, como góndolas de un supermercado. La gente se paseaba entre los estantes abarrotados de productos. Miraba, elegía, llevaba. Todos parecían saber qué hacer, adónde ir. Todos iban acompañados. Familias, parejas, niños. Caras conocidas me saludaban en los pasillos. Me sonreían. Lo único que buscaba yo era la salida.

Quería decir perro y decía espejo. Quería decir tal vez, decía seguramente. Te espero, te necesito, te extraño, y decía hasta mañana.

.

Que el nosotros no suene mayestático. Es nuestra última forma de ocultarnos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS