Días escasos de árboles de flores blancas,
que también se avejentan,
que también atenuaron, poco a poco,
esas fechas en las que caían frutos, tras hojas secas,
y se apresuraban a enterrarlos,
para ver si así,
llegaran más días de néctar solapados y sombras de madera.
Hijas de hijas, se hicieron tierra, y luego brotes,
y al fin el trapicheo de abejas.
Parecen separar la existencia de la muerte.
Mas siempre se contagian,
las ramas verdes y flexibles de la vida,
con los lutos secos de las ramas negras,
vestidas con crespones oscuros,
y murciélagos errantes, que han regresado,
y se posan justo otra vez, a donde yo estoy mirando,
invitándome a que vea, también,
esta vida al revés.
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