En algún lugar del universo, se encontraba una pareja de jóvenes conversando, el tiempo no existía y se encontraban bajo un domo de cristal iluminado por cientos de colores.

Él joven recostado sobre agua, contemplaba con asombro aquellas figuras que le resultaban nuevas.

En su búsqueda visual se dio cuenta que no estaba solo, sobre una rama de un frondoso sauce, en medio del agua, se encontraba una pelirroja.

– ¿Me has secuestrado? – preguntó el joven.
Ella sonrió al responder: No, nunca te haría algo así.

Los colores que conformaban aquel espacio, se movían como si fuesen una obra de arte viva, la pupila del joven se agrandaba con cada nuevo vistazo.

– ¿Sientes miedo? – Preguntó un poco tímida la pelirroja.
– No, no tengo miedo, solo dolor. – respondió el joven.

– Quizá el dolor es otra forma de miedo. – susurro la pelirroja, sumergiendo la punta de los dedos al agua.
– ¿Dónde estamos? – Pregunto el joven.
– Creo que en la nada, no estoy segura cómo llegamos aquí, pero cuándo fui consciente, tu dormías sobre el agua. – Respondió pelirroja.

El joven se llevo las manos al rostro, frotándolo y deseando despertar del sin sentido, sin embargo, cuándo se descubrió el rostro. todo seguía igual.
– ¿Por qué hay tanto silencio?, no me gusta. – dijo el joven.
– ¿No escuchas al agua fluir, o el sonido de las ramas mecerse? – preguntó extrañada la pelirroja.

– No, solo hay silencio, no me gusta, ¡quiero irme! – Dijo el joven con el ceño fruncido. – ¿Por qué no puedo moverme? ¿Qué me has hecho? –
– Nada, no he hecho nada, tampoco puedo bajar del árbol. – respondió la pelirroja asustada.
– ¡Duele demasiado! – exclamo él joven.

– Shh… Respira. – Susurró la pelirroja tratando de consolarlo y hundiendo toda su mano en el agua.

El dolor comenzó a cesar y aparecieron burbujas de colores en el aire, venían acompañados de una dulce melodía de violín.

– ¿Qué son esas burbujas? – Preguntó el joven, con la pupila llena de colores.
– Pensamientos y emociones. – respondió la pelirroja.
– ¿De quién? –
– Tuyos, tienen una aroma muy agradable. ¿No te parece? –

En su fascinación con el dedo, el joven pincho una burbuja, al estallar la burbuja le salpicó de diminutas gotas de colores, desprendiendo un aroma a rosa joven, reviviendo el feliz pensamiento.
Este acto capturo toda su atención, y con sus delgados brazos, comenzó a reventar una una de las burbujas.

El lugar se torno oscuro, parecía que alguien había esparcido pintura negra por todos lados, dejando plastas de la misma. Figuras geométricas aparecieron, la que más brillaba era un óvalo color jade.
Un precioso y doloroso espectáculo.

La pelirroja se perdía contemplando como el joven se ausentaba en si mismo, parecía dolerle pero al mismo tiempo ser feliz. – Regresa. – susurraba la pelirroja, pero él parecía no escuchar, ella se estiró lo más que pudo alcanzando a rozar los dedos del joven.

Él joven regreso al sentir el tacto tibio, y al verla, sonrió con la pupila hinchada.
– Hola guapo. – dijo sonriendo la pelirroja.
– Hola. – respondió cansado.
– ¿A dónde fuiste? – preguntó ella.
– Soñaba, y lo hacía muy profundo. –
– Sentí miedo de no volverte a ver. –
– No lo tengas, eres fuerte. –

El silenció envolvió el lugar, las miradas se perdieron por separado, quizá solo tratando de entender., una inmensa tristeza invadía las pupilas y se colgaba de las comisuras caídas y disimuladas,
la pelirroja parecía estallar de tantos pensamientos callados.

El espacio se llenó de una tensión en el corazón del mismo, marcado por un fuerte repiquete de tambor.
-Tenemos que irnos- dijo la pelirroja.
-No, ya vienen las luciérnagas – respondió el joven con la mirada perdida.

Todos los sentidos comienzan a distorsionarse, no se puede distinguir el final del principio, el arriba del abajo, nada es coherente, ni siquiera los rostros con los sentimientos, las emociones toman forma a través de aromas.

– ¿Qué es ese aroma desagradable? -Preguntó la pelirroja.
Él joven esbozo una sonrisa y, tras un suspiro respondió: – creo que es mi miedo, aún no le ves el rostro? –
– No. – Ella respondió nerviosa, buscando con la mirada.
-Estamos en su garganta, no me di cuenta cuándo nos comió. – su rostro pálido y hundido se distorsionaba entre resignación y tristeza.

El joven extendió su mano. -Ven conmigo. – Le dijo.
La respiración de la pelirroja se aceleró, sus labios perdieron color y humedad.
– ¿A dónde? – preguntó asustada la pelirroja.
– Tengo mucha sed. – dijo el joven con el rostro pálido.
– Estás recostado sobre agua, ¿Porqué no bebes un poco? –
– No puedo moverme, no soy capaz siquiera de beber agua. – Respondió el joven con el rostro desencajado.
La pelirroja frustrada y adherida al tronco sobre el que estaba, comenzó a tirar fuerte para poder levantarse, en el caótico movimiento pedazos de su piel se desprendieron.

– ¡No dejes que se marchite! – en medio de llanto gritaba la pelirroja.
– Ven conmigo. – dijo el joven. – Ya no quiero estar aquí, me encuentro cansado, acompáñame. –
– Aún hay tanto… No estoy lista para este silencio. – ella respondió con la pupila rota. – No te vayas, quédate por favor. – con la voz quebrada suplicaba la pelirroja.

– Tenemos que salir de aquí. – desesperada la pelirroja lo repetía cada vez que tiraba más fuerte para poder desprenderse.
-No, solo tenemos que esperar. – respondió él joven.
Enormes y afilados dientes en una boca salivando comenzó a dar grandes mordidas al universo, con cada mordida, las luciérnagas se incendiaban, las burbujas reventaban de forma agresiva y el universo en si mismo sangraba. el espacio se reducía, anunciando el pronto final, el joven mantenía su pálido rostro en calma, mimetizándose con el placer de la boca que mordía.

Finalmente, la pelirroja pudo liberarse de aquel tronco, le ha costado renunciar a una parte de ella, cansada y adolorida corrió hasta el joven para tratar de llevarlo a la orilla, sin embargo, el cuerpo era inamovible, busco tantas formas y nada parecía servir.

En medio de desquebrajadas emociones, la pelirroja levanto la mirada y con el pecho abierto le grito a la boca que se detuviera, pero está parecía no escucharla.
– Tienes que ayudarme, no podemos quedarnos. – Le decía en medio del llanto desolado al joven.       – No tengas miedo. – dijo sonriendo en calma él joven. – Ven conmigo, solo tenemos que dejar que los cuerpo se llenen con agua antes que la boca termine.
– No. – respondió horrorizada la pelirroja. – Tiene que existir otra salida. –                                             – Por favor, ven conmigo. – dijo él joven mientras sujetaba con fuerza la mano de la pelirroja.
– No puedo, lo lamento tanto. – le respondió mientras mojaba sus labios ya secos. – Quédate. – en susurro le pidió al joven.                                                                                                                          – Llego el momento, me tengo que ir, ya no puedo esperarte más. – respondió cerrando los ojos y dejándose caer al fondo del agua, arrastrando consigo a la pelirroja.
– por favor, no! – en medio de dolores y contracciones gritaba ella.

Un fuerte sonido golpeo su cabeza, nublando todo, el minutero de un reloj despertó a la pelirroja, se vio recostada en un campo abierto, lejos de aquel universo, con una piel nueva llena de cicatrices, rodeada de mariposas que con el aleteo se incendiaban hasta extinguirse.

Addis Désirée.

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