Cuando a veces me siento sobre un pedazo de tiempo,

abro mi ventana y dejo entrar la brisa que siempre

llega por esa parte del mar.

Entonces pienso que soy lo único real que tengo

y comienzo a creer en mí.

Tengo tantas cosas por hacer, por terminar …

Voy lo más de prisa que mis piernas me autorizan,

se me llena la ilusión, mi moderada sabiduría se siente plena.

Pero mis pobres pies, allá, en lo más distante de mi mismo,

se obstinan en ese breve andar de últimamente.

Ya no busco las miradas que me puedan deletrear,

Ya me quedan los sollozos contados.

Soy como una golondrina que busca en el agua su nido de barro.

Mi poesía se repite con un eco adosado al corazón,

siempre el mismo  sonido, monótono y escurridizo. 

Es como un rayo que retrocede y se refracta hacia todas partes,

pero ya no en el papel.

Comienzo a buscar aquellas palabras interesantes que hacen de ellas una emoción en vez de letras,… mas no aparecen … ya no me encuentran. 

Y regreso a lo de antes,

a mis manos agotadas, se paran mis intelectos y

mi exaltación desacelera,

el silencio y mi grito van cogidos de las manos confundidos.

Queda solo mi reseña en esta parte del papel,

con un verso débil, inerte y desagradecido,

esperando algún Dios que sea de carne y hueso, o de vapores y alientos,

que arranque con sus manos divinas

las soledades de este universo que está, desde hace ya algún tiempo,

más que observado.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS