Creo suponer que tienes la edad perfecta. Sí, esa en la que miles de situaciones están ahí para hacerte abrir los ojos o cerrarlos por completo.
Me gustaría pensar que no los cierras, más bien que sigues aprendiendo a soñar con los ojos abiertos. Encajar con alguien se ha vuelto como ser una matrioshka, no se puede ser parte de cualquiera. De hecho, como en un rompecabezas se tiene la forma y tamaño para quien es esa otra mitad o mejor dicho un hogar.
Te amo, dos palabras fuertes que mencionar. A veces utilizadas, otras veces, en realidad muy pocas, sentidas. Pero, ¿de qué va el amor?. Sé que en tu libro biográfico, justo en el capítulo de «amores y algo más», está tatuado que lo consideras un sentimiento y te lleva a tener un sin número de adjetivos que mantienen viva la llama entre dos sujetos.
¿Me equivoco?, creo que no. Acaso te olvidas de las veces que sigues comprobando que las relaciones de pareja funcionan en donde eres cómplice y autora, aventurera y de un solo sitio, chistosa y amargada, hogareña y fiestera, dulce y agria, con historia que contar y escribir. Esa mezcla rara que forma la dupla perfecta.
Y con todo lo que sucede, luego de un largo día te has sumergido en un sueño profundo en el que te visita el primer amor, ese de colegio. Pero, tu subconsciente hizo de las suyas y te recordó que ya no está contigo. Entonces, no hallabas más a ninguna persona que haya roto o reconstruido tu corazón, simplemente caminaste por un sitio lleno de árboles. Los mismos que parecían un ejército al tener una simetría en tu andar.
Estando despierta aún no habías sido capaz de encontrar un sitio así. Y que más daba, estabas dormida y ahí tú comandabas los sitios en los que debías aparecer.
El camino lleno de árboles terminó y apareció una mesa con 7 copas llenas de vino tinto. Extrañada por lo que veías, pero con un apetito insaciable, caminaste hasta llegar a ellas. Tomaste una entre tus dedos y la bebiste muy despacio. El vino de aquella copa se terminó, y un nuevo sueño era ahora tu escenario.
Apareciste en la boda de tu mejor amiga, por mucho tiempo tu mayor ilusión era vestir de rojo y ser la «dama de amor». Quizá por curiosidad o porque Google había mencionado que serlo te convertía en la responsable de la novia y hacer que esta pudiera sortear cualquier inconveniente. De cualquier manera, ahí estabas de rojo.
Este era tu color favorito. Sin embargo, en la vida real ninguno de tus amigos se había comprometido y mucho menos casado. Solo que escuchar y tener a tu alrededor parejas que reflejaban felicidad y otras que estaban por separarse habían volcado por completo tus creencias acerca del matrimonio.
Tu cerebro hizo lo que quiso y te llevo a experimentar una boda inédita. Estabas vestida de rojo, al parecer fuiste la dama de amor, lo que tanto habías soñado. Aquí, los votos de amor no lo hacía la mujer, ni el hombre que se casaban, sino tú. Sí, al fin, se hizo realidad la loca idea que tenías de decir…
Hoy, no quiero ser como el resto y jurarte amor eterno. De hecho, si llego a enojarme te diré que no te quiero y luego me arrepentiré de decirlo. Sé que soy dueña de mis palabras, pero aún estoy trabajando en mí y esa bestia sin domar que llevo dentro, de vez en cuanto saldrá y yo como jinete seré incapaz de controlarla.
Te mereces una mujer que sea la cómplice de tus planes más locos, pero también quien se responsabilice contigo de las consecuencias. Y yo estoy segura de que serás el hombre que me enseñara a seguir amando la vida. A creer que hay días buenos y no tan buenos, pero que luego de salir y dar una vuelta para canalizar nuestra ira, fruto de alguna discusión, podremos disfrutar de una taza de café, sentados el uno frente al otro. Y entre endulzarlo y cruzar miradas que lo dirán todo, podremos ir a descansar en nuestra cama. Yo podre darte un beso en esos labios tuyos que me han conquistado desde el primer día y tú, tú podrás besar mi frente y hacerme sentir protegida.
No te hablo de hijos, porque nosotros aún lo somos. Sin embargo, cuando nos demos la oportunidad de ser padres, sé que seremos a todo terreno.
Todo esto mencionaste en silencio y solo para ti, de hecho practicabas mientras el hombre y la mujer que se casaban decían sus votos individualmente. ¿Quiénes se casaban?, no lo sabías, aunque el sueño era tuyo, la pareja que se unía y los invitados eran totalmente extraños para ti.
Lo que no era extraño para tu subconsciente fueron las múltiples situaciones que te habían contado tus amigos con sus parejas. Uno estaba siendo testigo del divorcio de su hermano, otro quería viajar a conocer a su amor de internet y el último se despidió de ti en el aeropuerto al viajar a otro país para olvidar a una chica que le rompió el corazón.
La pareja de tu sueño termino de casarse, y antes de que pudieran darse el beso que termina con el acto, tus pies empezaron a caminar hasta las escaleras de la salida. ¿Qué paso?, hasta ahora nadie lo sabe. Lo único seguro era que vestías de rojo e hiciste tu voto de amor mientras dormías.
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