Hijos debes tener para verte en perspectiva, para saberte brotado, reverdecido.
No sé qué hice para merecerlos… Seguramente nada. No recuerdo. Y sin embargo allí están, esos espigados morochos, bellos y buenos, como la madre. Pago excesivo que la vida me otorgara.
Llegaron tarde, cuando ya se había formado enrededor mío una corteza de soledad y en ocasiones no estoy con ellos tanto como debería. Intento solucionarlo.
Son mi orgullo. Me hacen sentir poderoso, útil, productivo. Tonto orgullo quizás, pero ruego me lo permitan, puesto que los hemos criado, con esfuerzo y tenacidad, atentos y alertas, celosos y prevenidos. No son casualidad.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS