Cuando te obsequiaba flores.

Cuando te obsequiaba flores.

Arrojé las flores por la ventana.

No quería saber nada de él. Sin duda todo había terminado.

Esta vez, las oportunidades se habían agotado y aunque era doloroso, lo único que quedaba era terminar.

Habían sido dos años más, de luchar, desconfiar y llorar; en lugar de disfrutar la relación.

No puedo negar que soy celosa, pero él daba pie a mis sospechas.

Muchas veces lo descubrí saliendo de algún bar, hotel o de su misma casa, con mujeres. Al principio, lo hizo con descaro, por lo cual rápidamente me di cuenta, lo
confronté y a la otra, le dejé claro que él me pertenecía.

Después del caos y la tristeza de nuestra pelea, le di una nueva oportunidad. Le advertí que las cosas debían cambiar, que solo porque lo amaba es que estaba
dispuesta a confiar en él de nuevo.

Poco después nuestras vidas cambiaron. El encontró un nuevo empleo y se mudó lejos. Pero, yo sabía que mi destino era estar con él. Así que me mudé cerca para
recordarle que nunca lo abandonaría, que lo nuestro era eterno. Le seguiría hasta el fin del mundo si era necesario.

Al parecer, la última discusión le había hecho recapacitar. Se creó la rutina de ir y venir solo de la casa al trabajo. Evitaba aceptar invitaciones a ir de copas o entablar conversaciones con otras mujeres.

Estaba feliz de que comprendiera que la única mujer en su vida, debía ser yo.

Siempre he sido detallista. Así que constantemente le enviaba mensajes, tarjetas.
Incluso dejaba flores y obsequios en la puerta para mantener la llama de la pasión encendida.

Aunque siempre miraba de un lado a otro, no lograba verme. Me ocultaba cerca para ver en su rostro el gesto de sorpresa.

Me encantaba mirarlo dormir. Me recostaba por momentos a su lado con mucho cuidado. Pero mi pudor siempre hizo que me retirara por la madrugada después de besarle la frente. Soy virgen y desde que le amé prometí guardarme solo para él.
Esperaba la noche de nuestro matrimonio con ilusión. Sé que a él también le emocionaba.

Estaba segura de que me lo pediría esta noche. Lo sospeché cuando lo vi comprar el vino, preparar la cena y vestirse con mi camisa favorita.

Corrí a casa a cambiarme para mi cita especial. De verdad estaba feliz hasta que crucé la puerta. Se podía ver la mesa dispuesta con velas, lista para la cena.
Rosas en el centro. Las rojas son mis favoritas.

Oí ruidos en la cocina.
Pude escuchar sus risitas. Él no estaba solo. Recuerdo su mirada congelada, justo como la que tiene ahora. No pudo dar explicaciones.

Ella no entendía porque me le abalancé tirando de su cabello. Todo ha terminado. Esta vez, todo acaba aquí.

¡Mi amor era tan fuerte! ¡Lo seguiría hasta el fin del mundo!

Me han llamado acosadora. Demente. Hablaron de mis antecedentes, de la orden de
restricción que supuestamente me obligaba a no estar cerca de él. Sé que fue invento de los abogados. No comprenden lo que es estar enamorada.

Ahora estoy entre cuatro paredes. Recuerdo mi llanto. Los gritos. Su cabeza estrellada en el suelo. Tu pecho teñido de rojo. Como si te cubrieran los pétalos de
rosa.

«Asesina» es mi nuevo nombre. Ya no importa. Todavía te amo. Voy de nuevo hacia ti. Mientras la vida me abandona, pienso en esos días cuando te obsequiaba flores.

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