Sinceramente, no recuerdo que día de la semana era, de hecho creo que da igual.

Si recuerdo que entre dormido sentí una brisa que me enfrió el cuerpo y con los ojos cerrados aun, moviendo los brazos, buscaba esas sabanas y acolchados que se habían corrido de mi cuerpo en algún momento de la noche, dejandome al descubierto ante el crudo frío que trae el invierno.

Con los ojos cerrados se podía notar claridad, indicando que estaba amaneciendo, y fue justo cuando volví a acomodarme en la cama para seguir durmiendo, cuando de pronto mis oídos comenzaron a escuchar unas gotas de lluvia golpear el techo de chapa.

Eso hizo que abriera los ojos y mirara hacia la ventana sentado en la cama para confirmar dicha lluvia.

Es ahi cuando veo la silueta de mi papá asomar por la puerta de la pieza, ya que escucho que me había despertado, y decirme… «seguí durmiendo que está lloviendo y hoy no vas a ir a la escuela». No existía en ese entonces una mejor frase.

Recuerdo acostarme, taparme y con una leve sonrisa volver a tratar de dormir a la vez que mi papá se preparaba (por el aroma que se sentía y el golpeteo de la cuchara con la taza al revolver) su café con leche de las mañanas, mientras seguramente él pensaba que tampoco podría ir a trabajar por la lluvia, ya que era albañil y al ser un trabajo al aire libre el que debía realizar, era imposible hacerlo.

Debo admitir que sentí felicidad por él, y pensé «que lindo que se quede en casa» con la misma emoción que tenía yo al no tener que ir a la escuela.

Claro está, que con el tiempo entendí que él no se ponía feliz como yo, ya que un día no trabajado en ese rubro, era un día no cobrado.

Volví a dormirme y luego la charla de él con mi mamá fue lo que volvió a despertarme.

Recuerdo haberlos escuchado hablar sobre que sería lo que íbamos a comer al medio día, y luego escuchar a mi mamá indicándole lo que debía comprar en el almacén, así él con el paraguas, salía y realizaba la compra.

Ya no quise volver a dormirme y como ladrón escapando silenciosamente para no ser descubierto, salí de mi cama chica pero calentita, para ir directo a la cama de dos plazas de mis padres, la cual estaba fría, ya que se habían levantado hacia un rato, pero no me importaba, porque ahí era donde estaba la TV y podía quedarme toda la mañana acostado mirando algún que otro dibujito, hasta que la cama se calentara nuevamente.

Ya luego de que mi papa volviera con las compras para el mediodía, mi mama lo esperaba (para charlar y engañar el estómago hasta el almuerzo) con el mate listo y unas tostadas que invadieron con su aroma la casa. Tostadas que ella en la ausencia de mi papa, y en complicidad conmigo como una misión secreta, me había echo llegar a la cama, para que las comiera mientras disfrutaba mi dia libre, pidiéndome no dejar sobre la cama ninguna miga que deje en evidencia dicha misión, y sea descubierta por mi papa al momento de acostarse para dormir la siesta.

Mis hermanos despertaban mientras transcurría la mañana y uno a uno se iban sumando a hacerme compañía en la cama grande. Ya la cama era territorio de padres tomados por sus hijos, aunque claro está, que al ser yo el primero en llegar, tenía el poder de desición sobre lo que se iba a ver en la tele, ya que el control remoto estaba bajo mi dominio.

Llegaba el mediodía y bajo un hermoso aroma a estofado, se escuchaba la voz de mi mama diciendo… » A comer!! «

Era un rey. No había mas nada que me haga feliz.

Ahi estaba yo, en una cama de dos plazas, tapado hasta la cabeza y con mis dibujos preferidos, terminando mis tostadas y a punto de comer arroz con el mejor estofado del mundo

Que edad tenía no recuerdo, que año era no lo sé, solo sé que era tan feliz y no lo sabía.


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