Son las siete de la mañana, en la casa sólo hay silencio. Es esa hora que se columpia entre la noche y la mañana. Sorprendentemente un sonido rompe el vaivén del tic tac del tiempo.

Clac, clac, clac, cómo cristales afilados, clac, clac, clac, ¿son tacones?. Clac, clac, clac de nuevo y entonces, ese sonido puntiagudo se mezcla con el ruido de unos objetos que van cayendo al suelo quizás debido a una mano que choca con ellos con rabia y dolor: una taza que gime, el grito que emite la cuchara al chocar con las baldosas de la cocina, el gruñido del plato.

Los objetos caídos y doloridos en el suelo empiezan una conversación entre ellos.

La cuchara, que es la más sensible, la que más daño se ha hecho, pregunta a los demás. ¿Qué está pasando? El plato que suele ser el más serio, y que nunca hace bromas le contesta: “Es ella, la que desea su vida, la que la desea. Ella que se ha dejado tanto a lo largo de estos años por los demás. Seguramente vuelve de alguna noche con sus amigas pero llega y la casa se le viene encima de nuevo como si fuera una losa”.

La taza es la más comedida, la más tímida. Ella que suele recoger en sus bordes los deseos de las bocas que no se atreven a pronunciar. Guarda nuestros secretos más íntimos. A menudo callada, se siente obligada a no decir nada en ese momento. Es nuestro confesor de nuestra vida diaria. No puede hablar de lo qué siente ella, de sus deseos, de sus sueños perdidos, sí que sabe que un día ella se irá, volará.

Los tacones se acercan a los objetos, la figura se agacha y uno a uno los recoge con delicadeza entre sus manos. Los pone de nuevo en su sitio . Ya no se oye el clac clac de los tacones , en su lugar se oye el sonido de las patas de un taburete que se arrastran , también se oye un suspiro y finalmente un llanto muy bajito.

Desde la mesa los objetos siguen mirándola. La cuchara la mira con cariño, la taza con preocupación y el plato con seriedad. ¿Cómo podemos ayudarla? Dice la cuchara. La taza contesta por primera vez y le dice: “ hay que dejarla que se recomponga de tantos sueños perdidos, que se tranquilice, tiene que encontrar su camino poco a poco”.

Callados los objetos la miran. Silencio en la cocina ahora.

De repente suena una voz en la cocina, una presencia que no estaba antes, ¿ Ya estás aquí mamá ? Y ella responde: “Sí, estoy aquí, prepararé el desayuno ahora “.

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