Más allá de las nubes.

Más allá de las nubes, se vive la realidad…

Simplemente una historia de amor.

Sinopsis.

Una vida no siempre puede ser tan mala o tan dolorosamente pobre como para sentirse un paria frente al amor de una mujer…Cuando el amor llega lo demás pasa a segundo plano para siempre. Siomara (resplandeciente),descubrirá un verdadero amor lejos de su círculo de amigos.Aquellos que ella pretendía que se fijaran en ella. Ellos no la miraban como a la altura económica y social de ellos. Por otro la vida en común no es fácil para dos jóvenes que vienen de mundos diferentes. La sociedad castiga y aparta a aquellos que en honor a su amor deciden arriesgarse y emprender un nuevo trayecto junto, el cual nunca será fácil y divertido.La vida en común no es fácil para un joven que experimento en carne propia el látigo de un mal amor.Algunos seres humanos tienen un pasado que ocultar y un futuro que forjar. Y todo aquellodependerá de las decisiones que tomen en el presente.Adriano (Hombre con coraje, valiente y de gran corazón), un joven con una madre que había sufrido mucho,y con seis humanos, y un padre ausente.Hundidos en la pobreza más grande que puede experimentarun niño o un joven en su corta vida.Su vida será puesta a prueba frente al amor, dondesus más recónditas pesadillas le perseguirán, y donde la indecisión será su peor compañía frente a una mujer. Ella conocerá el otro lado de la moneda, ese lado donde sus pergaminos no sirven, donde muchas cosas harán que la balanza se ladeemás para un lado que el otro.Allí podrán oh hundirse en el fracaso matrimonial o ganarle a la adversidad con amor…

El autor.

“Contigo pan y cebolla»

Corría el año ochenta y dos, la crisis económica a nivel mundial también azotaba a Chile…Pero los jóvenes enamorados, que ese año recién contaban con veintidós años cada uno decidieron contraer matrimonio.“Los declaro marido y mujer, lo que Dios a unido no lo separe el hombre” Fueron las palabras que pronunció el pastor de la iglesia a la cual pertenecían. La dicha en los ojos de ambos jóvenes era evidente. Por fin estaban uniendo sus vidas en el santo vínculo del matrimonio. Ahora una nueva vida les deparaba el futuro. Los primeros seis meses fue “contigo pan y cebolla”pero él había quedado sin trabajo casi en los primeros días de casado. Ella con su embarazo comenzó a buscar trabajo. Esa noche se acostaron más temprano que de costumbre. Comieron algo liviano y rápido. Siomara se quedó dormida primero, Adriano aun sin poder conciliar el sueño cavilaba entre la realidad y sus deseos de tener un buen trabajo. Allí cerca de las doce de la noche recién se quedó dormido.

— Vieja, vieja, ábremela puerta— fueron los gritos que daba el padre.

Los siete niños se sentaron en sus camas (Que no eran más de dos), la madre se levantó lo más rápido que pudo, ella sabía lo que pasaba cuando Héctor llegaba ebrio,que era lo que más hacia..

—Ya voy viejo, no grites que los vecinos escuchan— le pidió Marcela a su esposo.

Al entrar los niños estaban aterrorizados, pues sabían cómo era su papá al llegar en esas condiciones Él se sentó en el comedor. Aunque era una sola pieza grande, donde todo estaba acomodado como para que pudieran vivir ocho personas en ese lugar. Donde cabían tres camas para todos, una cocinilla a parafina, y uno que otro mueble componían la casa.

—Tengo hambre dame algo de comer— le pidió Héctor, ella corrió en busca de algo para darle, solo tenía pan, y eso le pasó.

— ¿Vieja tienes algo para ponerle al pan?— le pregunto con esa mirada que aterrorizaba tanto a Marcela, pero no dijo nada solo obedeció.

—No viejo, solo tengo pan, si tú no me has dado plata por varios días— fue la respuesta casi en silencio que ella le dio.

Él se puso de pie, ella quedo tras él; Héctor se dio media vuelta como si fuera a salir nuevamente. Un suspiro casi ahogado salió en ese momento de Marcela al ver que su esposo saldría otra vez. Pues cuando lo hacía no regresaba en varios días; y eso era muy bueno tanto para ella como para sus seis hijos. De un momento a otro Héctor se dio vuelta con rapidez. A pesar de su estado de intemperancia que llevaba, y su metro ochenta de estatura como sus ciento veinte kilos de peso no tuvo problema alguno para girar y quedar frente a su esposa. Todo fue muy rápido y violento, él le dio un combo en pleno rostro a Marcela que la tiro lejos. Los niños se pusieron a gritar y a llorar desesperados, algunos de los niños se orinaron en sus pantalones en cambio las niñas tiritaban de tal manera que no podían mantener sus cuerpos quietos, sus dientes eran verdaderas castañuelas sin ritmo o música.Una de las cosas que Marcela les había enseñados a sus hijos, era que sus zapatos tenían que estar bajo la cama juntos y a la altura de donde ellos podrían ponérselos con rápidos, y salir arrancando. Además todos se acostaban de vez en cuando vestidos, pues su padre no pasaba mucho con ellos, y cuando aparecía siempre llegaba ebrio, y violento. Pues su verdadera familia eran tres cosas, y que nunca dejo; “los amigos, el alcohol y las mujeres” aparte de otras que se descubriría con el paso del tiempo y con mucho dolor en la familia…

El despertador sonó un cuarto para las diez de la mañana. Adriano despertó y toco el lado de su esposa Siomara, esta se había levantado temprano. Un fuerte olor a pan queques le abrió el apetito. Se levantó y se ducho con rapidez, se encamino al comedor pequeño que tenían y que la abuela de Siomara les había regalado. Él se acercó sigilosamente por detrás de ella, paso sus manos con suavidad y ternura por la cintura de su esposa. Ella al sentirle se estremeció ligeramente.Él con su mano izquierda levanto su pelo negro casi azabache por sobre su cabeza. Este era medio largo y medio ondulado. Posteriormente le beso la nuca con suavidad y pasión. Ella se dio media vuelta y cerro sus ojos mientras se besaban apasionadamente. Lo único que los detuvo fue el olor a pan queque quemado. Los dos rieron de buenas ganas con lo sucedido. Mientras desayunaban,ella noto un dejo de melancolía en la mirada de su esposo.

— ¿Qué pasa cariño que tienes esa cara?— pregunto algo preocupada, pues conocía el pasado tormentoso de su esposo.

—Anoche nuevamente soñé con mi padre— le respondió con sus ojos llorosos.

Ella le miro con ternura, dejo lo que tenía en su mano y la deslizo entre el tenedor y la taza de café humeante que él tenía hasta alcanzar la mano de su amado esposo. Adriano la acaricio mientras le besaba, pero no con pasión desbordante;sino con ternura,suavidad,y delicadeza. No era la primera vez que a él una pesadilla de su pasado le atormentaba en sus sueños o aun peor, en su día a día. A pesar de llevar poco tiempo de casados ella le conocía muy bien, y con solo mirarle sabía muy bien lo que le pasaba. Aunque Adriano era un hombre alegre, de un temperamento tranquilo y sociable, y tierno. También habían momentos que el mal carácter le jugaba una mala pasada. Una de las cosas que aprendió desde muy pequeño era que nunca debía prometer algo que no cumpliera. Recuerda como si fuera en ese mismo instante cuando su padre llego bueno y sano, sin una sola gota de alcohol en su cuerpo. Venia cargado de bolsas de frutas y cosas para comer. Esto era algo que nunca hacía, pues ya casi no vivía con ellos. Se notaba que estaba trabajando, cosa que era rara en él, pues no duraba mucho en los trabajos. El pequeño Adriano al ver a su padre corrió a recibirlo, en sus ojos se notaba la felicidad de ver a su padre de esa forma. Allí le ayudo a llevar lo que traía a la pieza. Después de ordenar todo su padre se sentó y llamo a Adriano. El niño dejo sus juguetes de madera que él mismo inventaba y corrió a donde estaba su progenitor.

— ¿Qué pasa papito?— pregunto con inocencia el pequeño.

—Mira hijo mío, te voy a hacer un regalo para navidad de un escudo solo para ti— le prometió su padre.

— ¿En verdad papá?— dijo el niño con un brillo especial en sus ojos.

—Si hijito mío, con ese escudo podrás comprar lo que quieras— fue la respuesta de su padre.

Desde ese momento Adriano gasto eso edinero en cada sueño que tenía, y en cada navidad. Con el tiempo se dio cuenta dolorosamente que su papito nunca cumpliría lo que le había prometido.Y el dolor más grande que un niño puede arrastrar en su vida son las promesas de un adulto que nunca cumplirá, y especialmente de un padre… Ya han pasado casi cinco meses de casados, las cosas no están bien para ellos. Él sin trabajo, con poco dinero del finiquito de su último trabajo, ella haciendo maravillas para que no les falte para comer.Todo se está poniendo cuesta arriba. ¿Qué pueden hacer el joven matrimonio para subsistir? Él sin estudios y menos profesión, ella solo con un curso semi profesional de costura. Pero en fin algo tenían que hacer como para no repetir lo mismo de los padres de Adriano. El futuro no era para vivir “Contigo pan y cebolla o de besos y abrazos” con mayor razón si venia en camino una hija. Las peores pesadillas rondaban los pensamientos de Adriano. Para él su esposa era lo mejor que le pudo haber pasado. Mujer como ella no había encontrado sin la ayuda de Dios, y de su amigo. Recuerda el día cuando eran cerca de las siete de la tarde, él se encontraba con su amigo Manuel. Este estaba pololeando con una de las dos hermanas que habían conocido, Adriano se armó de valor para pedirle pololeo a la hermana mayor.

—Bu, bu, bu, bueno te quiero pedir algo— dijo tartamudeando.

—Qué será —pregunto ella, para luego reír.

—Te quiero pedir pololeo — dijo mirándole a los ojos, su corazón al borde del colapso.

Adriano estaba muy nervioso, no era su costumbre hacer eso de andar tras chicas para pololear. Pues él sabía que su estado económico y social era lo primero en lo cual analizaba un futuro en un joven. Esta muchacha era la segunda posible polola. Ella se puso muy seria, le miro y le dio un rotundo “No” sus palabras resonaron en sus oídos como una bofetada, sin derecho a replica, «solo no y punto». Adriano insistió, pero ella le volvió a decir que no. Sin darle motivos por el cual lo rechazaba. Con su alma destrozada, un nudo en su garganta siguió conversando un rato más, luego se marchó a su casa. Su amigo fue tras de él. Al llegar a su casa Adriano rompió en llanto, pues sabia que había sido rechazado por ser pobre. su madre Marcela no entendía lo que pasaba. Ella le abrazo y le beso. Él no quería hacer sufrir a su madre, con sus penas de amor, pues muchas cosas tenia ella por que llorar.

Al verle en esas condiciones su amigo estaba muy acongojado —Amigo mío, pídele a Dios una polola— le aconsejo

. Pasaron varios meses y un día Adriano estaba en las escalinatas de la iglesia a la cual el pertenecía en el plan de Valparaíso conversando animadamente con una amiga que había conocido allí. De un momento a otro apareció una joven muy bella, y sonriente, que llamo la atención de Adriano, ella venia en dirección de ellos.

—Hola Sofía, ¿Te puedo pedir un favor?— le dijo con su mejor sonrisa.

— ¿Si claro, que necesitas amiga?— respondió ella.

—Necesito un lápiz urgente— le dijo sin mirar al joven.

Su amiga busco pero no encontró nada —Lamentablemente no tengo— respondió.

—Gracias de igual manera— se dio vuelta y se retiró.

—Yo tengo— le dijo Adriano con su rostro enrojecido, y mostrando el bolsillo de la camisa con varios lápices que portaba.

Ella tomo uno con delicadeza, y amablemente le agradeció al joven por su gentileza. Se estaba marchando cuando su amiga le llamo para que regresara, la joven se detuvo y giro lentamente, camino los tres pasos que le separaban de ellos. Sin decir palabra alguna se detuvo frente a ellos.

Te quiero presentar a un buen amigo— le decía mostrando una leve sonrisa culposa.

Ella estiro su mano, él la estrecho suavemente, al sentir la textura de esa mano femenina, su cuerpo se estremeció internamente. Ella alzo su mirada para encontrarse con la mirada del joven Adriano. Él aun rojo de vergüenza, y con su corazón latiéndole a mil revoluciones por segundo acerco sus labios a la mejilla de ella y le beso casi tocándole con temor y nerviosismo.

—Adriano, un placer conocerle— fueron las únicas palabras que pudo hilvanar.

—Mucho gusto, me llamo Siomara — esas pocas palabras fueron música en los oídos del joven eh inexperto enamorado.

Ella se marchó en silencio y con algo de prisa. Él quedo deslumbrado.Trato de seguirla, pero no pudo, pues era demasiado tímido como para llegar y abordarla de buenas a primera .Él era un joven de una familia muy pobre.Sabía que no le sería fácil conquistar a una mujer como Siomara, pero esperanza aún tenía que algo podía pasar con la ayuda de Dios, pensaba él. La vida nunca había sido fácil para él como para sus hermanos, y menos para su madre; mujer de familia pobre. Ella luchaba día tras día para poder criar a sus siete hijos… Después de coquetear y de hacerse amigo de Siomara Adriano decidió hablar con ella para formalizar sus vidas. Corría el día veintidós de Diciembre del año setenta y nueve. Adriano estaba listo para marcharse a la iglesia donde había conocido a Siomara. Se arrodillo al borde de la cama que compartía con su hermano menor y rogo a Dios.

—»Padre de los cielos. Tú sabes a donde voy y que haré, solo te pido que me ayudes, y me des palabra para hablar con Siomara, pues no sé qué le voy a decir» — pidió, para luego continuar —»Si tu vez que voy a ser como mi padre te ruego que me dejes soltero, te lo pido en el nombre de Jesús»— luego se puso de pie y se macho.

Mientras viajaba en bus su corazón latía muy rápido, el nerviosismo le acompañaba de muy temprano, pues nuevamente los fantasmas sociales le acosaban. Pero también la emoción desbordaba su corazón. De lo que pasara ese día dependía su vida futura. Nada le aseguraba que todo sería fácil para él. Un sin fin de pensamientos le asechaban, trataba de hilvanar palabras de lo que le diría a Siomara, pero no podía. Recordaba cada momento que su madre había pasado junto a su padre, y como ella había sufrido en carne propia la furia iracunda de un hombre sin amor por su esposa e hijos. No quería caer en lo mismo, y ese era su mayor temor.

Todo las actividades de la iglesia habían terminado, el momento de la verdad había llegado. Adriano aun sentado esperando que todas las personas se fueran, espero pacientemente. Su corazón estaba punto de salir del pecho, el nerviosismo era demasiado grande, no hallaba las horas de que todo eso terminara, pero él sabía que no era así. La vida no es tan fácil como en las películas, y menos para él. De reojo miraba a Siomara a su lado. Era una bella mujer, su sonrisa irradiaba felicidad, su mirada parecía que decía mil cosas que encantaban al joven enamorado. Pero él allí, en el valle de la indecisión, sin saber que hacer o que decir. Ese día se vistió lo más elegantemente posible, pero en su condición económica le era casi imposible vestir bien o a la moda, si apenas tenían para comer en su casa, y menos para vestir bien. Se dio media vuelta y quedo mirando a Siomara, su corazón latía aún más a prisa que de costumbre. Parecía que ella había descubierto lo que le pasaba, pero no era así. Su imaginación le estaba jugando una mala pasada. Tomo las manos de su enamorada, mientras miraba con atención sus ojos; le pidió salir a conversar un ´poco. Luego le dijo que necesitaba hablar con ella en el sub suelo de la enorme iglesia. Bajaron sigilosamente la pequeña escala semi caracol, él le llevaba de la mano, ella le seguía casi en cámara lenta. Ninguno de los dos decía ni una palabra. Una vez que llegaron al subsuelo, él se dio vuelta; y tomando ambas manos de ella le miró fijamente a los ojos. Un nudo se asió de su garganta. Su peor temor era que su mente quedara en blanco o que no supiera que decirle. Cada vez que pasaban los segundos su corazón latía más y más. Su boca seca evidenciaba su nerviosismo. Su cuerpo era presa del más grande stress en esos momentos, que solo el apercibía. Algunas personas bajaban o subían. Uno que otro les miraban. Pero para ellos el mundo había desaparecido, pues lo único que contaba en ese momento era lo que Adriano tenía que decirle a su enamorada, pero que aún no podía.

—Siomara, tengo algo que decirte —le dijo al borde del desmayo.

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