Recuerdo psicoactivo.
El camuflaje, desde tiempos remotos (podríamos decir que desde el comienzo de la vida tal como la conocemos), ha servido como método, si no de defensa, de protección ante los ataques ajenos. En muchos casos, lo que no parece ser más que una de las millones de ramas, de uno de los miles de árboles, dentro de uno de los cientos de bosques que habitan uno de los tantos planetas de nuestro sistema solar, es un insecto ocultándose entre ellas para sobrevivir.
En otros casos, donde no parece haber más que la continuación de un espacio ininterrumpido se oculta algún camaleón que adquiere el color de su ambiente. Y, en otros casos más particulares, en lo que parece ser una simple pared blanca se esconde un universo de partículas ocultándose de quien no se encuentra preparado para descubrirlas.
Un muro color blanco, simétrico e insulso, que evita contemplar qué oculta tras él, siendo tal secreto solo su otra cara.
Un muro homogéneo, que tras él niega la existencia de alguna habitación, y evita comprobarlo. La mente del muro disimula su existencia, mudando su grandeza a uno con el resto.
Verde y rosa se anuncia el despertar de una inverosímil situación: luces de todos los colores imaginables (e inimaginables) danzan al son de la música esperando que les concedas una pieza. Una gran fiesta se alza con delicadeza y gran afinidad sobre (y desde) cada esquina del armonioso objeto, convirtiéndolo en un preciado e irregular cuadro asimétrico. Texturas de todo tipo, cuya claridad supera hasta la vista del mas entrenado ojo de halcón, se ocultan bajo la vulgaridad de una pared cremosa, blanca como la nieve y cotidiana como una rosa en el jardín.
Abstracto de su realidad, el muro cobra vida y se convierte en alguien más dentro del cuarto en el que habita:
Esta es mi habitación, mi pequeño lugar.
Pareciese que el muro enuncia.
Mientras tanto, sobre su piel, constituida por cemento y pintura, su voz se expresa de manera visual: agujeros negros que conducen hacia un camino curioso, pero peligroso. Dicen que la curiosidad mato al gato, y a algún que otro humano que subestimó el poder de lo que se esconde tras la pared blanca de la habitación.
La emoción y la euforia toman control de cada suspiro; suspiro que no logra decir nada; suspiro de sensaciones que explica danzando:
“Vuelvan cuando quieran. Estaré aquí esperando”
Lo que no parece ser más que un simple punto blanco sobresaliendo mínimamente de la pared puede ser, ante los ojos correctos, una de las millones de ramas, de uno de los miles de árboles, dentro de uno de los cientos de bosques que habitan uno de los tantos planetas de nuestro sistema solar, en la que un insecto se oculta para sobrevivir. Al fin y al cabo, así es el camuflaje. Así es la pared; un muro color blanco, simétrico e insulso, que evita contemplar que oculta tras él, siendo tal secreto solo su otra cara.
Walter I. Burgos – Agustin R. Calo
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