Quiero y puedo. Quiero escribirte, quiero hacerte mía una vez más con mis palabras, plasmar ese deseo tan intenso que te tengo. Y no, no es enfermedad, no es ninfomanía, es amor y descontrol.

El sexo es ardiente, te mantiene activo o pasivo, como desees, cualquiera de las dos está de nuestra parte, lo importante aquí es sin duda, disfrutar. Pero, no siendo ligeros, no, nada de eso, aprende a percibir los lunares, las pecas, las manchas, esas cicatrices que te dejó la vida y ahora están desnudas, como alguna vez lo estuvo tu cuerpo al estar concernida a alguien que se marchaba en busca de otros labios, de otro cuerpo, de otras ganas vivas ¡pero mentira! cualquiera puede darte satisfacción, sólo tienes que saber llegar a ese punto bien cabrón.

Te preguntarás si en esto existen analogías, pues te respondo sencillamente, por supuesto que sí, y esta vez serás tú quien protagonice este acto purito de amor.

Y si me preguntan qué es tu cuerpo digo que, tu cuerpo es como esa buseta del transmilenio que siempre cojo a las 8pm, cambia su ruta, pero siempre tiene presente llevarme a mi destino. ¡Exacto! Eso mismo eres tú, o en este extraño caso, eso es tu figura corporal, el camino que me hace llegar al punto donde estallas de pasión, donde tu orgasmo se junta con el mío para hacer una sola mezcla de atracción. Destellos de lujurias, como el cielo estrellado de esta noche fría y silenciosa, como tus mejillas al rozar con las mías. Tanto deseo y pasión transmites que no me dan ganas de que acabe nunca este acto tan sublime. Mientras voy en la moto, aprieto el acelerador como apretando tus senos para llegar al clímax, en ese momento tan racional entiendo que la velocidad con la que mi lengua hace movimientos en tu parte genital sí conviene. Ahora imagino que el mundo coincide a mi favor, irónicamente no sé porque lo pienso, será porque esto, me hace sentir en el cielo. Cuando recuerdo tus largas uñas haciendo marca en mi espalda, me hace desear siempre quitarte la falda.

Como un semáforo en rojo, me dices que pare, porque ya estás exhausta de tanto sexo salvaje. No tengo la culpa, tu cuerpo es hirviente. Y a mi locura de demente no le queda otra opción, que complacerte.

PD: Guarde el mechón en mi escaparate, y tranquila, vigilaré que no escape.

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