Llevaba ya rato evadiéndome, desviando la mirada sin querer encontrarse con la mía. El microondas sonó y otra sopa instantánea estaba lista, la sacó de allí y la puso sobre la mesa, enredó en el tenedor los hilos de pasta y el nauseabundo olor de esa porquería casi lo hizo vomitar, era la sexta sopa del dia.

Estaba a punto de azotar su rostro en la mesa, no había dormido bien, era
su segunda noche de insomnio y sus ojos en su rostro parecían dos burbujas
de sangre a punto de estallar.

Por enésima vez se repetía la canción de “Hotel California” en el
reproductor de compactos y harto de la sopa se levantó y buscó en los
cajones del buró como desesperado una cajetilla de cigarrillos sin filtro. Le
gustaban de esos porque raspaban su garganta, porque le hacían sentirse
vivo aunque en sí ya estaba más muerto que un trapo.


-¿Saldrás esta noche?- Le pregunté para romper el silencio, pero él no
respondió, movió sus dedos en el aire tocando una guitarra invisible…

La habitación se llenó de humo, apretó los ojos en el acorde más alto de
la canción comenzando a llorar, sus lágrimas resbalaron por su cara y la
amargura de un recuerdo que no debió volver opacó su mirada: Había perdido
el alma…

-¿Saldrás esta noche?- Le pregunté otra vez, pero él no pareció escuchar
mis palabras, sus ojos se extraviaron viendo lo que mi falda dejaba ver de
mis piernas delgadas y cortadas, se acercó a mí, me miro como un perro
buscando consuelo y pegó su rostro al mío, acaricie su cabello y humedecí
mis labios para besarlo, pero él simplemente se dio la vuelta y se fue al
baño, vomitó la sopa y sin lavarse la cara se sentó en una esquina tomándose
de las rodillas.


…Yo sólo pude sonreír, después de todo esa noche, conmigo y los
perfumes del champagne, lo había perdido todo, me había dado su alma…

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