¿Hemos pisado la Luna?

¿Hemos pisado la Luna?

Enrique Casanovas

04/02/2022

¿Hemos pisado la Luna?

—Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña?

El último partido de fútbol se jugó en la ciudad de Buenos Aires el día 24 de junio de 1937. Desde aquel preciso momento, el fútbol es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman. Son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones.

—¿Y la conquista del espacio? -gemí.

—Es un programa foráneo, una coproducción yanqui-soviética. Un laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientificista.

—¿Y si se rompe la ilusión? -dije con un hilo de voz.

—¡Qué se va a romper! -me tranquilizó.

—Por si acaso, seré una tumba -le prometí-

—Diga lo que se le dé la gana, nadie le va a creer.

Sonó el teléfono. El presidente se llevó el tubo al oído y aprovechó la mano libre para indicarme la puerta de salida.

(Extracto del cuento «Esse est percipi» —Ser es ser percibido— de J.L. Borges y Adolfo Bioy Casares)

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Responder a esta pregunta fue difícil para mí.

Y lo fue, porque soy consciente de que vivimos en una época de «haters», una época en la que cualquier opinión que no siga los compases de la «música hegemónica» está destinada a ser atacada. Incluso antes de ser analizada. Y es que vivimos en tiempos de «GMO» (gente muy ofendida), vaya uno a saber por qué. Y esto me parece especialmente cierto respecto de los más jóvenes, los llamados «millennials».

Es que estos jóvenes parecen encarnar la lógica incomprensible de Herbert Marcuse, con su consigna, tan cara al «Mayo Francés»: «Seamos realistas, pidamos lo imposible».

Porque en ellos parecen conjugarse dos posturas antagónicas, por una parte, el pensar «en bloque», seguir a rajatabla los lineamientos de sus pares y, por otra parte (y a pesar de lo anterior), considerarse a sí mismos muy originales.

¿Acaso no han leído a Schopenhauer?

Claro, no, no lo han leído. De lo contrario estarían advertidos de que lo único que comprendemos realmente, es aquello que hemos pensado por nosotros mismos y no lo impuesto por nuestro entorno.

Y para los millennials, ese entorno son, claramente, sus pares, aquellos que no les perdonarían apartarse ni un milímetro del «relato progresista oficial».

¿Miento o han oído alguna vez a un millennial criticar, por decir algo, el lenguaje inclusivo o a la «deconstrucción» de la masculinidad tóxica?

Yo no.

Pero eso no sería tan criticable si realmente pensaran así, si hubieran adoptado tales posturas por un proceso de reflexión propia pero, de más está decirlo, no es el caso: se adoptan tales posturas como se adopta cierta moda en el vestir, sólo por seguir gregariamente a la manada.

Pero todavía, siendo así, no sería del todo criticable, todos elegimos, es más, todos estamos eligiendo continuamente: si estamos vivos, es porque estamos eligiendo no suicidarnos.

Pero si se ha elegido (sea por comodidad, por pusilanimidad o por lo que fuere) ser parte de la «grey», ser cordero, no pretendamos luego lo imposible: ser valorados por nuestra originalidad, por nuestras convicciones, que serán, sin lugar a duda, las de algún otro.

Y, otra cosa, no se equivoquen, un cordero, por muy enojado, por muy ofendido que esté, sigue siendo un cordero, porque su condición corderil, no pasa por su estado de ánimo, sino por su sujeción a la manada.

Jóvenes, oigan la voz de la experiencia: la única forma de pensar es pensar por nosotros mismos. Pensar «en grupo» es no pensar en absoluto.

Pero, debo admitirlo, cuando yo fui joven (que alguna vez lo fui) también tuve esa tendencia a la «grey», reconozco que era uno de los que, por cierto automatismo, sentía «lástima» por aquellos que «en su ignorancia», sostenían lo que ahora vengo a decir yo.

¡Cuánta razón tenía Borges al decir que las opiniones son algo muy superficial!

Y es que, admitámoslo, somos muy capaces de «hacerle la cruz» a alguien solo por sostener hoy, lo mismo que nosotros sostendremos mañana.

Corolario:

No tomemos tan a pecho nuestras opiniones (ni las ajenas). Resignémonos a ir por la vida desprovistos de certezas, como quien vaga en la noche oscura por un camino incógnito, pues si nunca es preferible la ignorancia al saber, sí lo es la incerteza al error.

Como decía, hasta la llegada de Internet, yo era un ferviente defensor de los alunizajes frente a los que (ya los había) decían que todo era un montaje.

Pero llegó Internet.

Y entonces tuve acceso a los materiales originales de la NASA… y ya nada fue lo mismo.

Las conclusiones a las que arribé entonces fueron, básicamente, dos:

A) Muchas de las imágenes de la NASA fueron realizadas en estudios de grabación.

B) Eso es tan fácil de comprobar (Internet mediante), que es sorprendente que no haya más gente comentándolo en las redes.

Como sea, fue la certidumbre de tal montaje lo que me llevó a concluir que el hombre nunca había pisado la Luna.

Pero sea cual fuere vuestra opinión, creo que es bueno ceñirse a la máxima: «duro con los argumentos, suave con las personas».

Alguien dijo alguna vez, y dijo bien, «en la vida hay tres cosas importantes: ser amable, ser amable y ser amable».

Yo creo en eso.

Nota: Comencé a escribir esta respuesta a comienzos del año 2021 y hasta hoy (ya ha pasado un año, parece mentira) la he ido retocando, agregándole detalles que me parecieron relevantes. Por lo tanto, aparecerán diferentes fechas que corresponden a cada uno de esos «retoques».

Supongamos que un amigo nos cuenta que estuvo en el Himalaya y que gracias a un entrenamiento especial, pudo alcanzar la cima del Everest en sólo un día y sin emplear oxígeno.

Sorprendidos, lo felicitamos por la increíble hazaña, él nos regala una roca traída de aquellas alturas y nos dice que nos enviará las fotos de su aventura.

Al otro día, nos llegan las fotos pero al analizarlas, notamos ciertos detalles un tanto extraños. En una, lo vemos posando, con las montañas de fondo.

Pero nos da impresión, por algunos detalles, de que ese fondo no es real, que se trata de una «gigantografía», un mural fotográfico. Se lo comentamos, pero ya no responde a nuestros mensajes. Sencillamente, parece no querer hablar con nadie que cuestione su hazaña. A falta de otra evidencia, analizamos la roca que nos ha regalado y resulta ser de un material cerámico.

¿Qué podemos pensar? Sabemos que ha llegado al campamento base, de eso tenemos pruebas claras. Eso tiene su mérito, claro, pero muchos llegan allí.

Lo increíble es que, partiendo de ese lugar y en una sola jornada, alcanzó el pico.

Es de esa hazaña de la que no hay registros fidedignos. Es decir, sí hay fotos, pero parecen trucadas, y los videos presentan inconsistencias.

¿Qué pensar?

Bien, la NASA se parece a nuestro amigo hipotético, ya que, si bien nadie duda de que ha llevado a hombres a la órbita baja de la Tierra a fines de los años ’60, no responde a las justificadas dudas que suscitan las fotos y videos de los alunizajes, limitándose a un mutismo absoluto en relación a cualquier «teoría conspirativa».

Y hablando de «teorías conspirativas», seamos sensatos: una cosa es creer que los «reptilianos» gobiernan el mundo o que la misma NASA oculta fotos que muestran una Tierra plana, y otra, muy distinta, es considerar la posibilidad de que el gobierno de EE.UU. haya cometido alguna de sus «picardías». Sobre todo, cuando tenemos la certeza de que es un «modus operandi» al que suelen recurrir cuando no les queda otra alternativa (como digo más adelante respecto de las fantasmales armas de destrucción masiva de Saddam Hussein).

Además, la NASA, como adelantándose a la previsible pregunta de por qué no han regresado a la Luna en más de medio siglo crea, de tanto en tanto, un programa para llevar gente allí (ahora sería para el 2024 en el marco del programa Artemis).

Pero quienes venimos siguiendo los anuncios de la NASA desde hace muchos años, sabemos que esa es una promesa repetida ad nauseam.

Por caso, «Constellation» (la versión anterior de Artemis) prometió: «return to the Moon no later than 2020.»

Y ya no recuerdo las veces que, en las últimas décadas, he leído en los diarios cosas como: «la NASA se apresta a regresar a la Luna próximamente», o algo por el estilo.

Ya cansan.

Pero esta vez será diferente, esta vez sí lo harán (te lo juro por esto) y eso no es nada: ¡será una mujer de color quien pise la luna! ¿Se enteraron?

¡Claro!, antirracismo y feminismo encarnado en una misma persona. Imposible dejar pasar semejante oportunidad de mostrarse políticamente correctos.

¿Total, qué más da? si, como siempre, todo quedará en la nada.

Digo más: cuando el programa Artemis sea primero pospuesto (#) y finalmente, cancelado (porque será cancelado, recuerden estas palabras escritas en 2021), se creará otro programa, llamémosle «Artemis+», cuya novedad será incluir entre sus astronautas (¡cómo se les pasó!), a algún miembro del colectivo LGBTQ.

Y la gente… ¡les seguirá creyendo!

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(#) Escribí estas palabras en enero de 2021 sin saber que ya en mayo del mismo año, aparecerían artículos como los siguientes:

https://www.technologyreview.es/s/13402/como-el-mal-tiempo-del-espacio-puede-arruinar-el-regreso-la-luna

https://hipertextual.com/2021/05/tormenta-solar-luna

¡Qué casualidad!

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LA ANOMALÍA DEFINITIVA

Por mucho tiempo me dije: qué lástima que en la época de los alunizajes no hubiera cámaras de alta definición porque, de haber sido así, hoy podríamos analizar las imágenes y convencernos, o bien de su autenticidad o bien de su falsedad, al hallar alguna anomalía definitiva, algo que que nos permitiera saber, de una vez por todas, si los videos fueron grabados en un estudio.

Pero no hace mucho caí en la cuenta de algo: no es necesaria la alta definición para encontrar tal anomalía: alcanza con los videos tal cual los tenemos.

Alguien dirá, ¿a qué se refiere?

¡Ah!, ¿usted habla de la falta de estrellas en el cielo lunar? ¡Ello ya se ha explicado muchas veces, es una cuestión de diafragmas regulados para una escena muy brillante!

¡No!

Pasan los años, pasan las décadas y no deja de hablarse con suspicacia de la ausencia de esos sutiles puntos de luz que son las estrellas. Pero nadie parece hablar de una ausencia mucho más evidente: ¡la Tierra!

¡Claro! ¿Cómo puede ser que por encima del horizonte lunar no aparezca, de tanto en tanto, la Tierra? Debería ser una presencia imponente, considerando que el diámetro terrestre es mucho mayor que el lunar (12,742 km vs 3,474 km) y que la Tierra es al menos cinco veces más brillante que la Luna (albedos 38 y 7 respectivamente).

¿Se dan cuenta? Es inconcebible que la Tierra no aparezca mientras se filma a los astronautas; en algún momento, ¡aunque sea en un fotograma!

Pero eso no sucede nunca.

Recordemos que los astronautas descendieron en la cara visible de la Luna y que el día lunar dura 27 días terrestres, lo que implica que la Tierra debió estar siempre visible sobre el horizonte lunar, todo el tiempo que los astronautas estuvieron allí.

Ahora bien, alguien podría alegar: lo que ocurrió fue que la Tierra se hallaba muy alta en el cielo lunar, muy lejos del horizonte como para que apareciera mientras se filmaba a los astronautas.

Pero siendo así ¿qué le impedía al camarógrafo apuntar más arriba, aunque fuera una vez, para transmitir a los televidentes qué se siente ver a la Tierra desde la Luna.

Y sin embargo en todas las tomas, la Tierra, brilla por su ausencia.

Lo repito por si no quedó claro: nunca, ni una sola vez la cámara, luego de seguir a los astronautas por su despreocupado retozar lunar, hace un paneo para mostrar a la Tierra.

¿No les parece algo verdaderamente anómalo?

Pero, ahora, en aparente contradicción con lo anterior, digo que la Tierra sí es mostrada.

¿Cómo, no dijo que no aparecía nunca?, me dirán.

Sí, pero es que no «aparece», quiero decir, no lo hace mientras se filma a los astronautas moviéndose, sino en una secuencia intercalada, de otra toma.

En síntesis, sacando las filmaciones de fotos de la Tierra, no existe ni un sólo fotograma de video (de los supuestamente filmados en la Luna), en el que se vea a la Tierra. Ni un fotograma. ¿No les parece extraño?

En cierto modo, me parece mentira estar viviendo este momento, porque es un momento que anticipé durante años, pero al que veía muy lejano.

¿A qué me refiero?

A que hace unos veinte años pensaba: la tecnología seguirá avanzando, llegará el día en que estemos en condiciones de lograr realmente lo que la NASA dice haber conseguido hace medio siglo.

Y entonces quedará de manifiesto que aquellos alunizajes, simplemente, no pudieron haber ocurrido.

¿Por qué?

Entre otras cosas, ¡por lo que acabamos de ver!

Pensemos, tuvo que llegar el año 2021 para lograr descensos confiables con retrocohetes en la Tierra cuando, en teoría, eso ya se había logrado en la lejana Luna hace 50 años.

Y tuvo que llegar el 2022 para que veamos a un mismo cohete despegar, poner una carga útil en el espacio y descender al sitio de lanzamiento sin paracaídas.

¿Se dan cuenta? No sé a ustedes, pero a mí todo esto, «me hace ruido».

Y hablé de «descensos confiables con retrocohetes», otorgándoles el beneficio de la duda, porque, reparemos en un detalle: los cohetes descienden sin tripulación.

No sé si comprenden la dimensión de esta incoherencia.

Ya han pasado más de 52 años de la supuesta hazaña de Neil Armstrong y todavía hoy ningún astronauta ha descendido a la superficie terrestre a bordo de una nave frenada por retropropulsión. Ninguno.

Pero si hace medio siglo, ¡en la Luna!, y con una tecnología infinitamente inferior pudieron hacerlo sin contratiempos ¡seis veces!

El desarrollo de una tecnología de aterrizaje como ésta conlleva muchas pruebas, muchos ensayos y errores (como ciertamente, los cohetes de Elon Musk han puesto de manifiesto).

¿Cómo es posible que no haya videos mostrando esos ensayos y esos errores antes que estos?


Ahora pasemos a algo que no hace sino más que aumentar (¡y con razón!) nuestras sospechas.

Me refiero, concretamente, a esta foto.

Pertenece a la misión Apolo 12 y habría sido tomada en la Luna cuatro meses después del éxito de la misión Apolo 11:

Aquí vemos a «Pete» Conrad posando junto al Surveyor 3 en un terreno arenoso, lleno de detalles.

Ahora, dirijamos la mirada hacia el sector izquierdo de la foto. Allí notaremos que ese suelo lleno de montículos y sombras se convierte, a partir de una sospechosa línea horizontal, en una suerte de terreno casi liso.

No sé al lector, pero a mí me parece que esa línea inclinada que se aprecia detrás del aparato, es la parte inferior de una suerte de telón fotográfico.

En el sector derecho de la foto es como si se hubieran tomado la molestia de lograr cierta continuidad suelo-fondo.

¡Pero en ese sector izquierdo! ¿Habrán pensado que no valía la pena molestarse en lograr cierta coherencia entre el suelo y el mural?

¿Ustedes ven lo que yo veo?

Amplíen la foto, si pueden.

¿Ven como el terreno arenoso llega hasta atrás del aparato y luego se ve esa línea inclinada hacia la izquierda? ¿No les parece que esa línea es la parte inferior de un mural fotográfico? ¿Notan cómo cambian la textura y el color del suelo a partir de allí? ¿Y pueden ver cómo la sombra del Surveyor se eleva al llegar a ese mural?

De hecho, si ampliamos aún más ese sector de la imagen podremos ver como un guijarro se les ha colado debajo del mural, produciéndole una especie de arruga que semeja al símbolo del calderón musical 𝄐 ¿llegan a verlo?

¡Listo! La NASA debe admitir de una vez por todas el fraude.


En verdad, el problema con la NASA va más allá de sombras que se elevan en telones de fondo: su historia hace agua por todas partes.

Por ejemplo, las piedras traídas supuestamente de la Luna.

El siguiente artículo de la BBC, a la que, supongo, nadie acusará de fomentar teorías conspirativas, habla por sí mismo: la «piedra lunar» entregada por los astronautas a los holandeses en 1969, resultó ser un trozo de madera petrificada.

En síntesis, existen muchos factores que, de forma coherente, apuntan en una dirección.

Pero la gente, al parecer, no quiere asumir la consecuencia lógica que ello implica.

Y pienso que ha de ser así porque ha de existir algo en nuestra mente, una suerte de mecanismo de defensa que nos impide ver aquello que nos dolería tener que aceptar.

Es algo bastante curioso, pero me ha pasado; gente cercana, familiares y amigos que aceptan con incomodidad mis argumentos, como si los pusiera «en un aprieto» con estas observaciones. Supongo que me dan la razón, no me hacen objeciones, pero es como si me dijeran «no me obligues a pensar eso».

¿Será que nuestro psiquismo está lleno de «pliegues», que habrá ciertas cosas que, muy en el fondo, preferimos no saber?

Fernando Pessoa escribió: «Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay en esa estupidez».

Tal vez tenga razón Pessoa, quizá en ese «no querer darse cuenta» de la gente, haya una inteligencia que no termino de comprender.

Tal vez por eso ese indefinido malestar que siento en las personas cuando les hablo del tema, es que en mi ingenuo insistir en lo obvio, los estaría obligando a «blanquear» ante sí mismos lo que, tal vez, muy en el fondo, sospechan verdadero, pero prefieren no ver.

Así y todo, es curioso lo que ocurre con este tema.

Es que siempre se ha dicho que en una guerra, la primera víctima es la verdad. Y recordemos que por esa época, se estaba en guerra.

En efecto, la década de 1960 fue la fase más peligrosa de la llamada «Guerra Fría». Se estuvo más cerca que nunca de llegar a una guerra nuclear (crisis de los misiles en Cuba, año 1962).

Pero lo raro es que hoy ya nadie duda, por ejemplo, de que el gobierno de los EE.UU. mintió en 2003 al asegurar que tenía evidencias de que el régimen de Irak tenía en su poder armas de destrucción masiva, argumento que se usó para justificar la invasión. Y ese «detalle» es tomado con toda naturalidad por todos, como si se tratara sólo de una «mentirilla» de guerra.

Pero todo esto no debería sorprendernos.

La gente miente, los gobiernos mienten, y con más razón, si se encuentran en medio de una guerra (aunque sea «fría»).

La mentira es, al fin y al cabo, «lo más vital que tiene el hombre», como sentenció Pío Baroja.

O, de otro modo, y para citar a Benedetto Croce: «La luz de la verdad es siempre, o un rayo o un relámpago“.

En más prosaicas y directas palabras: la mentira es la dueña y señora de este mundo habitado por el hombre.

Lo que llama la atención, entonces, no es eso, sino que la gente acepte algunas, pero no otras mentiras.

¿Por qué apenas nos encogemos de hombros al enterarnos de que EE.UU. fabricó la evidencia para justificar una invasión que costó cientos de miles de vidas humanas El engaño que provocó la guerra en Irak – BBC News Mundo pero nos resistimos tercamente a siquiera considerar la posibilidad de que los alunizajes hayan sido fraguados?

¿Será que, a diferencia de otras decisiones de guerra, ésta involucró a nuestros sueños?

Es que, al fin y al cabo, no nos importa si para ganar una guerra (fría o convencional), los contrincantes recurren a la mentira. De hecho, nos causa gracia cuando nos enteramos que en alguna batalla se usaron tanques inflables para simular un armamento del que no se disponía.

Tal vez lo que nos duele es que se hayan burlado de nuestras ilusiones, de nuestros sueños. Y la NASA, con su pretensión de haber enviado astronautas «de paseo» por unos días a la Luna, reforzó una fantasía muy cara al ser humano.

La sed de aventuras, de exploración de otros mundos, esconde la ilusión de que, al menos en algún lugar del universo, exista un mundo mejor, uno que no sepa de nuestras terrenales miserias.

La realidad, lamentablemente, es muy diferente.

En los años ’60 y ’70 del siglo pasado, aún no contábamos con una forma práctica de proteger a los astronautas de las peligrosas radiaciones que existen fuera de la magnetosfera terrestre.

Es por ello que ningún astronauta, de ningún país, JAMÁS, se ha alejado más allá de los 1370 km de la superficie terrestre (récord alcanzado solo momentáneamente durante el apogeo de la órbita elíptica de la misión Gemini XI en 1966).

Es que a partir de allí se empiezan a ver destellos de luz con los ojos cerrados debido a la radiación, a pesar de que aún se está muy lejos de la zona «caliente» del primer cinturón de Van Allen.

¿Se dan cuenta? Los transbordadores espaciales norteamericanos anduvieron haciendo de las suyas por unos treinta años pero nunca superaron los 1000 km de altitud (pueden buscar el dato en Internet).

Otros datos: la Estación Espacial Internacional orbita a unos 350 km y el telescopio espacial Hubble lo hace a 550 km (por eso pudieron llegar hasta allí astronautas en diversas oportunidades para hacerle reparaciones).

Y ni siquiera los rusos (cuyos militares tienen fama de poco considerados con la vida de sus subordinados) se atrevieron jamás a enviar a alguno de sus astronautas a, digamos, 2000 km de la superficie terrestre.

Por caso, Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio, orbitó la Tierra entre los 175 km y los 300 km de altitud y su «paseo», duró menos de dos horas.

¡Pero claro!, los astronautas de la misión Apollo, hace medio siglo, estuvieron retozando sin problemas en la Luna a ¡400 000 km de la Tierra!

No me digan que no es raro.

Es que, contrariamente a las fantasías a las que la NASA y los libros de ciencia-ficción nos han habituado, lo cierto es que la Tierra es una suerte de oasis protegido por su magnetosfera de las peligrosas radiaciones que inundan el universo.

Podemos enviar sondas robóticas a la Luna (o a Marte), incluso robots (ya se habla de ello) para extender la vida útil del telescopio espacial James Webb.

Pero hasta que no logremos proteger a los astronautas del serio peligro que representan las radiaciones ionizantes de alta energía, no podremos enviar seres humanos a la Luna, ni a hacer tareas de mantenimiento al telescopio James Webb ni, mucho menos, colonizar Marte.

No lo digo yo, que poco soy en el orden de los que saben, lo dijo la propia NASA ya en el año 2005:

A Force Field for Astronauts?

https://science.nasa.gov/science-news/science-at-nasa/2005/24jun_electrostatics/

Allí leemos que: «El espacio más allá de la órbita baja de la Tierra está inundado de intensa radiación del Sol y de fuentes galácticas profundas como las supernovas. Los astronautas que se dirijan a la Luna y Marte estarán expuestos a esta radiación, lo que aumentará su riesgo de contraer cáncer y otras enfermedades. ENCONTRAR UN ESCUDO ES IMPORTANTE«.

¡Son palabras de la NASA!

Pero ahora sí se colocarán sensores de radiación en maniquÍes. Leamos un fragmento de la siguiente nota de prensa: «Sabiendo que la radiación espacial es uno de los mayores peligros que enfrentan las tripulaciones…»:

https://ar.motor1.com/news/536386/la-nasa-esta-probando-maniquies-femeninos-y-masculinos-para-futuras-misiones-lunares/

Y ya para terminar, digo:

¿Nadie se pregunta por qué se enviarán hoy, en pleno siglo XXI, maniquíes para evaluar la peligrosidad de las radiaciones cuando hace más de medio siglo se realizaron seis alunizajes con personas de carne y hueso que jamás presentaron problemas relacionados con la radiación?

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Nota: Este escrito es parte de otro más completo que incluye varios videos que no puedo pegar en esta página. Por tanto y por si al lector le interesa profundizar en este análisis, dejo el vínculo a la respuesta original:

https://es.quora.com/Crees-que-la-NASA-lleg%C3%B3-a-la-Luna/answer/Enrique-Casanovas-3

Etiquetas: fraude luna nasa

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