Perdido en su propia mente

Leo despertó en un autobús escolar vacío, portando un uniforme escolar y con un morral abierto con sus útiles desparramados. Un poco aturdido, miro a su alrededor; chicos y chicas de su edad encontrándose con sus amigos y compañeros de clase para iniciar un día escolar normal, pero para él, no era normal.

Leo escucha 3 golpecitos en la ventana, cuando observa de donde proviene el ruido, ve a un chico de cabello desordenado muy sonriente animándolo a bajar del autobús.

El confundido y desorientado joven comienza a recoger sus útiles y baja del autobús para luego escuchar un timbre. Sin saber a dónde ir, no tiene más remedio que seguir al chico de cabello desordenado que lo apuró para bajar del transporte.

Aula de clase, chicos y chicas sentados cada uno en sus pupitres y un pequeño hombre trajeado que saluda y pide a los jóvenes prepararse para exponer sus discursos.

¿Qué está pasando?, se preguntaba Leo, ¿Es esto un sueño?

El último recuerdo de Leo era estar acostado en la arena de una isla en la noche, vestido con ropa vieja que le quedaba gigante, dejó la escuela a los 13 años para trabajar y ayudar a su endeudada familia, razón por la cual, a los 17 años, no tenía ninguna experiencia estudiantil.

Mientras una chica terminaba su discurso con un “gracias”, el salón rompió en aplausos mientras ella regresaba a su asiento muy orgullosa de su trabajo.

El maestro llamó a otro chico que por fortuna no era Leo, sino un tal Carlos, así que el joven paso entre los asientos algo nervioso para comenzar su discurso.

En ese instante, cae una bola de papel en la mesa de Leo, el chico la abre y en ella encuentra escrito con letras negra la pregunta: ¿Cómo lo hice?

Leo la mira extrañado girando su cabeza discretamente a su diagonal derecha, topándose con el rostro sonriente de la misma chica que acababa de terminar su discurso. Leo le sonríe para devolverle el gesto, pero con preocupación y algo asustado mira a su alrededor tratando de reconocer el lugar, para luego mirar a sus compañeros y tratar de reconocerlos, pero su esfuerzo es en vano.

Su mirada se detiene en la chica que le mando la nota en la bolita de papel, que extrañada le dice en susurro: ¿Estas bien?

En ese momento, se siente un temblor, los pupitres comienzan a moverse y el tablero se mueve también muy fuerte, es tan fuerte el temblor, que Carlos, que estaba de pie dando su discurso, comienza a tambalear y termina pegado a las paredes para no caer, que también tiemblan fuertemente.

Leo identifica este suceso: Un terremoto.

Las paredes y vidrios de las ventanas se rompen, todos entran en pánico y echan a correr. Leo guarda la nota en su bolsillo y se levanta, toma a la chica que le envió la nota, que estaba paralizada del terror.

Tomados de la mano, ambos salen corriendo en medio de la muchedumbre, pero antes de salir de la escuela, un muro cae sobre Leo.

Escuchando los gritos desesperados de la chica que se salvó de milagro, Leo comienza a perder el conocimiento.

Una voz femenina muy conocida para Leo, lo llama incesantemente; el chico se levanta bruscamente y aturdido, mira a su alrededor y ve una isla bajo un bello cielo nocturno con las olas del mar a su derecha, a su izquierda, ve a la chica de la escuela, vestida con una falda café que le llega por debajo de la rodilla, una blusa blanca de seda y un pañuelo blanco en la cabeza.

La chica le pregunta lo mismo que le preguntó en la escuela, solo que esta vez no como un susurro: ¿Estás bien?

Leo la mira y asiente con la cabeza y ella toma su hombro y le dice que solo fue una pesadilla y se aleja sonriendo.

Leo se tranquiliza un poco al ver que despertó en el lugar que recordaba antes de despertar en la escuela, con la misma ropa vieja que traía puesta, sin embargo, el joven ve que tiene algo en el bolsillo de su pantalón desgastado, al tomarlo, descubre que es la nota que la chica le había lanzado en la escuela, exactamente la misma, con las arrugas y las mismas letras que escribían la pregunta: ¿Cómo lo hice?