Abrazar el dolor, es invitarlo a quedarse,

porque se vuelve necesario, compañero de viaje,

amigo y tirano en las noches delirantes lleno de fantasmas,

Poeta mezquino, esclavo de sí, suburbios de delirios sin fin,

Arrastra coraje, cansancio y drena en las venas forjando su estancia,

como una vertiente de decepción, de premisa quimera que se afianza

en el camino de los sueños rotos, esos que apuñalan cada tanto,

y los porqué erguidos,

como si las respuestas desvanecieran el encanto

de un tal vez y un hasta cuando.

El renacer del después es una quebrada de piedras y andamios,

donde las grietas soscaban la sonrisa y el llanto.

El tiempo es tirano cuando vivimos amarrados,

sedientos, solos y hambrientos de un abrazo.

El jedor del pantano, yace en un junco suburbano,

donde la paz del habitante anuncia descanso.

Tiempo de renacer y aceptar la nieve y su manto,

ver florecer el canto de su corazón sensato,

horas de delirios, de adioses, de verse a si mismo,

el de ayer, el de hoy, y el de siempre así….humano.

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