Al final no importó lo bien que se desempeñaba en un puesto de trabajo, porque terminó dónde menos esperaba.
Y es que sí, por varias estaciones había sido capaz de lograr cumplir objetivos profesionales y personales en el lugar en el que trabajaba. El área en el que se encontraba tenía todo. Aun cuando «todo» era una palabra muy pequeña poseía la capacidad de hacerle notar que allí donde estaba contaba con personas que le hacían sonreír, situaciones que requerían de su máximo potencial para salir adelante como empresa y más que nada, mucha comunicación y tiempo de calidad con sus semejantes.
Sin embargo, el tiempo pasa, las decisiones de gerencia cambian y era hora de tener un cambio. Aquel nuevo sitio a ser ocupado por Clark no era de su agrado en absoluto, pues ya no tendría contacto con sus compañeros de trabajo, clientes, y ese sol que se reflejaba en la mesa por la mañana para llenarlo de energía y por la tarde para calentar su oficina.
No se requería de un calendario para que una fecha volviese a generar en él la misma emoción. Era» viernes 31 de diciembre», el mismo día en el que fue nombrado como mejor empleado el año pasado, pero en 2021 recibió una noticia que no fue de su agrado «tenía que cambiar su puesto físico de trabajo». Escuchar esto, desde luego en Clark generaba un choque emocional muy grande. Por un lado, su esfuerzo y dedicación a su empresa se veía reducido a nada y por otro su maestría pronto sería una meta plasmada en 2022.
A pesar de tener las mismas funciones que había ejecutado con mucho compromiso, como el profesional que era, no tomó con agrado el lugar que ocuparía. Esto significaba estar alejado de lo que él consideraba un ambiente laboral extraordinario. La molestia aunque delicada y con cuidado no se hizo esperar por parte de él y manifestó su desacuerdo a sus directivos con la esperanza de que reconsideren su buen desempeño y los motivos por los que no debería abandonar su puesto. Todo fue en vano porque la decisión estaba tomada.
El día termino, el año también lo hizo y la misma algarabía de empezar un periodo nuevo no se sentía y tampoco podía transmitirlo. Aunque no quería, su cerebro logró que cayera en ese constante interrogatorio de decir ¿por qué a mí?, ¿por qué no hacen lo que considero mejor?, ¿por qué no se mantienen como en un equipo de fútbol?, ¿por qué dicen que piensan en mi bienestar si a dónde iré no me gusta?, ¿por qué debo dar razones para conservar mi antiguo puesto?, y otras preguntas.
Me estoy oponiendo al cambio, quedando sin preguntas o me faltan razones para descubrir el «por qué» de mi malestar. Eso era lo que concluyó el lunes por la mañana. Cualquiera que fuese la respuesta, lo evidente fue su descontento. El desánimo de llegar al trabajo desde luego parecía ser el protagonista de su vida y como escenario ideal hasta el día se manifestaba nublado y frío.
Tomaba peso el reflexionar sobre lo que sentía y llegaban a su pensamiento las incontables frases y dichos que el mismo manifestaba. Era cierto, cuando algo duele es porque algún significado tiene, entonces si no es atendido con el tiempo será más grande o llegará a generar demasiado caos si todo se soluciona con vías alternativas. Pues, como un dolor de muela, si se toma pastillas, se prueba remedios caseros, se coloca hielo o lo que sea que digan terceros no funcionará.
Al cabo de un periodo el malestar se vuelve incontrolable y acudir al odontólogo, es en vano para conservar esa pieza dental. Por eso, tenía claro que así pasaba con lo que vivía, y debía darse el tiempo para resolver adecuadamente lo que le estaba sucediendo y no tomar decisiones incorrectas.
Pero, ¿cómo saber si lo que decido es correcto?, quizás pudo ser aún su última interrogante. Con el tiempo su intuición lo había dotado de paciencia, claridad y la asertividad necesaria para canalizar sus emociones y ser más subjetivo con todo lo que le sucedía. Así que, entender que hacía lo adecuado se veía reflejaba en la paz que sentía con las consecuencias de sus actos.
De este modo, la claridad de lo que quería vivir en los días posteriores lo levantaron de la silla en la que se hallaba sentado para solicitar una nueva reunión con su gerente. El objetivo principal de ello, era no cerrarse a creer solo lo que él consideraba, sino que quien era líder calmara ese torbellino de frustración que estaba experimentando.
Las horas pasaron y la tarde sigilosa llegó. El gerente lo llamo a su oficina. Ser jefe resulta fácil viéndolo desde fuera, pero ser líder sin duda alguna pocos lo ejecutan con profesionalismo y Clark en consecuencia tenía un cabecilla dentro de su equipo de trabajo.
Lo que para él pudo significar el fin de sus días considerándolo desde un punto de vista caótico, luego de la plática con su gerente tomó más sentido el trabajo y la personalidad marcada que tenía en la empresa. El cambio que tuvo, no significaba nada en contra de él. Pues a consecuencia de todo el desempeño que Clark realizó en la organización le dio a esta, ventajas competitivas dentro del mercado en el que se desarrollaba.
Además, le daba la posibilidad de poner en acción el desarrollo de nuevas habilidades a sus compañeros de trabajo. Los directivos de la empresa al notar que Clark se había vuelto una pieza fundamental dentro de la organización los llevo a efectuar cambios aunque inesperados, muy necesarios para todos.
Tener una escucha asertiva y comunicación proactiva con su gerente no solo calmó sus pensamientos, pues reafirmó la forma en la que él trabajaba. Un apretón de manos selló un acuerdo beneficioso entre ambos, ya que de lado y lado se expusieron puntos importantes y no se pasó por alto aquellas peticiones que Clark manifestó.
El lugar desde el cual desempeñaría sus funciones no volvió a ser el antiguo, pues el cambio se mantuvo y se añadió lo que él consideraba mejor para ejecutar sus labores.
El sol seguiría cargándolo de energía desde otro ángulo. Así que no complicó lo que creía estaba mal. Después de vivir un fin de semana tormentoso, respiró y volvió a su oficina para terminar estupendamente aquel lunes. Hasta el último de sus días consideró que haría su mundo mejor y para lograr aquello tenía claro que continuaría siendo tan auténtico como pudiese para disfrutar de cada sitio en donde se encontrara.
Entonces, no era el sitio que ocupaba el que diseñaba su personalidad y no solo el «¿por qué?», debía estar en sus interrogantes. De hecho, no es el sitio quien hace a un sujeto, sino viceversa y también existe la hermosa interrogante de un «¿para qué?
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