Mis dedos están fríos pero aún mantienen su calor. Su color. La piel todavía es tersa, sin marcas, sin cayos, sin cicatrices. No es perfecta pero bien podría decir inmaculada.
Hoy es uno de esos días en los que quiero rendirme. Estoy exhausto pero me he levantado. Estoy vacío pero hay algo dentro de mi que hace que pueda seguir de pie trabajando.
Este no es el primero, es parte de una serie de semanas, meses… ¿años quizás? Tampoco será el último, lo predigo desde ya. Es una vieja historia contada hasta el cansancio cuyo final desconozco. Cada vez que llego al punto de no retorno vuelvo a empezar. ¿Cómo será ese gran final? Demasiado positivo suena aquello. Me pregunto solamente por el final. Es intrigante, por decir lo menos. Es aterrador, por decir lo más.
Esta mañana es fría. Es invierno. Debería traer el suéter puesto, por supuesto, pero hasta en eso he fallado. No fui hecho para grandes cosas, eso lo acepto. Pero le falta al mundo entender eso y aquello. Aligerarse un poco. Arriesgarse al fracaso, como yo me arriesgo a diario con tal seguir vivo.
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